«¿Y en la cancha, te tienta mucho dársela siempre a él?”, preguntó un ex-futbolista, de esos que conocen la angustia que provoca el césped. “¡Es que te da una solución siempre! Siempre está bien parado, sabes que en el uno contra uno la mayoría de las veces la gana… A los que jugamos detrás de él nos da un respiro, una opción de pase, una pared, porque sabes que te la puede dar redonda… Ya no se puede decir nada, solo hay que disfrutarlo”. La declaración de Fernando Gago en un programa de televisión argentino encierra parte del misterio que, todavía hoy, es Lionel Messi dentro de un terreno de juego. La admiración planetaria por la obra del rosarino recorre cada foro deportivo, incluso los menos habituales. La ESPN planteaba recientemente un duelo imaginario entre Lebron James y Messi por el reinado del deporte colectivo. La resolución del debate (con un inevitable punto endogámico) está de más y de ella hemos de coger ese status de leyenda viva que ya no escapa a nadie. Justo aquí nace una situación única en los últimos 25 años de fútbol… como poco.
Desde su tercera explosión en 2010, Messi fue agarrando un peso específico irreal en lo que concierne a un partido. No es una relación directa con el marcador, que también, sino algo que va mucho más allá. La Pulga es bendición y tortura para sus compañeros y un foco de tensión inusitada para unos rivales que jamás respiran tranquilos con el número diez cerca. Para sus aficionados, Messi supone una obsesión, algo que tuvimos la oportunidad de comprobar el pasado martes: el Barcelona lograba un sufrido y valiosísimo 0-1 parcial al descanso en el Parque de los Príncipes, algo que le colocaba a un pasito de semifinales de la Champions por sexto año consecutivo, todo un record. Sin embargo, esos quince minutos de entretiempo solo tuvieron que ver con la tristeza y el miedo; Leo Messi había clavado su cuerpo en la banda, dolorido, barruntando una ausencia por venir. Fueron instantes de zozobra para los dos equipos. Ancelotti había dejado de atender al juego, porque el juego al final es Messi y en él se iba a decidir el destino general. Pasaron las horas y los médicos confirmaban la noticia: Lionel sería baja por un tiempo indeterminado, una imprecisión de lo más inusual. El club reaccionaba con celeridad, juntando a matemáticos, estadísticos, psicólogos y publicistas en pos de sacar la cifra mágica de goles, victorias y gloria sin la presencia de Leo. Todo envuelto en un cariz casi folklórico y de pánico improcedente. Ante tantas reacciones viscerales, no queda otra que hacerse preguntas: ¿hasta dónde ha llegado la figura de Messi? ¿Qué sienten sus compañeros en su presencia? ¿Y en su ausencia?
La figura de Leo Messi agarró una trascendencia difícil de creer y con un puntito insano
No creemos que exista un jugador que sienta más amor por Messi que Fernando Gago. Sus casi fraternales declaraciones, alejadas del elogio rutinario, enlazan con el primer gran aspecto de la importancia de Leo sobre el verde. Contar su calidad aburre, pero a nivel sensorial, el peso de Leo sí merece una explicación. En un partido, el futbolista que más tensión sufre es el centrocampista. Es simple: el defensa sabe Para los mediocentros organizadores, Messi es un regalo del cieloque su error es mortal, pero afronta la mayoría de las decisiones en superioridad numérica y de vez en cuando descansa. El delantero es el mayor holgazán: el fallo es lo esperable y a 80 metros de su portero hay margen para la frivolidad. Para el centrocampista, en cambio, no hay tregua. La pelota está siempre rondando y no te puedes parar. No hay lugar para el placer ni tiempo para reposar, ni siendo el mayor de los fenómenos. Ahí surge Messi. Una vez aprendió a situarse para recibir la bola, Leo pasó a ser el gran amigo de los mediocentros, de aquellos que organizan los ataques desde atrás. A los maestros, como Xavi, los convirtió en dioses del olimpo. Ellos dos, juntos, han sido el Imperio Culé. A los más discretitos, como es el caso del mencionado Gago, les da la vida. El Pintita no la golpea mal pero es lentísimo a la hora de soltarla. Para él, tener a Messi es como ir a un examen con chuleta. Gago no ha de pensar, no ha de tomar decisiones; se quita problemas. «Todas a él». «La Brujita» Verón, Sergio Busquets, el inadaptado Song… con todos hizo grandes migas. Al primero lo disfrazó de cerebro de élite en aquel debut mundialista contra Nigeria, algo que en 2010 Juan Sebastián ya no podía ser. A Busi le dio tiempo a crecer y descubrir el oficio de pivote. Con Song coincidió poco, pero lo más destacado del camerunés en el Camp Nou siempre fue con Leo a su vera. Está claro: abajo, Messi simplifica y relaja.
Subiendo un escalón es cuando la cosa se pone cruda y difícil. Hay que acudir al principio. Guardiola recogió un Messi “extremo derecho” por herencia del Ronaldinhato, pero todo aquel que había visto a Leo en el albero de la cantera sabía que él no era eso. Etoo y Henry pasaron y su evolución lo llevó al centro, con el desenlace conocido. El nacimiento del Messi de 60 goles al año iba a tener diferentes consecuencias que podríamos desarrollar en tres actos: “la vagancia de Iniesta”,“la ruptura con el modelo” y “el complejo”.
