En Gijón y Zaragoza lo tendrán siempre presente. En su tierra asturiana no pudo lograr el por entonces ansiado ascenso, pero dejó un puñado de goles, casi 40, y un par de milloncejos en las arcas de la entidad. La Romareda lo recibió con expectación y también ahí se consagró como ídolo. Más de 30 dianas en dos temporadas y la Copa del Rey ante el Madrid Galáctico fueron algunos de los capítulos más especiales. Aquel día el Guaje corrió como nunca. El Zaragoza había quedado con diez hombres frente a la calidad de los Zidane, Figo o Roberto Carlos. Con minutos por jugar, la derrota parecía ser destino inevitable. Víctor Muñoz, que de cerrojos entiende, se agarró a los pulmones de David para resistir. Así sucedió. Gloria maña y primer título para un Villa que demandaba seguir creciendo. Su próxima parada iba a ser el Valencia. Mestalla le había pillado el gusto a levantar copas, costumbre sana pero de difícil mantenimiento. Lo había hecho sin la presencia de un delantero acorde a la calidad de la plantilla, así que el club se movió y compró a Villa. Primer año: 25 goles ligueros y convocatoria para la Copa del Mundo 2006 (donde colaría tres chicharritos). La estancia de David en la capital del Turia duró cinco temporadas y basta tirar de encuestas para darse cuenta el recuerdo que dejó. Para algunos, el futbolista más relevante que pasó por el club; para todos, uno de los grandes. Traspasado al Barcelona pocos días antes del comienzo del torneo, Villa afrontó Sudáfrica 2010 en plenitud. España, a diferencia de los 30 equipos restantes (todos menos Brasil), acudía a la cita africana con la obligación ganar. Las fatigas sufridas tras la derrota inaugural ante Suiza no se olvidarán. Los de Vicente Del Bosque vivieron una pesadilla ante Honduras y una tortura ante Chile. Ante Portugal padecimos y con Paraguay nos vimos casi fuera. En todos los choques, sin excepción, David Villa fue el elemento determinante, la llave de la victoria. Desde el gol y, sobre todo, desde el carácter. El Guaje era futbolista de verdad.
La Copa del Mundo 2010 de Sudáfrica, el momento de más grandeza de la carrera de David Villa
A partir de semifinales, la relevancia extrema de Villa descendió una mijita. Nada grave, claro. Decidir de forma consecutiva cinco partido de una Copa del Mundo parece imposible, o puede que directamente lo sea, porque nadie lo hizo. España abandonó el drama ante Alemania y Holanda y ya solo sufrió dentro de los parámetros normales, los que dicta la competición. Sufrió por ganar, que es lo que gusta. Villa seEn la Copa del Mundo de Sudáfrica se dieron las primeras pistas: En el tiki-taka Villa necesita estar pegado a la banda relajó y ya no marcó más. Aunque el agotamiento fue sin duda un motivo del “bajón”, lo táctico tuvo su peso. Fernando Torres, que había sido el delantero centro titular hasta Cuartos, dejó su lugar a Pedro, llevando a David al puesto de 9. Villa abandonaba la demarcación de extremo izquierdo, desde la que había encontrado el espacio para rajar a Honduras o Portugal. “Espacios”. El concepto clave que define esta historia. El Guaje es un punta de buenas condiciones técnicas con la pelota. Su conducción le permitió siempre crearse goles reteniendo la bola 3 o 4 segundos. Gambetear y chutar era una calidad que poseía. El balón no ha sido un problema para él. Tenerlo. Pasarlo es otra historia. Asociarse, ser parte de una cadena de pases nunca fue lo suyo. Si además había que moverse, menos aún. En el estilo de España, común al del equipo donde pronto recaería, Villa necesitaba la banda, porque esta le colocaba siempre de cara, listo para mirar hacia la portería. Al hueco o al pie, pero siempre enfocado hacia el gol. El Barça lo creyó igual, y puso 40 millones de euros para recuperar el “automatismo Henry”. Ibrahimovic había chocado con la evolución de Messi, devastadora para su fútbol y todavía más para su ego. Guardiola no tenía ningún interés en comprobar el potencial de una pareja que solo hizo estrella a Pedro (con el área siempre vacía, el canario se puso las botas en su primer gran año): fuera Zlatan, dentro Villa.
Amén de llegar como campeón del mundo y futbolista nacional, Villa cayó como guante en el Camp Nou por recuperar de forma inmediata lo perdido con la muerte de Henry: la verticalidad. David no tardó nada en impactar en el colectivo azulgrana. De septiembre a diciembre, las pegas fueron muy pocas. EnDavid Villa recuperó el contragolpe para los azulgranas, aunque no por demasiado tiempo el histórico pico de finales de 2010, Villa estuvo presente siempre con automatismos similares: la pelota venía del sector de posesión (Alves, Xavi, Messi, Pedro) y rápidamente cambiaba a la izquierda, donde el Guaje clavaba el aguijón. Ejemplos, muchos: Santander, Madrid, Real Sociedad… Y claro, el contragolpe. De casi prescindir de este recurso tras la lesión de Iniesta a sumar a Andrés y Leo como lanzadores y a Villa como corredor. Madrid, Villarreal o los dos tantos en Cornellá son el resumen perfecto del mecanismo. Los rivales tuvieron que afrontar el hecho de que el Barça iba más allá del apartado con la pelota; te podía reventar a la contra. Y lo hicieron. Como ocurre siempre, la recta final de temporada afea los partidos y merma la calidad del juego. Los contrarios atendieron mucho más a la espalda de su línea defensiva y se adaptaron a la diagonal del asturiano. El famoso Playoffs ante el Real Madrid comenzó la tendencia que nos acompaña hasta hoy. Como extremo, Villa no pudo imponerse a Arbeloa individualmente. A nivel táctico, David no aportó la profundidad que ayudase a Messi, Iniesta y Xavi. Villa había caducado como “11”. Comenzaba su perpetuo proceso de reubicación.
