El cántico dice así: “vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de (…), todos la vuelta vamos a dar”. La tonadilla, cultura popular en Argentina, mezcla deseo con amor: el anhelo de recuperar la gloria perdida y la esperanza de hacerlo a lomos de la figura que se venera. La Bombonera no dudó en entregarse a la sabiduría de Bianchi, mientras sus vecinos millonarios hacían lo propio con el regreso de Ramón Díaz. La estrella puede estar en el césped o en el banco, da igual. Solo importa que lidere, que haga creer. El pasado viernes, ocho años después de su debut con la albiceleste, el Monumental entonó por primera vez la tan ansiada letra: “… que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”. Lionel, adorado alrededor de la geografía argentina desde hace tiempo, había roto la última puerta, la más consagratoria. El público de Buenos Aires hacía oficial el estado de ilusión de un país que no palpitaba así desde la etapa de Marcelo Bielsa. A escasas horas de que Argentina visite Bolivia en una nueva fecha de las Eliminatorias para 2014, tomaremos aquel terrible precedente como punto de partida de esta apasionante historia.
Centrados en la sequía de títulos de la Selección mayor, el fútbol argentino no reparó en exceso en sus llamativos éxitos de ese trienio. Dos Mundiales sub-20 consecutivos anunciaban una interesante generación a no mucho tardar.La derrota en Bolivia, la más dura de la historia, metió a Argentina en un nerviosismo terrible Holanda 2005 fue el campeonato de Garay, Zabaleta, Sosa, Gago y el friki-detalle de la suplencia de Messi en aquel choque inaugural frente a USA. Dos años más tarde, en Canadá, fue el turno de Sergio Romero, Banega, Di María y por supuesto el Kun Agüero. La mezcla de ambos equipos lograría el Oro en los Juegos Olímpicos de Pekín, goleada a Brasil incluida. Era 2008 y asomaba la regeneración. El proceso de cambio iba a ser puesto en las manos de Diego Armando Maradona, nombrado seleccionador poco después de los Juegos. Como suele ser habitual, un traspaso de poderes incluye casi siempre momentos dramáticos. Para Argentina, ese momento fue en Bolivia. En la famosa altura, esa que inspiró frases históricas como aquella de Passarella, “la pelota no dobla”. Pese a los triunfos en las inferiores, ese día Argentina formó con nombres como los de Zanetti, Demichelis, Heinze, Lucho González, Tévez o Maxi Rodríguez. La derrota por 6-1, la más dura de la historia, dejó cicatrices y nuevas sentencias para la colección maradoniana: “cada gol de Bolivia fue un puñal en el corazón”. El ciclo Diego, que no había comenzado mal, entró en depresión. Para colmo, tocaba enfrentar a la Brasil de Dunga, plena de confianza y deseosa de herir a sus hermanos. Maradona llevó el partido a Rosario, tierra de Messi, al que demandó un ejercicio de masculinidad en las horas previas al choque: “Messi ha de hacerse hombre ya”. Una especie de “sé yo” anacrónico y errado, pues olvidó Diego que ni él fue Maradona a los 21 años. Brasil ganó fácil en suelo argentino y Paraguay remató a una plantilla hundida que veía la posibilidad de quedarse fuera del Mundial de Sudáfrica. Sobre la hora, con aquel épico gol bajo la lluvia de Palermo a Perú y la batalla en Uruguay, Argentina clasificaba a la Copa del Mundo.
