La flor del lis, roja, en el pecho. Pocas formas más puras y directas de representar a una ciudad. Así lo hace, orgullosa, la Fiorentina desde 1926. Símbolo de la identificación total entre el equipo y la comunidad florentina. Literalmente imposible no encontrarse una casaca violeta cuando uno pasea por la Santa Croce o Santa Maria Novella. Orgullo de la Toscana, la Fiore ha producido también ídolos que han hecho las delicias de toda la afición del Comunale. Es difícil encontrar un club en toda Italia que haya aportado más hombre símbolo que los Viola. Hombres que han portado el peso del club y las esperanzas de la afición casi por sí solos, normalmente intentando cumplir exigencias demasiado pesadas para la capacidad real del equipo. Desde el romperredes uruguayo Pedro Petrone (poco después de la fundación del club) hasta el actual jugador de moda, Stevan Jovetic, toda una estirpe de jugadores-símbolo nos han hecho mirar con curiosidad hacia la capital toscana. Y, no lo olvidemos, aunque la Fiorentina no esté considerada uno de los grandes de Italia fue el primer campeón continental transalpino y es un club que ha disputado las finales de las tres competiciones europeas.
En un principio la Fiorentino no vestía de violeta, ya que durante sus dos primeros años lo hizo de rojo.
A mediados de los 50, Europa comenzó a escuchar hablar del Muro Viola. La Fiorentina, entrenada por Fulvio Bernardini comenzó a crecer amparada en una formidable unidad defensiva que la convirtió en un asiduo competidor por el Scudetto. El portero Giuliano Sarti, que sería también el cancerbero del famoso Inter de Helenio Herrera, y sus defensores Magnini, Orzan,La Fiorentina finalista de la Copa de Europa de 1957 se basaba en una gran unidad defensiva el capitán Sergio Cervato y Scaramucci formaron la mejor defensa del Continente, y no era extraño verlos incluídos, en bloque, en las convocatorias de la selección italiana. Amparado en esa capacidad defensiva, y con Guido Gratton llevando la manija del juego con Miguel Montuori como estilete, la Fiore ganó el Scudetto de 1956 perdiendo sólo un partido, el último, cuando ya se había coronado campeón. Sobre estos destacados jugadores brillaba con luz propia el del gran ídolo del Comunale: el brasileño Julinho Botelho, un centelleante extremo que había jugado la Copa del Mundo de Suiza con su país, teniendo una actuación muy destacada. Se convertiría en la referencia absoluta del equipo y en uno de los más importantes jugadores de la Serie A. Tal era su categoría que, cuando volvió a Brasil, sentó a Garrincha en la selección brasileña. Ese primer título nacional abrió al equipo de Bernardini las puertas de la participación europea. La Fiore fue el representante italiano en la Copa de Europa de 1957. En las eliminatorias contra Nörrkoping y Grasshoppers, lucieron todas las figuras del equipo, con goles de Virgili, Julinho, Montuori e incluso Cervato. Especialmente el joven Virgili se revelaba con una futura figura del fútbol italiano (aunque tras un par de años buenos desaparecería del primer nivel). Fue en las semifinales, contra el ofensivo Estrella Roja, cuando el Muro Viola hizo su aparición en todo su esplendor, secando a los atacantes yugoslavos, y permitiendo que Sarti saliese imbatido de ambos encuentros. Un gol de Prini en Belgrado bastó para alcanzar la final.
Desgraciadamente para ellos, la Fiore fue el único equipo de la historia en sufrir una de las reglas originales de la Copa de Europa: la de que la final se jugaría en casa del anterior campeón. Todos sabemos lo que hizo el Real Madrid en los primeros años del torneo, con lo cual la regla se tornó absurda y en el año 58 ya se había eliminado. El caso es que la Fiore viajó a Madrid para jugar en casa del gran Real e intentar el asalto al título de campeón europeo. No pudo ser, pero el Madrid sudó para romper la defensa italiana. Sólo un penalti transformado por Di Stefano y una jugada protagonizada por la supersónica velocidad de Gento les hicieron hincar la rodilla.
Los tres años posteriores a su epopeya en Copa de Europa la Fiorentina fue subcampeón de Italia, en 1960 ganaron la Coppa y esto les permitiría participar en 1961 en la Recopa, ganando el primer título europeo para el país, al derrotar al Rangers. Al año siguiente, no pudieron renovar el título, al ser derrotados en la final por el Atlético de Madrid. En cierto modo, la historia de este equipo florentino recuerda a la del Leeds de Don Revie, con una regularidad sin parangón, algunos títulos importantes y otros muchos escapándoseles de entre los dedos por poquito.
La Fiorentina fue el primer campeón continental italiano al ganar la Recopa de Europa de 1961.
