El diablo que no se nombra | Ecos del Balón

El diablo que no se nombra


En 1954, cuando la selección húngara se disponía a asaltar el trono mundial en el Mundial de Suíza, solo dos equipos se presentaban como una seria alternativa a su poder. Uno era el campeón en título, Uruguay, con quien los magiares acabarían teniendo una épica batalla en semifinales. El otro equipo, desgraciadamente, no existía. O mejor dicho, no le dejaban existir. La federación sueca seguía manteniendo la política –la abandonaría cuatro años más tarde- de que sólo jugadores amateurs podían defender la casaca nacional. Los suecos habían ganado el oro olímpico en el 48, basados en su magnífica tripleta atacante –Gren, Nordahl y Liedholm-. Muchos miembros de este equipo firmaron contratos profesionales, y los tres grandes se fueron al Milan. Aún así, bajo la dirección de George Raynor, Suecia se las ingenió para reconstruir el equipo y alcanzar una magnífica tercera posición en la Copa del Mundo de 1950, en Brasil. De nuevo, el equipo fue esquilmado por los profesionales, y no fue capaz de crear una nueva generación capaz de llevar a la «Tre Kronor» al mundial suízo. Con todos los profesionales, como demostrarían en 1958 (cuatro años más viejos y sin algunos de los mejores, ya retirados), eran el segundo mejor equipo europeo. Lo sueco –lo nórdico en general- estaba de moda a comienzos de los 50, y en la Serie A más que en ningún otro lugar.

El Milan no sólo no fue ajeno a esta fiebre nórdica, sino que se hizo con el mejor pack. Durante el primer lustro de la década de los años 50, el trío Gre-No-Li, aquel que había impresionado en los juegos de Londres, fue la punta de lanza de un Milan dominador del Calcio. Junto a ellos también estaban en Italia –marcando diferencias- Karl Erik Palmer (Legnano, Juventus), Lennart Skoglund (Inter, Sampdoria, Palermo), Bengt Gustavsson (Atalanta), Arne Selmonsson (Lazio), Kurt Hamrin (Juve, Milan, Padova, Fiorentina). El caso es que, en torno a los tres suecos, el Milan formó un equipo dominante que permitió a los rossoneri establecerse como uno de los mejores equipos de Europa. Tres Scudetti –con otros tres subcampeonatos-, la prestigiosa Copa Latina en dos ocasiones –más un subcampeonato-, y torneos a lo largo del mundo, incluyendo la Mitropa Cup, hacían del Milan el equipo con más experiencia y roce internacional de la época –junto al Honved de Budapest-. No sólo dejaron trofeos en las vitrinas, su manera de combinarse quedó marcada en los aficionados italianos. Gren y Liedholm eran dos interiores cerebrales, con una visión del fútbol fantástica, lo que les permitió reciclarse como centrocampistas al final de sus carreras. Nordahl es el cañonero por antonomasia de la Serie A, un rematador nato que ganó cinco veces en seis años el título de capocanoniere.

La creación de la Copa de Europa era la oportunidad del club para refrendar su poderío.