La superexplosión goleadora de Messi tras la 2010-2011 trajo diferentes consecuencias
Ante el Paris Saint Germain, Iniesta volvió a completar un partido normal. Si en un universo paralelo se rejugase ese PSG-Barcelona sin el concurso de Andrés, con toda probabilidad al cuadro catalán le iría entre peor y mucho peor. El manchego quizás siga siendo el mejor centrocampista del mundo, un elementoIniesta se volvió «vago» tras ver a Messi marcar 60 goles cada campaña bendecido con la habilidad de no equivocarse. Nunca será estéril para sus equipos. No obstante, su regularidad llama la atención. La 2010-2011 fue su última campaña de enorme constancia. Rozó los 10 goles en Liga (única vez que se acercó) y definió a lo grande ante Arsenal, Shakhtar o Madrid en el camino a Wembley. Tras La Cuarta llegaron los números irracionales de Leo y Andrés se relajó. Por más que busquemos motivos tácticos en el asunto, no los encontramos. Es cierto que la posición de Leo después de 2009, 15 metros más centrada, le arrinconó ligeramente sobre la izquierda y le quitó una mínima porción de libertad, pero en ese rol Andrés justificó toda su fama. Sin ir más lejos, esta campaña vimos algunas de las actuaciones más potentes de su carrera. No, es tema mental. Iniesta pasó a ser genio a tiempo parcial. En abril de 2009, un conocido relator cantó su inmortal gol al Chelsea con palabras como “el crack verdadero del Barça”. Y aunque suene excesivo, lo que hizo con el Bayern o el Manchester United sirve para justificar la bravata. La probable ausencia de Leo en la vuelta frente al PSG eleva casi sin querer las expectativas para con Iniesta. No hay duda: el término Iniesta de España, creado para explicar el rendimiento de Andrés sin Leo, es ya un concepto 100% psicológico, no de pizarra.
El modelo azulgrana es el gran protagonista subterráneo de esta historia. Todos conocemos el definidísimo juego de posición culé, en el que la inspiración de sus estrellas quedaba encuadrada dentro de un orden casi perfecto. El Barça de Guardiola siempre fue mucho más Holanda que Sudamérica. Messi, argentinísimo en su fútbol, fue la (imprescindible) pieza que provocaba el caos. El Barça rompía los patrones básicos de su librillo –fijar futbolistas lejos del poseedorEl toque final de Messi termina acomplejando a los que le rodean del balón– a cambio de superioridades inéditas en la medular. La tendencia central de Leo mandaba a los puntas a fijar por fuera; unos puntas que no sabían ejercer como extremos… al menos en el estilo del Fútbol Club Barcelona. Esto es fundamental. Por su manera de hacer (basada siempre en la esencia Messi&Xavi), el Barça somete a sus delanteros a constantes retos técnicos a la hora de asociarse; unos retos que nombres como Villa o Alexis han sufrido y siguen sufriendo a la hora de afrontarlos. Todo esto sin olvidar que en sus labores como regateadores de banda fracasaron, pues no está en sus condiciones ganar línea de fondo con sencillez (no es casual que desde hace tiempo solo Tello transmita frescura por fuera). Villa resistió meses por su grandeza competitiva pero Alexis fue devorado progesivamente. El Barça empobreció su mecanismo ofensivo y sus extremos perdieron toda la iniciativa. ¿Cuántas veces hemos visto a Alexis pasar la pelota a Messi pese a encontrarse en clara situación de disparo? Pensémoslo un instante: ¿cómo jugarse una pelota decisiva teniendo al lado a semejante definidor… y con la autoestima quebrada al verse tan inferior en el modelo Xavi&Messi? A menudo se habla de lo complejo que es ser delantero junto a Leo, pero el éxito de Higuaín, Agüero y hasta Lavezzi en la selección argentina desmiente ese mito; una selección por cierto con un modelo antagonista con respecto al del Barcelona.
Ser punta en el modelo creado por Messi y Xavi es un suplicio; fuera de él, Leo potencia a los «nueves»
Tanto Villa como Alexis han cosechados alabanzas al calor de Leo. Sin ir más lejos, el chileno funciona estupendamente como 9 por delante de Messi. Villa ahí solo aspira a serle útil al equipo; sus partidos ante Francia (España comparte rasgos con el Barcelona) y el PSG evidencian que lo de ser referencia en partidos de élite empieza a quedarle grande. Entonces, ¿cómo afecta a estos futbolistas la ausencia de Leo Messi? En lo individual, Villa recobra su licencia para chutar, como mejor segundo mejor definidor de la plantilla que es. Ahí queda la cosa, no hay plus futbolístico ni táctico. Para Alexis, supone administrar aún más metros a lo ancho, que no deja de ser su principal cualidad; estar quieto expone su pie torcido. Pero la auténtica cara positiva es la común a todos: el aumento de la responsabilidad. Leo Messi es un elemento tan poderoso que ha opacado a futbolistas que, no debemos olvidar, son campeones de todo en muchos casos. Cuando Messi no está, el orgullo general se fortalece. “No solo somos Leo”, algo que en ciertos momentos se ha llegado a asentar como idea. Las carencias de desequilibrio y remate nublan el juicio y asustan con razón. A largo plazo, la vida sin Lionel Messi sería insostenible. A 90 minutos, cuesta pero es viable. Aunque no haya psicólogo o publicista capaz de tapar la jindama.
Sergio Flores 6 abril, 2013
@Abel @David Leon
Gran articulo David. Creo que muchos ya intuimos estos conceptos, pero plasmarle en un articulo, es un arte. Estoy de acuerdo en casi todo. Pero surge una pregunta: que tipo de "extremos" rendirian mejor en el Barcelona de Messi? Que jugadores en el mercado actual podrian jugar de puntas estaticos? Estariamos hablando de jugadores con el maximo nivel tecnico – tactico, estilo Wayne Rooney? O jugadores "de banda "habilidosos del tipo Hazard o Mata?
Esperare vuestras opiniones con ansias!