La fecha, un 11 de junio del año 1997. Salt Lake City se preparaba para albergar un nuevo partido de las finales de la NBA. Al mejor de siete encuentros, el quinto enfrentamiento entre Utah Jazz y Chicago Bulls se antojaba como decisivo, casi definitivo. El choque llegó igualadísimo a los instantes finales; segundos de gran tensión en los que Michael Jordan era como jugar con uno más. El que para muchos (servidor se incluye) ha sido el deportista más grande de la historia sentenció con la frialdad acostumbrada, ganando medio anillo para su equipo. Por repetida, la proeza no habría pasado por tal si no llega a ser por las condiciones físicas con las que Jordan afrontó la cita; el eterno 23 saltó a la pista envuelto en unas décimas de fiebre que afectaban de forma visible a su cuerpo. Michael tiró de lo que nadie más tuvo y sobrevivió, sabiendo que sin él los suyos no creerían en la victoria. Anoche vivimos un capítulo protagonizado por Leo Messi que, sin ser igual, guarda paralelismos con aquel célebre de his Airness. La Pulga, que seguramente sea lo más parecido a Michael Jordan que dio el fútbol, levantó una situación de máximo peligro en condiciones precarias, casi improcedentes. El slalom de Messi ya es otro capítulo inédito en su libro de gestas europeas, lo que siempre es buena nueva para el barcelonismo. Las noticias malas también tuvieron un lugar destacado. Mentalmente, el Barcelona no pudo nunca con la ausencia de su estrella. Decía Piqué que “la entrada de Leo había dado un plus anímico a todos”, evidenciando que sin el argentino había habido cagazo. Es entendible, pues con el genio fuera la pegada blaugrana roza la inexistencia. El miedo explicó una actuación culé que por momentos fue difícil de asimilar pero que dio con el mismo resultado de los últimos seis años: los catalanes a semifinales.
Leo Messi añadió una página más a su extenso repertorio de gestas europeas
La primera mitad fue un homenaje a la simpleza. Pocas veces vamos a encontrar un gran partido de Champions cuyo análisis sea tan fácil de resumir. Que el Barcelona salió nervioso nos quedó claro a los tres minutos, cuando Busquets perdía una pelota sin motivo aparente. A los diez, un pésimo pase hacia nadie de Piqué llevaba el caos a la grada. Sin tiempo de agarrar unas constantes, el duelo ya estaba torcido para los locales. Lo grave no es que el Barcelona pierda balones ante presiones adelantadas, que tiene su lógica; lo realmente fuerte es que el Paris Saint Germain no tenía intención alguna de molestar la salida desde atrás de los de Vilanova. Nunca lo hace, no es su plan. Simple y llanamente, el Barça la entregaba y ya está. Sin Messi, el Barça quiso ser agresivo con la bola, pero el inicio fue muy preocupante.
Aceptemos que con Leo en el banquillo el Barça sufra y se altere. Es natural. Con el rosarino el Barça siempre tendrá una oportunidad de gol, una vía para generar ocasiones. El problema gordo y ya irresoluble esta temporada está en el juego sin balón; en la presión. Los azulgranas tienen un defecto terrible a la hora de recuperar el esférico, ya sea tras perderlo o en defensa estática. En el primer caso, los interioresEl PSG encontraba como quería a Lucas Moura y Javier Pastore en los primeros 45 minutos quedan muy arriba y se puede comprender… pero el tema posicional es otra cosa. El Barcelona no llega a presiones adelantadas sobre centrales o mediocentros si estos son de suficiente calidad. Thiago Silva, Motta y Verratti sacaron como quisieron a Xavi e Iniesta de sus ubicaciones, sin que estos le robasen jamás una pelota. De los espacios a la espalda se aprovecharon de distinta forma Moura y Pastore: el brasileño recibía detrás de Iniesta e iniciaba el gambeteo, o sea, alarma para cualquier rival. Lucas es joven y ha de aprender a abarcar más terreno. Si descubre nuevas zonas en las que intervenir y suma 10 golitos a su juego, estaremos ante una bestia. El otro extremo fue Pastore, cuyo ejercicio fue muy comentado en el 38 Ecos de ayer. En opinión de quien escribe, su primera parte fue notable. Leyó constantemente el hueco vacío y dio continuidad a la transición. Javier estuvo en cada pase filtrado desde atrás por el PSG. No como Ibra, cuya figura abordaremos después. Los de Ancelotti no necesitaron nada más: ni proyectar a sus laterales, ni segundas jugadas… bastaba con recobrar el cuero y soltarlo hacia Pastore. Al descanso, los franceses habían hecho méritos para inaugurar el marcador.
Y eso que el Barça, con 13 disparos, tampoco es que completase unos 45 minutos iniciales pésimos a nivel ofensivo. La superioridad estuvo en Iniesta y Pedro. El manchego se tiraba mucho a la izquierda, aprovechando otra carencia de Moura, el posicionamento defensivo. Ahí Andrés se encontraba mano a mano con Verratti y casi siempre ganaba. Por fuera, un Pedro que confirmó que la izquierda le sienta genial: buscó línea de fondo ante Jallet, saliendo vencedor en todas las disputas. En un mes, el canario ha colado a su club en semifinales de Champions y a su selección la puso casi en un Mundial. Le faltan cosas pero le sobra puntualidad. ¿Y el resto de futbolistas? Pues nada. Nos paramos un segundito en Cesc. Vale que su paso por el Camp Nou se tiñe cada vez más de decepción, pero hay que mirar el cuadro con perspectiva: el puesto que Vilanova diseñó ayer para él es incomprensible. Por más que Fábregas sea anarquía y movimiento, ese rol de “segundo punta con tendencia central pero que además ha de caer a banda mientras baja a tocarla” es un embrollo. En estos partidos gordos, Cesc no sabe qué tiene que hacer.
Pedrito y Andrés Iniesta fueron todo el Barcelona en la primera mitad. El resto no apareció
En la reanudación creímos ver un intercambio de perfiles entre Motta y Verratti, quizás para tratar de detener el dribbling incesante del vigente Balón de Bronce. No fue así y cada pivote regresó a su punto de partida. Quien no regresó (porque nunca aterrizó) fue Ibra. Lo del sueco tuvo tela. El escenario se prestaba para que, de una vez por todas, Zlatan Ibrahimovic dejara una obra grandiosa en Copa de Europa. Tras lo de ayer, habrá que asumir que el fenómeno nórdico no está en esos escalones. Un jugador como él, que nació con unas aptitudes que para sí habría querido Van Basten, no puede completar semejante segunda parte. Su segundo apoyo entre líneas supuso el gol del PSG. El primero había dejado solo a Lavezzi. Con su equipo clasificado, Ibra nunca estuvo cerca de matar. Tras el 1-1, peor todavía; ahí ni la tocó. Por no hacer, ni chocó con el inexperto Bartra, que si algo le fastidia es chocar. Zlatan colecciona petardazos continentales pero sus últimos 20 minutos en Barcelona van más allá.
Tras el gol de un Pastore que seguía haciendo lo que quería con el Barça, los de Vilanova pasaron a muerte clínica. Justo aquí comenzó a perder el PSG su opción de estar en la penúltima ronda.La intimidación de Messi sacó del área a Thiago Silva una vez: fue gol El conjunto galo es de ritmo pachorrístico, despreocupado, como dicta su crack. Faltó un plus de agresividad, detectar la agonía del contrario. Los galos demandaban mucho más de un Ibra que estaba dejando solo a un Pastore desacertado en el toque final. Tito reconoció la derrota de los mortales, miró a su izquierda y sacó a Messi al campo. Leo ingresó en el 62. En cuestión de 5 minutos el Barça chutó otras tantas veces, ninguna por acción directa de Messi. Su entrada activó a Alves, que por fin triunfaba en sus desbordes en banda o un Villa que, sin hacer mucho, superó su intrascendencia. Dicho esto, al final todo se reduce a lo mismo: el mano a mano de Leo. El número diez gastó el único sprint que tenía con la sabiduría de los elegidos. Enganchó, limpió a Motta y Verratti, sacó del área a Thiago Silva (algo de un valor incalculable) y metió el aguijonazo. Villa dio continuidad a su pequeña mejora y Pedro definió como jugador de 30 millones.
Como muy pocas veces, Messi resucitó a un equipo completamente muerto y listo para capitular
Eliminados, el PSG si exhibió su poca piel de Champions. Adaptarse a esta competición es un proceso lento, y aunque los parisinos están en el camino correcto, aún les queda. Con 1-1 el Barça no padeció agobios, algo injustificable dado el estado de Messi y el actual fútbol de los barcelonistas. Tito se marcó un Song por Villa, colocando un doble pivotazo listo para atarse los machos, pero apenas hizo falta. Gustó Bartra en este periodo, algo que le puede servir como tabla de despegue en su carrera en Can Barça. Tampoco es que salvara nada excepcional, vaya. Ibra, mirada al suelo, le había dicho a sus compañeros que aceptaran el destino del cruce. El PSG tiró sus potentes primeros 55 minutos por la borda, o al menos ese recuerdo quedará hoy. No es justo. Para el aficionado español, el Camp Nou no es más que un estadio de 98.000 personas que anima más bien poco; para el extranjero es el United Center en tiempos de Jordan.
Juan Camilo 11 abril, 2013
De acuerdo en lo que expones, pero la verdad a Cesc le falta ese espíritu competitivo que algunos de sus compañeros llevan, es de no creer que en las grandes citas nunca haya completado una actuación que amerite lo que se pagó por él.
De resto, creo que hoy el Barça compitió muy mal y el PSG no tuvo, no se si el ánimo o el valor para liquidarlo. Es que ver como Xavi pasaba como un espectador más del juego, asombra, así haya completado el 100% de sus pases. Otro que no tuvo su mejor actuación, fue Sergio, algo que no es costumbre, no se si fue más por como quedaba expuesto siempre ante tres rivales o porque no era su noche.
Para terminar, Messi es sobrehumano, mejora a todos con solo pisar el terreno.
Saludos a todo el equipo de Ecos, los leo desde Bogotá, Colombia, David, Abel, Miguel son unos cracks.