Con las nuevas competiciones creadas por la UEFA, un universo de posibilidades y oportunidades de nuevo prestigio se presentaba ante el equipo milanés. El equipo de los suecos seguramente había alcanzado su punto máximo durante el tiempo en que el trotamundos Bela Guttmann lo dirigió. Para el comienzo de la primera Copa de Europa, el húngaroEl Milan perdió a Gunnar Gren, pero incorporó al mejor interior del mundo: Schiaffino, fiel a su costumbre de no pasar más de dos años en un equipo –“las terceras temporadas son las peores”– se había ido al Vicenza, en busca de nuevos retos. De forma polémica, todo hay que decirlo, porque fue cesado por desavenencias con la junta directiva, ya que el equipo iba líder del campeonato. Para sustituirle había llegado el uruguayo Héctor Puricelli, que ganó la liga y afrontó la primera edición de la Copa de Europa. Con Gunnar Gren ya en la Fiorentina, el interior argentino Héctor Ricagni había tomado su lugar en el equipo. Lorenzo Buffon era un seguro en la puerta, Cesare Maldini se estaba haciendo un nombre como central y Gigi Radice –que sería luego un célebre entrenador- era el dueño del centro del campo, que compartía con Liedholm, que solía dejarse caer por esa zona cada vez más a menudo. Nordahl seguía siendo la referencia arriba, bien asistido por Dal Monte, extremo izquierda. La incorporación más significativa era, de todos modos, la del gran Juan Alberto Schiaffino, el mejor interior del mundo y seguramente el mejor jugador uruguayo de todos los tiempos. Había sido la inspiración de La Celeste durante el Mundial de 1950, y rayado a gran altura durante el campeonato en Suiza. Con una clase sensacional formaba una pareja creativa excelente con Ricagni, recibiendo la ayuda de Liedholm desde el centro del campo.

Se sufrió en la primera eliminatoria, con el campeón del Sarre –que por entonces era independiente-, el Saarbrücken dando la sorpresa en San Siro por 3-4. Afortunadamente, el Milan dio la vuelta fuera de casa, con un inapelable 1-4 que tuvo como máxima figura al suplente Valentino Valle. Para la eliminatoria de cuartos de final, el sorteo le deparó un plato fuerte, el potente Rapid vienés, que acabaría convirtiéndose en un enemigo clásico del cuadro milanista. Los verdiblancos contaban con la base de la selección nacional semifinalista del mundial, con Walter Zeman en la portería, Ernst Happel y Gerhard Hanappi como auténticos jugadores all rounder -jugaban en al menos 5 posiciones diferentes-, Dienst y los hermanos Körner en ataque… y lograron un empate a uno en casa, con el Milan jugando a la defensiva, pero en San Siro el cuadro de Puricelli dio su primera exhibición europea. 7-1 con Nordahl y Schiaffino rayando al más alto nivel. Estaba claro que al bombardero sueco aún le quedaba algo de fútbol en las piernas, a pesar de su veteranía.

En las semis llegaba el plato fuerte, un Real Madrid- Milan que centraba toda la atención, ya que en la otra parte del cuadro todo el mundo esperaba la victoria del Stade Reims sobre el Hibernian, campeón escocés, como así se produjo. Los franceses, guiados por Raymond Kopa, iban lanzados hacia la final de París, y en la otra semifinal se esperaba una guerra. Un año antes, los tres equipos habían participado en la Copa Latina, así que había cuentas pendientes –los milanistas incluso habían perdido la final dos años antes ante los franceses-.

El Madrid todavía distaba de ser el equipo dominador de años posteriores, pero ya había formado un equipo más que competitivo y contaba con Di Stefano. En el Bernabeu, el Milan apareció ya con Lieholm en el centro del campo junto a Radice, haciendo sitio para que Ricagni y Schiaffino ocupasen de manera definitiva los puestos de interior.Los Milan – Madrid se caracterizaron por las grandes actuaciones de sus mejores figuras La primera parte fue un torrente de goles. Rial adelantó al Madrid al cuarto de hora, pero en el 19 respondió Nordhal. En el minuto 25 Joseíto ponía a los blancos por delante otra vez, pero Schiaffino tardó sólo cinco minutos en nivelar el encuentro. Si por algo se caracterizarán todos los enfrentamientos entre estos Milan y Madrid será por la brutal respuesta que las figuras de ambos tuvieron en el terreno de juego. Apareciendo siempre. Poco antes del descanso el argentino Roque Olsen hacía el 3-2 para el Madrid, y en la segunda parte Di Stefano impuso su ley, sellando el 4-2 definitivo que daba aire al conjunto dirigido por Villalonga. Más aire aún tomó el Madrid cuando pasada la hora de juego en San Siro Joseíto anotaba el 0-1, pero dos penalties transformados por Dal Monte dieron emoción hasta el último segundo. El Madrid salía vencedor y viajaba a Paris para la final, donde comenzaría su leyenda. El Milan, habiendo dejado una grata impresión en el torneo, se quedó a las puertas, y en la Serie A, la Fiorentina del célebre muro viola -era habitual ver a toda la unidad defensiva de la Fiore jugando junta para la azzurra– conseguía el título y sería el representante italiano en la Copa de Europa del 57, donde sería la víctima del equipo de Di Stefano.

1958. La vuelta del Milan al gran escenario europeo.

Dos años más tarde, volvía el Milan a la gran competición europea. Y volvía con toda la intención de dejar su huella en el torneo, hasta tal punto que no cedió jugadores a la selección de Milan que debía disputar la Copa de Ferias, siendo finalmente el Inter como club quien asumiese esa representación. El equipo había cambiado, comenzando por el banquillo, al que había llegado el padre del catenaccio en Italia, Gipo Viani. Buffon y Maldini seguían creciendo como futbolistas, Bergamaschi se había asentado al lado de Radice en el centro del campo y Liedholm, ya el único sueco que quedaba en el equipo, volvía a la posición de interior. Junto a él, aparecía el internacional argentino Ernesto Grillo, y había un nuevo extremo izquierdo internacional, Cucchiaroni, que formaría una extraordinaria sociedad con él y el omnipresente Schiaffino. Había equipo y había hambre.

Y la ronda previa ya deparó un bombazo: el reencuentro con el Rapid de Viena. Los dos equipos se tenían ganas, porque lo que siguió fue una lluvia de goles. Los milanistas arrollaron 4-1 en casa, pero los vieneses, que llevaron el partido al Prater, se recuperaron, y con un hat trick de Ernst Happel endosaron un 5-2 inapelable,La eliminatoria ante el Rapid de Viena de Ernst Happel volvió a ser espectacular que hizo saltar por los aires el planteamiento defensivo de Viani. Tocaba desempate que se jugaría en el Hardturm de Zurich, donde el resultado se mantuvo muy apretado hasta ocho minutos del final, cuando Bean hizo el definitivo 4-2 para el Milan. Se había pasado una prueba muy dura y que daba fe del potencial del equipo. Comparada con esta, la eliminatoria de octavos contra el Rangers fue un paseo, resuelto con un 6-1 global. Schiaffino, Grillo y Liedholm fueron los más destacados de este emparejamiento. Los cuartos vieron al Milan viajar al campo del campeón alemán, el Borussia Dortmund, donde el Milan jugó a la defensiva, como era habitual en esas circunstancias, y arrancó un valioso empate a 1-1 que le permitía decidir la eliminatoria en San Siro. Cucchiaroni, Grillo, Schiaffino y Liedholm sentenciaron a los germanos con un 4-1 incontestable.

Las semifinales deparaban un enfrentamiento muy emotivo. El Manchester United, que se había cargado a un magnífico Estrella Roja en cuartos, y que acababa de sufrir la tragedia de Munich, fue capaz de derrotar en Old Trafford a los italianos, aún jugando, como era lógico, con un equipo de circunstancias. Gregg, Foulkes, Morgans y Viollet eran los supervivientes del accidente que jugaron ese primer partido. Bobby Charlton todavía no estaba recuperado. El resultado de 1-0 fue una tremenda sorpresa, pero la vuelta no sería tan fácil para un United que se llevó cuatro goles cortesía de Schiaffino –doblete-, Liedholm y el nuevo extremo derecha que se había asentado en la formación de Viani, Luigi Danova. Mientras, en la otra semifinal, el ya bicampeón Real Madrid derrotaba sin paliativos al Vasas de Budapest, representante húngaro, y se plantaba en la final. Buena ocasión para la revancha.