Poco tardaría Florencia en volver a vivir el éxtasis de ser el mejor equipo del campeonato italiano. En 1969, con una nueva generación de jugadores, liderada por Giancarlo de Sisti –el nuevo ídolo máximo de la afición-, el brasileño Amarildo, Chiarugi y el legendario sueco Kurt Hamrin, el equipo volvió a ver elAntognoni, el mayor símbolo de la historia del club, nunca quiso dejar su Fiorentina Scudetto pegado en su pecho. De Sisti era un centrocampista de corta estatura, gran técnica y legendaria capacidad de sacrificio. Fue un habitual de la selección italiana en la época, con la que ganó la Eurocopa y cuajó un fantástico mundial en México. Era adorado por el aficionado florentino, y más aún cuando años después dirigió a la Fiore desde el banquillo. El propio de Sisti presenciaría desde bien cerca el nacimiento del que quizá sea el mayor ídolo de la historia del club. A principios de los 70 hacía sus primeras apariciones con la camiseta viola un joven desgarbado, con el pelo largo y enmarañado, cara de ángel y fútbol de seda. Se adueñó del número 10 por más de una década, y paseó, orgulloso, el nombre de una Fiorentina humilde a lo largo y ancho del mundo. Giancarlo Antognoni fue uno de los mejores creadores del juego del panorama europeo durante 10 años y su amor a la camiseta era tan grande que, a pesar de sólo ganar una Coppa en su carrera fiorentina, nunca se planteó dejar su querido club para escuchar los cantos de sirena que le llegaban, especialmente desde Turín y la Juventus. También el Bayern Munich se interesó por él, pero Giancarlo siguió semana tras semana impartiendo clases de fútbol en los terrenos de juego italianos vestido de violeta.
En 1980, la suerte del club parecía cambiar. Un nuevo dueño había llegado, el empresario Flavio Pontello, que inmediatamente invirtió mucho dinero y trató de convertir al equipo en una fuerza capaz de competir por el título. Formó un equipo alrededor de Antognoni, comprando a Ciccio Graziani y Eraldo Pecci del Torino, Daniel Bertoni del Sevilla y los jóvenes Daniele Massaro y Pietro Vierchowod, del Monza y la Sampdoria. En 1982, la Fiore dirigida por Giancarlo de Sisti mantuvo un pulso con la Juve durante todo el año, a pesar de haber perdido a Antognoni en noviembre. En un partido contra el Genoa, un choque contra el portero Silvano Martina pudo acabar con la vida del «10» florentino. Antognoni recibe un rodillazo en la sien que le provocó un incidente cardíaco. El corazón de Giancarlo se para durante unos interminables segundos. Los médicos consiguen recuperarle, pero estará fuera de los terrenos de juego durante tiempo indefinido. ¿Quién sabe si para siempre? En el año que siempre había soñado, con su Fiore luchando por el título, Antognoni vuelve antes de terminar la temporada, y ayuda a su equipo a llegar a la última jornada con posibilidades. Una última jornada terrible, en la que a la Fiore se le niega un gol en Cagliari mientras la Juve gana su partido y se lleva el título. Es el inicio de una rivalidad que no hará sino crecer en intensidad hasta un odio irracional entre violas y juventinos. A los florentinos les queda el consuelo de ver a su ídolo recuperado de nuevo, ganar el Mundial con la selección nacional en España 82.
Pontello no cejará en su empeño, y a Florencia llegarán en los años sucesivos el gran Daniel Passarella y el legendario Doctor Sócrates. Mientras el argentino rinde admirablemente, convirtiéndose en uno de los capos del equipo, el brasileño sólo deja chispazos de su enorme talento. No se encuentra cómodo en la ciudad, el frío y el fútbol italiano no son para él y añora Brasil. Se marchará pronto pero siempre será recordado con cariño por las gradas del Comunale, como vimos no hace mucho cuando el genial jugador canarinho nos dejó.
Tras Antognoni, son Baggio, Rui Costa y Batistuta quienes lideran a la Florentina en los siguientes años.