El Guaje fue clave en el inicio de la histórica 2010-2011, pero no supo adaptarse a jugar más lento
La segunda mitad de la final de Copa había dejado claro a Pep que Villa ya no estaba para agredir en el costado. David fue situado como delantero centro, mandando a Pedro a la izquierda. Su actuación ante Ramos y Carvalho fue mala, casi improductiva. Sin embargo, Messi, Xavi e IniestaPep se inventó el rol de boya para el Guaje en la segunda parte de la final de la Copa del Rey cuajaron 45 minutos que bien pudieron darle el título a los suyos. Guardiola lo tuvo claro: Villa no sería extremo en Wembley. Pep volvió a sorprender a Sir Alex Ferguson colocando al Guaje como punta-derecha, más cerca de Vidic que de Evra. El objetivo era que Messi pudiera flotar sin la vigilancia de los zagueros. Y así fue. Leo y el Barcelona la rompieron. Villa jugó un partido oscuro pero disciplinado y útil, recogiendo el premio de su golazo a Van der Sar. Recompensa merecida por un año que dejó clara su grandeza, pero evidenció la llegada de problemas. La secretaría técnica no permaneció ajena a esos problemas y contrató a Alexis. El chileno fue una respuesta muda a las carencias de Villa, algo que empezó a sentirse en el ambiente. El Niño Maravilla, moldeado entre otros por Bielsa, tenía el movimiento y pase en su cabeza (no tanto en los pies). Marcar en el Bernabéu –en una definición que hoy nos parece mentira– fue la gota que colmó el vaso: Villa estaba en apuros. El Barça viajó a Japón a disputar la Intercontinental con el delantero español en su peor momento. En un mal apoyo, su tibia dijo basta.
El Barcelona parecía perder poco en aquella jugada, pero perdió muchísimo. Entre críticas y escasa continuidad, David había anotado 5 goles en 15 partidos, uno cada tres, que no está nada mal. El gol seguía ahí. Cómo no iba a estarlo tratándose del máximo goleador del Mundial 2010 y la Euro 2008. El Barça perdió puntualidad anotadora, en los días pequeños y en los grandes. Los primeros descolgaron al Barça de una Liga que en el momento de la lesión del Guaje co-lideraba junto al Real Madrid. En cuanto a las tardes importantes, cuesta imaginar a un Villa tan fallón como sus compañeros en aquella semifinal ante el Chelsea. Un año después, la historia es diferente. Los puntos milagrosos de Sevilla son los que volaron en El Sadar o El Coliseum. Los nervios de Alexis ante Cech contrastan con la tranquilidad del “7” ante Abbiati. En una plantilla, Villa es un arma poderosa. El análisis específico es menos generoso. El de Tuilla disminuyó aún más su rendimiento futbolístico. Su aportación como 9, que no fue destacada ni en aquel mes mágico de Sudáfrica, hoy puede catalogarse directamente como inexistente. Villa es un escudo, una pared para confiar en los milagros de Messi. Y ya. Leo es tan bueno que un ratito suyo basta para echar al PSG o al Milan… pero todo tiene un límite. Al Guaje le toca decir su última palabra. Lo veremos pronto.
Matías 22 abril, 2013
Villa es gol. Y pocas cosas son tan indiscutibles en el fútbol como el gol. Ahora bien ese gol de Villa que eventualmente puede caer ¿compensa su nulo aporte al juego en partidos decisivos, donde cada detalle cuenta? Yo tengo serias dudas y, en principio, diría que no. Y lo digo por que la cuestión del "gol de Villa" a veces está planteada como si fuera una cosa fortuita, no como una consecuencia lógica del juego o de su aporte al mismo. Es decir, "Villa no aporta, pero le cae una del cielo y adentro". ¿Y si no le cae? Como paso, por ejemplo, en la eliminatoria frente al PSG.
En ese duelo Villa jugó los 180 minutos (alguien que me corrija si me equivoco) y su aporte fue un toque atrás que Pedro cambió por gol. Nada más. O sea, en un cuarto de final de Champions, ante un rival muy complicado, Villa no tuvo ni un remate de cara a puerta. Está bien, el (mal) juego del Barca tampoco le facilitó los caminos pero él al equipo no le devolvió prácticamente nada.
Yo creo que el Barca necesita algo más seguro que ese gol milagroso de Villa, como la movilidad, los desmarques de Alexis, que le dan espacio a Lionel. Si, el chileno erra lo indecible y eso pesa mucho en las grandes citas, pero también te aporta cosas útiles. Si a Villa no le cae esa pelota (que en partidos ante centrales de calidad no le ha caído) no te aporta casi nada. Yo a Villa lo guardaría para los últimos 20 o 25 minutos con la eliminatoria en desventaja y con la necesidad de marcar de cualquier forma. De entrada me parece arriesgado.