En Bruselas, con el espectacular Atomium de fondo, Madrid y Milan brindaron un partido que las crónicas recogen como uno de los mejores de todos los tiempos. No era para menos, dado que la calidad de ambos conjuntos era soberbia. La primera parte fue disputadísima, con un Liedholm que parecía estar dando sus últimas clases de fútbolUna carrera de Gento en la prorroga de la Final dio la tercera Copa al Real Madrid –luego jugaría un gran Mundial en su país-, y que dio lugar a una de las grandes anécdotas del ciclo ganador del Real Madrid. Cuenta Di Stefano en su biografía que, en el descanso, un desesperado Rial se dirigió a Di Stefano contándole que no sabía cómo parar al sueco: “El tipo me desequilibra con los ojos, Alfredo. Mueve una ceja y ya me ha superado”. “Pues mirá la bola, pelotudo”, fue la respuesta del 9 del Madrid, mientras realizada su clásico rito de poner la muñecas en agua fría para que se le deshinchasen. El caso es que, mirando a los ojos o a la bola, Liedholm se escapó de Rial en el minuto 59, combinó con Grillo, y la pelota llegó a Schiaffino que, de volea, la envió al fondo de la meta de Juanito Alonso. El Milan parecía dominar el partido, y el Madrid tardó 15 minutos en reaccionar, cuando Di Stefano, entre dos jugadores, sacó un potente disparo que batió al guardameta milanés. No duró mucho la alegría porque escasos tres minutos después Schiaffino encontró a Grillo y este no perdonó el 1-2. Estas explosiones goleadores en pocos minutos son algo bastante habitual del fútbol clásico, y a demostrarlo contribuyó el propio Rial cuando igualó sólo dos minutos más tarde del gol de Grillo. En la prórroga, y por lo que comentan los madridistas, el Milan estaba mucho más fresco físicamente, mientras los blancos se encomendaron a la velocidad y los pulmones de Paco Gento, jugada que les salió a pedir de boca. En el minuto 107, combinación entre Kopa y Di Stefano –tres Balones de Oro entre ambos- y la pelota llegó al extremo cántabro, que disparó entre un mar de piernas logrando el gol de la victoria sin que Soldan, titular en la final, pudiese hacer nada.

De nuevo el Milan se quedaba a las puertas, dejando gran impresión, pero sin trofeo, que es lo que cuenta, y pasarían varios años hasta que volvió a participar en la máxima competición continental, ya bajo las órdenes del mítico Nereo Rocco y el liderazgo de Gianni Rivera. Otra época totalmente distinta, en la que Cesare Maldini ejercerá de vínculo con este gran equipo de los 50.


9 comentarios

  • Abel Rojas 24 octubre, 2012

    Perder dando buena imagen.

    "Perder dando buena imagen".

    Qué concepto más difícil de asignar al Calcio.

    Y ha pasado. Está claro. Mismamente todos los presentes vimos lo que ocurrió contra Francia en el 2000.

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  • MigQuintana 24 octubre, 2012

    ''Cuenta Di Stefano en su biografía que, en el descanso, un desesperado Rial se dirigió a Di Stefano contándole que no sabía cómo parar al sueco: “El tipo me desequilibra con los ojos, Alfredo. Mueve una ceja y ya me ha superado”. “Pues mirá la bola, pelotudo”, fue la respuesta del 9 del Madrid.''

    Me imagino esa escena de vestuario y no puedo parar de reírme. Es sorprendente la simpleza, para bien claro, de alguna de las premisas de los mejores jugadores de la historia. Es como lo de Cruyff y no saltar al balón aéreo si no vas a poder ganarlo. Imagino que cuando eres tan bueno todo se ve mucho más fácil.

    Espectacular Sergio, realmente espectacular.

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  • @cordobeh 24 octubre, 2012

    Te quiero Vilariño (sin mariconadas), eres la leche en verso maestro.

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  • wikipeix 24 octubre, 2012

    Con el Atomium al fondo…la última final sin Puskas, y la penúltima de Kopa

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  • David_Leon 24 octubre, 2012

    Me encantan las historias de los inicios de la Copa de Europa. No sé si a los demás les pasará, pero cifro el "comienzo" del fútbol a mitad de los 50. Es una tontería y una injusticia, pero entre que nació la Champions, estaba Di Stefano y eclosionó Pelé… es como si lo de antes no contase.