A mediados de los 80, la Fiorentina empieza a asimilar que la carrera de Antognoni se acaba, y en 1987 el gran ídolo abandona Florencia para trasladarse a jugar a Suiza. El club, desde hacía un par de años antes contaba con dos joyas que parecían poder ocupar el lugar del mítico número 10. Nicola BertiTras Antognoni, Baggio coge el 10 y el corazón de Florencia… pero luego se va a la Juve y Roberto Baggio hacen su gran aparición en 1986 y, aunque Berti se irá pronto al Inter de Trapattoni, Roberto permanece cuatro años más vestido de viola. Cuatro años en los que crecerá exponencialmente y se convertirá en el ídolo máximo de la capital de la Toscana. Se pone el «10» de Antognoni en la espalda y no le pesa, asombra a Italia en cada partido, lleva a la Fiorentina a una nueva final europea y se gana la internacionalidad. Grandes cosas se esperan de él y de su equipo en los 90. Lastimosamente, es algo que Florencia nunca vería. Baggio había llevado a la Fiore a la final de la UEFA de ese año 90 contra la Juve. La Vecchia Signora derrota a la Fiore de Baggio, Dunga y Kubik, pero lo peor es que también le arrebata al Comunale su mayor tesoro. 14 millones de dólares de la época tienen la culpa. Florencia llora la partida de su ídolo, algo que Antognoni siempre se había negado a hacer. Florencia odia a Turín más que nunca, así será para siempre. Baggio juega el Mundial con la selección nacional, y cuaja un más que destacado torneo, siendo de los mejores jugadores de la Azzurra, junto a Schillacci. Italia acaba tercera, Roberto se traslada a Turín y Florencia debe aprender a vivir sin su ídolo.
Un año después de la partida de Il Divino Codino llegó a Florencia un delantero argentino que, cuando abandonase la ciudad, nueve años después, lo haría llevándose un pedacito de todos y cada uno de los tifossi del Comunale. Gabriel Batistuta se convertiría en el mayor goleador de la historia del club y llevaría a la Fiorentina a una época de esplendor que les situaría de nuevo entre los mejores equipos italianos. Sin embargo, sus tres primeros años fueron difíciles. A pesar de contar con gente como el propio Batistuta, Brian Laudrup o Stefan Effenberg, la Fiore bajó a Serie B en 1992. Gabriel permaneció durante la temporada en segunda y llevó de nuevo al club a su lugar en primera. Con eso ya se había ganado para siempre el apoyo de la parroquia viola. Pero lo mejor estaba por llegar, y cuando Rui Costa, un talentoso mediapunta portugués aterrizó en la Toscana, la mejor pareja de la historia del club acababa de formarse.
Los siguientes 5 años fueron de Rui y Bati, Bati y Rui, el nº10 y el 9, pusieron a la Fiore en la élite de nuevo, ganando la Coppa, llegando a semis de la Recopa, participando por dos años en la Champions League… Batistuta deslumbra al continente, marca goles espectaculares contra el United, contra el Arsenal, contra el Barcelona… vacuna a todos los grandes de Italia y se convierte en un auténtico mito. Es la última etapa de una Serie A irrepetible que había comenzado tras el Mundial 82. La crisis económica empieza a sentirse en algunos clubes, y la Fiorentina es de los primeros. Batistuta es fichado por la Roma en el año 2000, Rui Costa por el Milan un año después. Se van buscando los títulos que la Fiore no podía darles, y los consiguen. Batistuta gana su tan merecido como esquivo Scudetto en su primer año en Roma, Rui Costa va más allá y a la liga italiana añade también laureles continentales. Paralelamente a los éxitos de sus últimos ídolos, el club toscano se hunde más y más hasta el punto de que en 2003 se declara en bancarrota y desaparece.
Tras su desaparición, la ciudad y el empresario Diego Della Valle impidieron que el club desapareciera.
Pero, como donde hubo fuego siempre quedan cenizas, el amor de esta ciudad por su club y la decidida intervención del empresario Diego Della Valle propiciaron que la Fiore nunca dejase de existir. Se refundó, y comenzó a escalar por las diferentes categorías del fútbol italiano, liderada por algunos ilustres veteranos como Angelo Di Livio y jóvenes promesas, buscando recuperar el sitio que le correspondía. En 2005 la ACF Fiorentina volvía a jugar con los grandes y, a pesar de estar involucrada en el escándalo de Calciopoli y ser condenada a descender de nuevo a Serie B, el club consigue salvarse y mantener la categoría con una gran sanción en cuanto a puntos. Con Cesare Prandelli como referente en el banquillo, y jugadores como Luca Toni, Sebastian Frey, Adrian Mutu o Stevan Jovetic, los últimos años del equipo han estado plagados de altibajos, pero, a pesar de los cambios, de las victorias y derrotas, de los cambios de nomenclatura… hay una cosa que no ha cambiado desde los años 30: Florencia y su Fiorentina son una misma cosa y la vida en la ciudad late al ritmo que el corazón del Comunale bombea sangre viola a todos y cada uno de los florentinos.
garrinchacf 22 enero, 2013
Gran texto para exponer la preciosa historia de la Fiore. Tienes razón, caminar por esas calles es algo increíblemente especial, debe ser una pasada para cualquier futbolista profesional vivir en un lugar a la vez tan bello y tan apasionado por sus colores. Respecto a Roberto Baggio, él nunca quiso irse a la Juventus, quería permanecer en la Fiore pero prácticamente le obligaron. Al menos al igual que Cassano ya en sus últimos años pudo vestir también sus amados colores nerazzurri.