Cuentan que cuando el Diablo puso el pie en la catedral de Múnich no vio ninguna ventana y salivó imaginando incontables fechorías al abrigo de la oscuridad. Ya ingeniosos en esa época, los alemanes habían construido un templo cuyos ventanales no se divisaban desde la entrada a causa de la hábil disposición de las columnas del edificio. Al avanzar el visitante los rayos de sol le sorprendían desde ambas direcciones. El descubrimiento no le sentó bien al señor del inframundo, poco dado a la exposición solar prolongada, que se esfumó entre blasfemias y el chisporroteo de la carne quemada… no sin antes dejar la huella de su chamuscado espolón en una baldosa de la catedral para regocijo de la futura industria turística de la ciudad.
Si Leo Messi tuviera un espolón habría metido algún gol con él. No consta. Pero sí lo hace una larga lista de fechorías por los campos de Europa. Tampoco parece compartir con su compañero Iniesta la aversión por la luz solar, pero hay algo diabólico en su influencia sobre el marcador. La distancia mitifica y en el continente el argentino es un rival más temido y menos comprendido que en el fútbol español, que lo sufre con mayor dosis de pragmatismo y sangre fría. Esta noche se verá si el formidable Bayern de Heynckes y los paneles luminosos que cubren su templo serán suficientes para ahuyentar al diablo argentino. El asalto al Allianz Arena supondrá la sexta semifinal consecutiva para el Barça de Leo Messi.
@DavidLeonRon 23 abril, 2013
Uno de los mayores retos de la carrera de Leo Messi, no tengo dudas. De aquí a 2014, posiblemente el mayor de todos.