    Creo que no es exclusivo mío.

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  • Vilariño 24 octubre, 2012

    @MiguelQuintana

    Di Stefano es un dios para ese tipo de frases. Mi frase favorita suya es la de "A mi portero le pido que pare lo parable y que lo que va fuera no lo meta dentro" xD. Por eso decía que su portero favorito de todos los que jugaron con él en el Madrid fue Juanito Alonso (titular en 3 de las 5 finales consecutivas), que era supersobrio y "normal". Lo prefería a Rogelio Domínguez, su compatriota, que era un portero superior, pero demasiado efectista. Y por supuesto lo prefería a otros como Vicente Traín, que directamente le costó la Copa de Europa de 1962, donde tuvo una actuación infame. Y por eso cuando estuvo en el Valencia y ganó la Recopa lo hizo con Pereira, que era un portero de perfil bajo, correcto, en lugar de Manzanedo, internacional y cantarín a tiempo parcial.

    @Wikipeix

    Hombre, de hecho la cuarta, en Stuttgart, tampoco la juega Puskas. "Oficialmente" para que el hecho de que su familia cambiase su apellido alemán (Purczfeld), por uno húngaro (Puskàs, rifle, escopeta. No deja de ser realmente curioso xD), no volviese al público en contra del Madrid xD. Jugó Mateos en su lugar, un interior español de mucha calidad, suplente del primer Suárez en la selección, y fue el protagonista de la final. Marcó un gol y tuvo un penalty para hacer un doblete y lo falló. Cuenta Di Stefano que, sin Puskas, no había lanzador claro, así que él iba a asumir la responsabilidad. Pero Mateos le rogó que le dejara tirarlo porque estaba negociando su renovación, ya que acababa contrato, y un doblete en la final europea le aseguraría un buen sueldo. Di Stefano le advirtió que tirase a romper porque Colonna, el guardameta francés, era un gato, y Mateos tiró a colocar y lo falló. Esta anécdota la cuenta Don Alfredo con una gracia que da gusto. Resulta que tras fallar ese penalty, Mateos se le acerca y le dice "Soy un imbécil, ahora sí que no me renuevan". Y Di Stefano estuvo medio tiempo rumiando un "Soy un imbécil, ahora a Mateos sí que se le complica la renovación. Y encima estos franchutes aún se vienen arriba!". Lo gracioso es que al irse al vestuario en el descanso, Carniglia, el entrenador, le dice a Alfredo "Seré imbécil, si hubiese puesto a Puskas, que nunca falla un penalty, ya teníamos esto resuelto". Al final, resulta que en el descanso bajó Calderón, el gerente y, literalmente, les llamó imbéciles a todos y lo largaron del vestuario a empujones y de malos modos. "Andáte a vender entradas o a lo que sea que hacés!" xD

    En serio, si no habeis leído "Gracias, Vieja", tardais mucho. Buenísimo. También hay otro libro, de Inocencio, escrito sobre el 2000 o así, sobre Di Stefano, Butragueño y Raúl, en base a tres entrevistas larguísimas con ellos. Y Di Stefano, cuando hablan de los mejores de la historia, se emperra que eso de los "4 grandes" no existe. Que por lo menos hay 100 futbolistas en la historia de "clase extra" (sic.), y que todo lo demás son patrañas xD

    Un gran don Alfredo.

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  • Vilariño 24 octubre, 2012

    Inocencio es Inocencio Arias, vaya…

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  • Vilariño 24 octubre, 2012

    Qué penica da el Milan actual. Va a haber que darles mucho vinilo a los rossoneri, porque van a tardar en revivir viejas glorias XD

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  • andiamo 14 febrero, 2013

    Ricagni se llamaba Eduardo y no Héctor .

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