El título es bien claro: el Inter de los alemanes. Así era conocido el equipo nerazzurro de finales de los ’80, para contraponerse al Milan de los holandeses. Y así ha pasado a la historia y ha perdurado en los corazones de quienes simpatizan con el equipo. También, para qué negarlo, de los que los sufrieron en su día… pero supongo que estos les tendrán menos cariño a los Matthäus, Brehme y Klinsmann. En una época en que la Serie A era una verdadera NBA del fútbol, cuando todos los grandes jugadores querían jugar en Italia, cuando año tras año las figuras iban (y venían, ya que no todos daban la talla para el campeonato más duro del mundo), en los años 80, ese equipo del Inter se batió el cobre con algunos de los mejores equipos de la década, derrotándolos en la gloriosa campaña de 1988-89.
Italia en los años 80, la meca del fútbol mundial.
Como ya dije, es inmensa la cantidad de estrellas fichadas por el Calcio en la «Década Prodigiosa»: Sócrates, Zico, Daniel Bertoni, Walter Schachner, Herbert Prohaska, Karl Heinz Rumennigge, Hansi Müller, Michel Platini, Ray Wilkins, Graeme Souness, Preben Elkjaer Larsen, Michael Laudrup, Hans Peter Briegel, Diego Maradona, Falcao, Toninho Cerezo, Marco Van Basten, Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Careca, Alemao, Ramón Díaz, Ian Rush, Junior y un larguísimo etcétera de cracks de todas las partes del mundo.
Los precedentes del Inter durante los ’80 ya eran de un equipo ganador, pero probablemente el más italianizado del Calcio, con Alessandro Altobelli como gran estrella, y con una tendencia ya importante a los jugadores germanos. Así llegaron Hans Peter Müller y Karl Heinz Rumennigge, dos estrellas rutilantes.Pese a ser el conjunto más italianizado del Calcio, el Inter siempre tuvo hueco para los jugadores alemanes El creativo número «10» de Stuttgart fracasó estrepitosamente, en gran parte debido a su débil mentalidad. Era un jugador brillante, que había formado un trío de jóvenes y rutilantes figuras juveniles con Bernd Schuster y Pierre Littbarski, pero su desidia tanto a la hora de entrenar, como a la hora de dejarse la piel en el campo hicieron que su paso por los campos de entrenamiento de Appiano Gentile fueran un infierno. Por su parte, el doble vencedor del balón de oro (bienio 80-81), indiscutible figura del Bayern Munich, vio mermado su rendimiento por las lesiones, pero consiguió dejar impronta de su clase mundial. Especialmente recordado es su doblete contra la Juve en el ’85. Sus años en Italia se caracterizaron por inicios de temporada fulgurantes, gracias al descanso y preparación de la pretemporada, que se veían cortados por lesiones, especialmente musculares. Justo antes que ellos también aterrizó en San Siro el austríaco Herbert Prohaska, un mundialista del ’78 y’ 82, conocido eminentemente por su garra y adorado por los tiffossi: un pulmón. Pero el austríaco era más que un trotón al estilo de Oriali. A su evidente capacidad física unía un rango de pase y un criterio con la pelota que lo complementaban de manera fantástica con Giampiero Marini y Evaristo Beccalossi, el fantasista del Inter pre-Trap.
En esta época, la Juve era el equipo más fuerte del mundo, amparada en el potencial económico de la familia Agnelli y con Trappattoni en el banquillo, «l’Avvocatto formó un equipo rutilante», con 6 campeones del mundo en el ’82 (Dino Zoff, Antonio Cabrini, Claudio Gentile, Gaetano Scirea, Marco Tardelli y Paolo Rossi), unidos a los dos jugadores más destacados del mismo mundial, el francés Michel Platini y el polaco Zbigniew Boniek. