Recuerdo una sensacional columna de David de la Peña sobre la figura de Zdenek Zeman en la que, metafóricamente, comparaba al entrenador checo con un malabarista manejando varias pelotas en el aire, y cuyo virtuosismo era directamente proporcional a su fragilidad. Y no es que Valverde o el Valencia sean eso, pero los tiros van por ahí. Hay mucho de psicológico en la seguridad o la falta de ella a la hora de disputar un encuentro tan importante como unos octavos de final de Liga de Campeones y desarrollarlo como lo hizo el cuadro ché sobre el césped de Mestalla. Fue una mezcla de impotencia, desorden y carencia de aspectos mínimos para competir, que se vieron matizados por una suerte del talento original de otro de los inagotables productos de la escuela española (¿se acuerdan cuando hace unos años había escuela holandesa, escuela italiana o escuela sudamericana y nosotros sin pupitre?), un acertado doble nueve con Valdez, y el balón parado sobre la bocina, que para eso se inventó, para sobrevivir habiendo caído muerto durante los 89’ anteriores.
Fue un contraste sin lucha. Un duelo de estilos muy decantado
El partido fue como una mano y su guante, desde el minuto uno. La mano fue el Valencia, que tuvo la pelota. El guante fue el PSG y su capitán Carlo Ancelotti, que la entregó. La mano fue local,Los locales no rentabilizaron la posesión pero saltó del vestuario dormida, sin riego. Valverde dispuso a sus hombres como se dispone a los equipos cuando atacan una defensa estática que prioriza la posición; el espacio. Abrió y empujó a sus laterales a posición de interiores y extremos, con Feghouli y Jonas en una mediapunta compartida con Ever Banega, más Parejo y Tino Costa repartiéndose el ancho en el nacimiento de cada jugada. El guante, de carácter blanco, fue el Paris Saint Germain, que a no pocos, incluído el firmante, sorprendió dando entrada a Lucas y Verrati, dos exquisitos jugadores. Brasileño e italiano jugando en París, lo exótico del fútbol. Entre ellos un interminable y grandioso Blaise Matuidi y un acopladísimo y aguerrido Javier Pastore. El contraste fue tan obvio como flagrante; quizás por momentos incluso descarado. Los de Valverde tenían el balón y el tiempo para enviarlo, pero el escenario les superó. No respondió nadie, como un no gestual mostraba el txingurri en su banquillo. Posesión estéril, sin movilidad, sin verticalidad con la pelota para girar al rival y empujar zonalmente con una supuesta superioridad en segunda jugada. El Valencia se exponía para intentar someter. La espesura hizo que la pérdida fuera inevitable y posteriormente irreparable.
Ahí entraron Zlatan y el vértigo controlado de Lucas Moura, que tradujeron la paradoja del dominio en el fútbol, que no es otraL.Moura exhibió su gran clase que la mayor importancia del control del espacio sobre una posesión sin justificante. La ventaja a través del balón puede ser la más productiva, pero sin ella, tenerlo suele traer enormes consecuencias (la Liga BBVA da fe de ello). Ancelotti eligió a Moura sobre Menez. Acertó, esperando un Valencia abierto, amplio, arriesgado en la posición de sus laterales y el poco músculo que presentaba su mediocampo. Cerró a Pastore sobre Verratti, tapando la zona de ¾ y soltando a Lucas, con el paso de los minutos, de algunos retornos defensivos. Moura es buenísimo, pero además es tan resolutivo acompañando la transición en el lado opuesto como si coge él la trompeta y comienza a driblar a «caderazo» limpio. La pérdida local era de tan pobre calidad y en zonas tan comprometidas que terminó por decantar una primera parte de una superioridad abrumadora visitante; un PSG que corrió muchísimo menos que su rival. El espacio y el balón. La propuesta parisina era un guante ajustado a la mano de Mestalla. Y es que sumando las ausencias de Motta y su tocayo, y maravilloso, Thiago Silva, el PSG da muestras de coherencia y versatilidad. Tiene mucho, lo tiene optimizado y sus piezas se relacionan consecuentemente.
Lucas Moura y Sergio Canales. Tienen estrella
Para la segunda parte, Valverde giró bien el volante, y el fútbol, de aquella manera, le recompensó… un poco. Sin esperar al pitido de la reanudación, dio entrada a Valdez y a Canales. El primero para intimidar entre Jallet y Alex, formando doble nueve con Soldado. El segundo para hacer de su zona de influencia la más cercana a Lucas, el más débil en el simétrico esquema de Carletto. Éste se dio cuenta rápidamente y dio entrada a Chantôme, pero Sergio es tan sumamente bueno que no le importó demasiado. Su habilidad posicional es siempre acertada, y que sin apenas ritmo competitivo sea capaz de pesar en citas como la de ayer, lo dice todo. Perdió algún balón, pero compensó con otros tantos de enorme calibre, encontrando a Valdez o incluso siendo él mismo el que profundizaba a espaldas de Jallet, cuando el mexicano Guardado ganaba altura. Con esas, a la baja de Verratti para el Parque de los Príncipes, se unió la de Zlatan, expulsado a las puertas del final. Cruzando el umbral de las mismas estuvo Rami para hacer del vuelo hacia París algo más llevadero y reflexionar sobre unos 45 minutos que van a escocer durante las próximas fechas.
Mark 13 febrero, 2013
Salvo el revulsivo Valdez y Tino Costa (no solo en balon parado, sino tambien dando dos pases de gol) el resto bastante mal, hasta Guaita hizo dos cantadillas en ambos goles, al contrario que el otro portero que estuvo muy seguro.