Messi descubría lo que es la presión mientras Argentina coqueteaba con la tragedia antes del Mundial
Lo peor había pasado para la Selección pero no para Messi, que vivía su momento anímico más bajo. Guardiola cerró filas en torno a su crack: “hay que protegerlo”. Sin embargo, en el juego de Leo se evidenciaba su tristezaPese a que Sudáfrica se cerraría de forma muy negativa, se extrajeron aspectos positivos; erraba goles y los pocos que marcaba, los celebraba con gestos de rabia. La dualidad Argentina-Barcelona desconcertaba a un (todavía) niño incapaz de entender la situación. Mientras que en Cataluña todo eran caricias y amor por lo que ya había dado, en su país apenas lo consideraban uno de los suyos. Una postura que se recrudeció con el festejo salvaje (e impropio) de Leo en el gol a Estudiantes en el Mundial de Clubes; un detalle menor pero que prendió aún más la mecha. Pero como el fútbol no tiene memoria, llegó la cita de Sudáfrica y entre emotivos anuncios de televisión y la calidad de sus futbolistas, Argentina recobró la fe. Del torneo africano han quedado recuerdos exclusivamente negativos, como corresponde a una eliminación tan traumática como la vivida ante Alemania en Cuartos de final. No obstante, no todo fue malo. A nivel colectivo, Maradona dio paso a varios pibes campeones de 2008 como Di María o Romero y a recién llegados como Gonzalo Higuaín. El Pipita debutó de la mano de Diego y en su primera aparición (en el mencionado partido ante Perú) convirtió un bonito gol. Con la 9 de Batistuta a la espalda, Gonzalo confirmaba que la Selección era su sitio. Más polémicas resultaron otras decisiones de Maradona, como por ejemplo la no convocatoria de Zanetti o Cambiasso. En un vestuario históricamente asociado a la división, la medida se tomó como algo interno, pues ambos jugadores venían de ganarlo todo con el Inter y en el aspecto deportivo se antojaban muy necesarios. Diego (en otro logro que no se le reconoció) recuperó viejos valores relacionados con la entrega por la camiseta. Unió al grupo y regeneró el sentimiento argentino. No fue suficiente.
Pero si algo encendió al país fue la actuación de Messi en el inaugural frente a Nigeria. Leo afrontaba su primer Mundial como número uno del planeta, pero había demasiada historia nociva que superar. Existían dudas. A la segunda pelota que tocó, se las cargó todas. Arrancó por la izquierda, dejó atrás a cinco nigerianos y centró a Higuaín, que falló lo que no suele. A Leo solo le faltó el gol en lo que había sido, con mucha diferencia, su mejor día con la elástica de la selección. Argentina contempló el partido que llevaba cuatro años esperando y se lanzó a mimar a Messi. Pese a ello, el campeonato se le haría demasiado largo al diez, obligado a multiplicarse ante las carencias del colectivo. Sudáfrica 2010 nos anticipó el futuro: supimos que Leo podía ser él también con la camiseta divina; que Argentina gozaría pronto de la mejor batería de delanteros… y que sus limitaciones no tendrían fecha de caducidad.
Messi y Argentina se besaron por primera vez en el Mundial de Sudáfrica. Fue un romance efímero
Maradona decía adiós con el corazón encogido, consciente de que su proyecto tenía mucho vuelo y que, pese al huracán de críticas que acompaña a la selección cuando pierde, se había sembrado algo. El encargado de recoger los frutos debía ser “Checho” Batista, seleccionador olímpico que había trabajado con un porcentaje enorme de los pesos pesados que iban a liderar al combinado nacional de cara a Brasil 2014. No sonaba mal la elección. La realidad, sin embargo, fue muy distinta. Aunque se consiguieron prestigiosas victorias ante España o Brasil (con golazo de Leo, el primero a la Canarinha), Batista mostró una torpeza inesperada en todos los frentes. De manera metafórica, Messi mató al Checho.
