Al Milan de Sacchi nunca me acerqué por sus títulos. Tampoco por su revolución táctica, por más que me dijeran que cambió la esencia del juego. A ese Milan de los holandeses llegué, como a tantas otras cosas del balón, por Maradona. La rivalidad entre Nápoles (en adelante “Napoli”, para meternos un poco más en el papel) y AC Milan es la historia de las bravatas de Diego contra el equipazo lombardo. La de la revolución napolitana contra el sistema. En fin, todo lo que ya se sabe. Yo les contaré lo que significa para mí este duelo en tres imágenes que quedaron grabadas en mi memoria.
EL CONTROL
Es muy posible que de todos los títulos que logró Diego, ninguno, ni siquiera la célebre Copa del Mundo de México, tenga la categoría de milagro del Scudetto de 1987. En San Paolo aún no jugaban Careca o Alemao, no había grandeza ni trofeos que intimidaran al rival. Solo estaba la zurda de Dieguito. La misma que un 26 de abril de ese año pinchaba un envío en largo de Giordano con precisión desconocida. Maradona engañó a su defensor, haciéndole creer que iría a recoger la bola con la jerarquía acostumbrada, pero no. En un mismo toque, control y regate al portero. Éxtasis.
EL SIGLO XXI
Probablemente, el Napoli-Milan más célebre de todos los que tuvieron y tendrán lugar. Tras una gran remontada milanista, ambos conjuntos iban a jugarse la liga en San Paolo, un 1 de mayo de 1988. Muchos relacionan la cita con el escuadrazo de Maradona; un libre directo tan perfecto y estético que bien merece que se lo recuerde. Para mí, esa fue la tarde de Ruud Gullit, la bestia venida del futuro, el gran enemigo del Diego. Un portento físico y técnico sin ubicación en una cancha que se le quedaba pequeña. Gullit decidió el partido con dos asistencias portentosas, la segunda tras un contragolpe impropio de esos tiempos. Ruud era eso, un anacronismo de la pelota. Un futbolista de otro siglo.
EL FUERA DE JUEGO
En noviembre de 1988, la película ya era otra. Napoli y Milan se habían repartido los dos últimos campeonatos italianos. Sacchi había triunfado a la primera y con Van Basten, Gullit y Rijkaard se preparaba para dominar Europa. Su truco: presionar cuando eso no existía. Adelantar líneas como locos, obligando al adversario a afrontar una situación anómala, casi como leer en otro idioma. La estampa es inolvidable: el Napoli retrasa la bola y entonces una manada de lobos responde al grito de su líder, Franco Baresi: ¡Salimos! Pero el Milan llega tarde al balón y Maradona, canchero como si fuera argentino, rompe el offside y marca. Lo hace de prodigioso cabezazo desde fuera del área, como si la jugada no tuviera ya suficiente carisma.
@pittiseverini 14 abril, 2013
Que genial todo esto. Si un chico de 12 años me dice como se tiene que jugar al futbol, le digo que mire a Baresi. La inteligencia, la técnica, la obsesión con el fútbol, al entrenamiento y el apego a la táctica lo convirtieron en el mejor defensor de la historia. Solo un genio lo podía superar. ESE Diego.
Excelente David.