El cuarto año del Pep Team no fue el paraíso, aunque la historia, sabia y en este caso justa, lo haya olvidado. El Barça no compitió esa última Liga, la perdió muy pronto, víctima de una pesadez en su abundante posesión que facilitó sobremanera la defensa a sus rivales. Encuentros como la visita a Granada, por citar una victoria, resumían la esencia de aquel agosto-octubre: el modelo del doblete de 2011 se había quedado obsoleto. Por lo que sea ya no creaba ocasiones de gol, algo que en un título que se iría a más de 95 puntos era el fin. Guardiola, que es un genio, detectó el problema y empezó a buscar soluciones, todas ellas en una misma dirección: sacrificar parte del control, abrir los partidos, generar así más espacios a Messi y que Leo impusiera su calidad. El famoso 3-4-3 personalizó el proceso. Pese a que funcionó, pues el juego fue a más, no fue suficiente. Mourinho le ganó la Liga y le arrebató el dominio de los Clásicos en los últimos dos envites, y el Chelsea le eliminó de la Champions aprovechando el inexplicable 1-0 de Stamford Bridge. Pep se fue. Puyol, Piqué, Alves, Pedro y, sobre todo, Xavi sembraban dudas en el futuro inmediato.
Se falla al apuntar que Xavi es el FC Barcelona que diseñó Cruyff. Johan jamás soñó con Xavi. Era absurdo. ¿Un centrocampista al que fuera imposible quitarle el balón pese a que lo tocase cada 10 segundos? Tan probable como el mayor disparate imaginado, habría sonado aquéllo. Di Stefano, Pelé y Maradona ya habían comparecido y ninguno había concebido nunca semejante virtud. Pero surgió, y Guardiola se valió de ella y, entonces sí, de la creación de Cruyff: un modelo basado en un juego de posición de estilo ultra-técnico que podía dar la réplica asociativa a Xavi, y que Iniesta definía como ningún otro. Así nació el 70% de posesión, un proceder que, colmado por la resolutiva presencia de Leo Messi, que justificaba hasta la paciencia más antinatural, escondió los defectos potenciales de aquel equipo tan exitoso: una carencia absoluta de talento defensivo en el centro del campo (solo Busquets tenía condiciones) y un déficit importante de calidad en el último tercio de cancha, Messi aparte. En 2012, su 14ª temporada, cayó Xavi, y así el modelo descrito. Y las carencias se hicieron ver. Desde entonces el Barça se ha movido en una disyuntiva fija: ¿abro para que Leo mate y no se note que me falta «Stoichkov» o cierro para protegerme y que no se note que me falta «Touré»?
Tito Vilanova construyó un sistema con el objetivo primordial de recuperar la Liga BBVA.
Messi protagonizó un arranque de temporada impresionanteLos dos párrafos anteriores intentan definir el difícil contexto que afrontó Tito Vilanova: no sólo debía cubrir el hueco que había dejado la persona más carismática de la historia del club, sino que heredaba un equipo que no funcionaba como se le suponía y al que su gran rival le había comido la tostada. Dicho lo cual, con la plantilla culé los problemas casi siempre tienen solución. Tito sabía que su reto era cortoplacista, que lo primero que tenía que obtener era crédito, y eso pasaba por salir vivo en Liga del FC Barcelona-Real Madrid de la jornada 7. Ganar las seis primeras jornadas era clave. En pos de ello hubo novedades: Xavi bajó un escalón y formó un doble pivote con Busquets; Messi e Iniesta ejercían de mediapuntas y los hombres más adelantados eran dos extremos muy abiertos. Salió bien porque el Barça ganó todo, pero no quedaba muy claro que aquéllo fuera una buena idea. Solo la primera jornada trajo una victoria autoritaria; las demás ni fu ni fa, pese al estado de gracia de Messi. El argentino decidió la práctica totalidad de los partidos disputados.
El primer gran Clásico mostró que Tito no creía en el 4-2-2-2 originalDe hecho, el invento de Tito iba en esa línea: abrir el ataque para que Leo tuviese todo el espacio posible, como si fuera el típico aclarado usado en baloncesto. Además el Barça llegó incluso a conceder el balón en ratitos cortos para permitir al «10» contragolpear a gusto, que es una de sus jugadas favoritas. El otro gran beneficiado, aunque de manera diferente, fue Xavi. Al retrasar su posición encontró espacios, facilidades, y dejó de perder el balón tanto como en el año anterior. Fue genial a nivel sensaciones; el grupo agradeció volver a ver a Xavi sintiéndose el centro. Pero aquéllo no era verdad. En cuanto llegase un rival de nivel adelantaría un poquito la presión, trabajaría sobre el «6» y descubriría el invento. Vilanova, que lo sabía mejor que nadie, cambió el sistema para enfrentarse al Madrid, que visitaba el Camp Nou en octubre… a 8 puntos. Fue la prueba de que ni Vilanova creía en aquel 4-2-2-2 a medio plazo. Solo había sido una rampa de lanzamiento para el proyecto a la que los resultados le habían dado la razón. La Liga estaba encarrilada.