La 2010-11 fue el punto culminante del Barcelona de Guardiola. La fascinación por el juego de los azulgranas alcanzó cada rincón del universo futbolístico. Partidarios o detractores, todos hablaban de lo que sucedía en el Camp Nou. Batista, más que incluirse en el primer grupo, formaba parte de uno que iba un poco más allá: los fanáticos. El Checho veía en el equipo de Pep todo lo que soñaba para el suyo y, ni corto ni perezoso, se lanzó a copiar.El proyecto de Batista, el único completamente estéril desde 2009 Pese al reparo de muchos, Batista vendía con gran seguridad la idea –convenciendo por el camino a quien escribe, por cierto–. En ella, Messi sería falso 9, por supuesto. Leo llegaba a la Copa América que se disputaba ese verano en Argentina después de la mejor temporada de su vida. Su increíble Champions, rubricada con el gol y MVP en la final de Wembley ante el United abrieron de manera real el debate: ¿es Messi el mejor jugador de todos los tiempos? Batista quería disfrutar de ese genio y para transportar su nivel pensó que lo mejor era calcar el modelo. Por otra parte, el pueblo argentino empezó a preguntarse si la culpa de que ellos no disfrutaran del monstruo que veían por televisión era del propio jugador. El país recibió a Messi con otros aires, conscientes del status de leyenda que ya tenía. Todo estaba preparado para el debut ante (otra vez) la débil Bolivia. El 1-1 cosechado fue una decepción gigantesca, durísima. El empate a nada ante Colombia en la segunda jornada quebró la paciencia de todos, la gota que colmó el vaso. La estampa de Messi sobre el césped, al borde de la lágrima e inmóvil sobrecogió al mundo del fútbol. La reacción social fue más violenta que nunca y durante esos días Messi fue la noticia sobre la que giró Argentina, por encima de cualquier otra. “Messi va a renunciar a la selección”, se rumoreaba. Como anécdota, el famoso relator Victor Hugo Morales abrió su programa de radio matinal (de temática no deportiva) mostrando su rechazo a la actitud de los medios de comunicación que usaban a Messi como vehículo para sus propios intereses, aun cuando la inmensa mayoría no estaba relacionado con el fútbol o el deporte. Envueltos en una presión asfixiante, la albiceleste se jugaba el pase a Cuartos ante Costa Rica. Salió cara, en todos los sentidos. Argentina ganó 3-0 y Messi, pese a no marcar, la rompió. La diferencia de calidad entre ambos conjuntos era notoria, pero se tomó por bueno. El país, evidenciando esa bipolaridad tan carismática, perdonó a Messi, que respondió de nuevo ante Uruguay… a medias, porque Argentina volvía a caer y Leo despedía otro torneo sin anotar y sin pasar de cuartos. A pesar de ello, la eliminación no dirigió los focos hacia Messi; Batista fue cesado de su cargo días más tarde, cerrando un periodo vacío. Si la estancia de Maradona legó algo en la derrota, la de Batista no dejó nada.
La Copa América 2011 desató la gran bronca del país contra Messi; sería la última
Alejandro Sabella tenía el respeto de casi todos. Por sus grandes triunfos en Estudiantes y por su perfil bajo, muy alejado de la rimbombancia de Maradona y la labia desatada de Batista. Pintaba bien, pero después del capítulo del anterior seleccionador, nadie iba a pronunciarse hasta abrir el melón. El ciclo del Pachorra, todavía joven, debe ser analizado desde dos puntos de vista: el social y psicológico y el táctico.
La clasificación para 2014 arrancó con una goleada en casa ante una Chile aún en depresión post-Bielsa. Alegría pasajera: Argentina cayó en Venezuela y, semanas tarde, empataría en el Monumental a uno… otra vezEl peliculón dramático de Barranquilla cambió todo; ahí nació Messi ante Bolivia. La selección visitaba Barranquilla con la obligación de sacar algo para calmar los ánimos. Mascherano, a escasos segundos para el final de la primera parte se hacía un gol en contra de esos tan suyos. Con la muerte ante sus ojos, aquella vieja petición de Diego tomaba por fin cuerpo: Messi se hizo hombre, sabio y escudo de todo y de todos. Fue Maradona por primera vez; recibió patadas, balonazos, aglutinó miedos y ganó el partido con dos acciones. Su esfuerzo fue tal que acabó exhausto y con cuatro kilos menos. Nadie advirtió lo sucedido en suelo colombiano, pero Leo ya era otro. La siguiente cita, ante la habilidosa Suiza en Berna evidenció el cambio: hat-trick del diez. Meses después regresaban las eliminatorias, con Ecuador como rival. La actuación de Leo fue colosal, portentosa. Y a los siete días, otro hat-trick inolvidable, ante Brasil. Goles a Alemania, Uruguay, Chile… ya estaba. Messi era el del Barcelona. O puede que más, porque la rutina aún no alcanzó su día a día y el deseo de gozar le hacía entregarse al límite. Entendiendo las necesidades y las limitaciones de unos compañeros no siempre tan dotados como los de su club. Siendo el capitán y el orgullo de un país al que, tras tanto, pudo derrotar.
Muchas de las mejores actuaciones de Messi en el año 2012 fueron con la Selección
En el levantamiento de Messi, Sabella tuvo poco que ver, pues esa era una guerra entre Leo y su persona y nadie podía lucharla por él. En lo táctico, no obstante, el ex de Estudiantes apostó permanentemente por una línea continuista; el fin máximo de una Selección. Alejandro siempreSabella aún mantiene en duda ese once con el Kun e Higuaín juntos fue consciente de dónde ganaría Argentina sus partidos y dónde los sufriría. Las virtudes blanquiazules no escapan a nadie. Aunque es más casual que otra cosa, el choque de Colombia también puede considerarse bisagra desde la pizarra. Aquel día, preso del miedo, Sabella alineó un conjunto ultradefensivo con Guiñazu, Braña y Mascherano en el medio. Argentina atacó fatal y se fue perdiendo al intermedio. La salida del Kun y su doble referencia con Higuaín liberó a un Messi que se tornó imparable. Esta ha sido y sigue siendo la polémica interna que mantiene Pachorra consigo mismo: su deseo de plasmar un sólido 4-4-2 con dos exteriores de ida y vuelta (Di María y, a poder ser, su hermano gemelo) no viene acompañado por los futbolistas de los que dispone. En otras palabras: prescindir de uno de los mejores jugadores del mundo por Sosa o Walter Montillo parece una irresponsabilidad. Para colmo, Messi ya se pronunció sobre el asunto, dejando clara su postura. El gran defecto a la hora de juntar a los tres puntas surge cuando toca encarar a equipos anchos, de mucha dinámica por fuera. La victoria en Chile, especialmente afortunada, dejó una lectura clara: los de Borghi aplastaron por ocasiones a Argentina, con un Mauricio Isla que recordó a su mejor versión. Para Higuaín o Agüero resulta antinatural correr tras un lateral 90 minutos. No fue el único caso; Alemania, aun sin Lahm, trituró la banda de Zabaleta con facilidad preocupante. Ese encuentro frente a los germanos exhibió la otra gran carencia de los sudamericanos.
Argentina no tiene a Redondo. Tampoco a Sorín o Zanetti. Desde la caída de Verón, Riquelme o el propio Redondo, la elaboración del juego ha sido cosa de sus mediapuntas. Sin laterales que retengan el balón, la salida albiceleste es siempre central. Ahí está Gago, cuyo rendimiento es complejo de evaluar.Argentina posiblemente no disponga de calidad para superar presiones muy adelantadas Mirar sus prestaciones europeas más recientes puede ser desalentador, pero Fernando se siente importante con el número 5 argentino. La trampa está en el ritmo. El pasado viernes ante Venezuela tuvimos otro ejemplo de ello: los venezolanos no presionaron al doble pivote de Sabella y tanto el Pintita como Mascherano tuvieron tiempo de encontrar a Messi; rodeado, sí, pero en campo contrario, donde un Leo activo y chisposo es matador. El asunto no se limita a combinados sudamericanos. Suecia cedió muchos metros en el achique y futbolistas como Masche parecieron poco menos que Xabi Alonso. Argentina volvía a pasar con sencillez de medio campo, produciendo ocasiones para masacrar. Solo un equipo tomó la decisión de presionar arriba: Alemania. Como consecuencia, media hora de grotesca superioridad, con Messi desconectado y sin poder intervenir en ningún momento. Sabella no se queda quieto ante los problemas y está trabajando en ello con dureza. Argentina ha mejorado mucho en los mecanismos de inicio de jugada, que involucran cada vez menos a Leo y se muestran más ágiles y autosuficientes. Queda despejar la incógnita de un gran rival, de una gran presión adelantada. El precedente alemán sigue siendo demasiado contundente como para obviarlo.
Chile y Alemania desnudaron las dos principales carencias del conjunto de Alejandro Sabella
Así está Argentina. Esta es una porción breve de su historia, la que va desde aquella renuncia de Basile en octubre de 2008 hasta nuestros días. Un cuento con despidos, lágrimas, dramas, alegrías fugaces y frases antológicas, todo con el denominador común de Lionel Messi. El astro sabe que Brasil 2014 definirá el recuerdo que de él tendrán las generaciones venideras. Justo o no, no importa; será así, como fue para el resto de elegidos. Por suerte, tanto Leo como Sabella llegaron a tiempo para intentar la empresa más difícil. Argentina quiere volver a ser Argentina y, de la mano de Leo Messi, la vuelta volver a dar.
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@LuisRevilla 25 marzo, 2013
Espectacular, David.
Ahora que Phelps y Bolt cumplieron y se fueron, no caben dudas de que esta es la historia más apasionante del deporte mundial hoy día, por encima de la increíble redención de Lebron James, el eterno otoño de Roger, la rodilla de Rafa, el dominio de Nole y la eclosión de Andy.