Iniesta fue el gran artífice del mejor FC Barcelona de esta temporada, el de la primera mitad de enero.
Con el 2-2 del Clásico se cerró una etapa. Lo que vino justo después fue, futbolísticamente, más ambicioso. Xavi abandonó el doble pivote y regresó a su posición fetiche (interior derecho), permitiendo al Barça tener el balón más arriba y dando así pie a que la propia cadena de pases pudiera causar algún desequilibrio. Por supuesto Messi siguió siendo el más importante, pero dejó de ser lo único. Además, al poco tiempo se sacrificó a un extremo, entró Fábregas e Iniesta adelantó su posición. Con aquel modelo el fútbol azulgrana alcanzó su pico más alto desde la última Final de Wembley. El sistema funcionaba y todos estaban on fire.
Indudablemente, Andrés fue la clave de aquel breve periodo que tanto sedujo. El manchego fascina, es un futbolista que podría retirarse mañana sin miedo a ser olvidado, ya es historia. Pero sí que es posible que su puntualidad en Stamford Bridge y Sudáfrica haya generado una imagen de perfección y fiabilidad que no es fiel a su rendimiento: Iniesta no solo va corto de determinación -es el único súper fenómeno cuyo partidazo no garantiza una victoria-, sino que también adolece de una irregularidad galopante. En el corto (partidos), medio (meses) y largo plazo (en la era Guardiola, Andrés apenas respondió como el genio que es en dos de los cuatro años: 2009 y 2011). Pues a principios de enero, ante Espanyol y Málaga sobre todo, emergió.
El rasgo más destacado y rompedor de aquellos días fue que, por primera vez en cuatro años y medio, el Barça tenía el balón en el sector izquierdo: el de Alba, Cesc e Iniesta. Piqué y Busquets desviaban hacía allá la salida, en lugar de buscar a Alves, Xavi y Messi. Andrés, cuyo entendimiento del juego no tiene paragón, ocupaba la zona que le saliese en cada instante, y Fábregas quedaba presto para compensar su decisión: si el manchego bajaba, el catalán subía; si el manchego iba al centro, el catalán iba a la banda. Así siempre, propiciando un reparto del espacio muy equilibrado. Entre pases y conducciones alcanzaban el pico del área y ahí detenían el juego, cambiándolo todo: el rival giraba la vista, doblaba la orientación de sus pies y sus ojos dejaban de mirar directamente la zona de remate o rechazo, y pese a la atención dedicada, la calidad técnica culé era tal que filtraban el pase hacia Xavi o Leo (el increíble lado débil), con lo que supone una recepción en ventaja de uno de ellos cerca del arco contrario. El Barça jugaba tan, tan bien que uno de los valores constantes de la temporada, Sergio Busquets, pudo disfrutar por fin. Los rechazos eran de baja calidad y él podía tiranizar la segunda jugada. El rival ni siquiera atacaba a la contra. El rival tan solo sufría.
La desgraciada enfermedad de Tito dejó al Barcelona sin entrenador en el momento menos oportuno.
La ida de Copa contra el Real Madrid fue la gran oportunidad perdidaPero de repente empezaron a llegar malas noticias a una temporada en la que todo había salido a pedir de boca. Fue como si la suerte se truncase de la peor manera. El preludio fue un gol de Camacho en el último minuto del Barcelona-Málaga de la Copa del Rey, que abría la eliminatoria y forzaba a los culés a ir a ganarla a la Costa del Sol. Tres días después cayeron en Anoeta, pese a que dos fallos individuales de la Real le habían regalado un 0-2 en el minuto 25. La duda se había instalado, llegaba la hora de medir a Tito Vilanova en esas lides, pero su enfermedad se reprodujo y le impidió demostrar si era o no capaz de hacerlo. Fue un desgraciado punto de inflexión que inició una cuesta abajo primero paulatina y después muy evidente. Con certeza, la pendiente descendente se acentuó tras el Real Madrid-FC Barcelona de Raphaël Varane. Los culés visitaron un Bernabéu en horas bajas con la sensación nacional de que podían dejar a su máximo oponente sin nada que hacer hasta el próximo agosto, ya que a su discreto nivel se le unían las ausencias, entre otros, de tres de sus cuatro defensas titulares -más el principal suplente-. El Barça fue superior gracias a un Iniesta divino, pero no lo bastante. Había desaprovechado una oportunidad de oro.
Las dos eliminatorias de Champions de los culés han generado dudasPara más inri, aquel Clásico sacó a relucir las limitaciones del sistema de Jordi Alba, Cesc e Iniesta, que hasta entonces había parecido perfecto: tenía problemas para salir desde atrás contra presión (a Cesc le falta técnica y Xavi no puede con marcas agresivas) y también para ser profundo contra líneas defensivas adelantadas (apenas Pedro trabajaba los desmarques de ruptura). La visita a San Siro y la vuelta copera fueron muy dolorosas. Muchísimo. Tanto que los entrenadores del Barça asumieron que el tema iba mal, dejaron de buscar un rendimiento colectivo magnífico y optaron por un plan de miras bajas que a día de hoy sigue vigente, con Iniesta de interior para que suba la pelota hasta arriba y decisiones tan llanas como la titularidad de Villa por el mero hecho de que define bien delante del portero -sin más, porque no aporta otra cosa-. Con este percal se afrontó la eliminatoria contra el Paris Saint-Germain, el primer equipo que se atrevió a jugar contra el Barça de Xavi, Iniesta y Messi sin tomar ninguna precaución especial, una declaración de intenciones que en primer lugar tocó el ego culé y que, además, resultó exitosa, porque raro fue el minuto en el que el equipo francés se vio zarandeado. De hecho en muchos momentos fue superior.
La plantilla del FC Barcelona siempre ofrece soluciones para mejorar. Le toca a Tito Vilanova.
La imagen del Barcelona en ese aún cercano Barça-Paris SG causó una impresión de inmensa debilidad, seguramente de forma falsa, porque no tiene futbolistas para transmitir eso. Tener que recurrir a un futbolista lesionado, que no estaba en condiciones de jugar al fútbol, porque el resto se estaba mostrando tan inoperante con el balón como frágil sin él no es propio de una plantilla que tiene a Piqué, Alba, Busquets, Xavi, Iniesta, Pedro, Alexis o a los ascendentes Valdés y Dani Alves. Por eso es complicado medir al equipo de Tito Vilanova. Su reacción contra el Bayern Múnich, sea cual sea, será una sorpresa, porque es imposible esperar algo concreto, definido, certero. Lo que sí parece claro es que el que fue mejor equipo de la historia debe aceptar, de verdad, que hoy hay equipos con posibilidades superiores, y que para competir contra ellos debe hacer lo que ellos hacían (y todavía hacen) contra su fútbol: adaptarse a sus defectos y virtudes. Esto no quiere decir que el Barça deba entregar el balón y jugar a la contra, afortunadamente este deporte es más complejo y ofrece recursos menos drásticos. Pero lo que no puede ser es que el Barcelona defienda a Cristiano Ronaldo como si fuese un cualquiera, por citar un ejemplo. La próxima semana visitarán el poderoso estadio de Lahm, Schweinsteiger, Ribéry y Robben. Con lo de siempre no va a valer. Ha llegado la hora de que Tito demuestre que él también es uno de los mejores en las citas determinantes.
Kay 18 abril, 2013
¿y por que se abandono el Alexis de 9? Quiero decir, alargaba al rival, y si el rival se encierra mínimo garantiza tocar los huevos un rato con su hiperactividad y caidas bandas. Alexis cae a bandas y al centro y Messi tiene a retrasarse. Es un lio gordo para el rival ¿no? Total , su falta de gol no debería notarse demasiado ahí aunque suene raro, ya que o dispara fácil o no dispara y su misión es más crear huecos a lo torres y, sobretodo, que el rival no presione arriba eficiente.
Y por otro lado, retrasar a Iniesta . Que si, que en 3/4 se perdería calidad, pero está Messi, pero si el rival se encierra acabaría por jugar en 3/4 como quien dice. Pero de nuevo si quiere presionar se ve expuesto a Iniesta y sus conducciones.
SI no puedes tener la posesión de manera natural haz que rival tenga miedo a salir a adelantar lineas. Seguiras expuesto a la contra, pero serás más eficaz sacando el balón y en ataque normal.
La disposición y el resto de hombre podría variar según lo que se quiera reforzar, para añadir matices.Por que hasta se podría meter a Song de interior y sacar provecho.Que Song defiende muy bien sobretodo si sobre él no recae todo el peso, y tiene conducción y aunque suena raro, magia en 3/4 individual, ver al Camerunes soltar un regate, desbordar por banda o filtrar un pase no es raro.
Sigo pensando que debido a la mala introducción de Song la gente no sabe el futbolista que se tiene en el Camerunes. Y a día de hoy me parece más útil que el actual Cesc.