Cuestiono, sin embargo, el carácter bisagra de 2014 sobre el legado de Messi. No porque esté en desacuerdo con que ese verano será crucial: es innegable. Sino porque la trayectoria de Leo es tan única y tan brillante, que hay matices que no podemos ignorar. Al final, su historia será un poquito más compleja y creo que tiene potencial para trascender de lo que ocurra en Brasil. Opino esto por 3 motivos:
1) Messi podría no ganar en Brasil, pero no se puede descartar alguna forma de victoria en la derrota. Es improbable, lo sé, pero lo menciono por puro rigor: tampoco es imposible. También podría ocurrir que no juegue el campeonato por lesión, por ejemplo.
En todo caso, a lo que me refiero es a que no se puede descartar que Messi logre comprar tiempo en 2014.
¿Tiempo para qué?
2) Para ganar en 2018, cuando tenga 30 años y, si todo sale bien, nivel más que suficiente para ser el mejor del equipo y del mundo. Como Ronaldo, Messi podría perder Francia 98', pero ganar Korea-Japón 2002. O al contrario que Maradona: Messi podría perder México 86', pero ganar Italia 90'. Creo sinceramente que puede pasar, aunque sea imposible predecir las consecuencias que este orden de los eventos tendría sobre su legado. Porque no voy a negar que ganar en 2014 sí que zanjaría todo de una vez.
Además, también puede ocurrir que la historia reconozca la diferencia entre una cita fijada y acordada por todas las partes involucradas (2014), y lo que sería más bien una visita sorpresa (2018), como la de Ronaldo en Yokohama.
3) Messi es el primer gran genio que se desenvuelve en plena era de la información, época en la que el relato es visual. El mundo observa lo que ocurre todos los días, y no hace falta que se escriban historias apócrifas sobre ningún héroe. No quiero cuestionar la importancia del mundial. El mundial será siempre el mundial. Pero el contraste mediático y comercial (la incógnita es si también cultural; lo más seguro es que no) entre lo que ocurre los domingos y los miércoles normales, y los veranos de cada 4 años, no es tan brutal como en los 70, 80 y 90.
A Maradona se le recuerda de azul celeste, en el Azteca, en una tarde soleada mexicana. Y de albiceleste sosteniendo la copa amarilla diciendo “te tengo”.
No hablo de mi recuerdo, sino del recuerdo colectivo sobre él, si es que existe tal cosa (una búsqueda en Google imágenes podría ser nuestra imperfecta referencia)
¿Pero a Iniesta? Los muy hinchas de la roja, seguramente, pensarán inequívocamente en esa volea con armadura azul. Pero, identificaciones y sentimientos aparte, la imagen amarilla del manchego corriendo en Stamford Bridge, o, peor aún, cualquiera de sus danzas de azulgrana tienen en el recuerdo una presencia comparable a aquel momento en el Soccer City, indiscutiblemente más trascendente desde muchos puntos de vista no tan relacionados con los sentimientos, sino con el deporte mismo y su historia.
Especulo con la posibilidad de que lo que Messi haga de aquí hasta que se retire siga siendo tan increíble (incluyendo lo que hará en los mundiales, porque eso es innegociable: tiene que salirse, tiene que dejar algo memorable), que, al final, su no-mundial sea tan anecdótico como el único Roland Garros de Federer, ese que no tanta gente se toma en serio porque en la era de la información se saben cómo son las cosas: no le ganó al Rey de la tierra.
En fin, hago esta reflexión en tiempo real para tratar de introducir un matiz sobre el destino de la narrativa Messi. Me doy cuenta, sin embargo, que una cosa no va a cambiar con respecto a su legado, por más youtube e internet que haya: lo que sienten los argentinos. Ellos sí necesitan que Leo gane el mundial, porque para ellos es demasiado importante todavía. Es lo más importante.
Un mundial no ganado por Argentina importa infinitamente más en Argentina que en el resto del mundo. Probablemente sea eso lo que a final de cuentas está irremediablemente en juego para Messi: el amor eterno de su gente.
Tiene que ganar el mundial para que todo sea perfecto, profesional y sentimentalmente. Pero permíteme creer que tiene dos oportunidades más, 2014 y 2018, porque reconozco que me produce temor la posibilidad de verle jugándoselo todo el año que viene, al frente de esta imperfecta Argentina contra selecciones muy potentes. Y contra la historia, contra Maradona.
Podría perder, y sería muy duro.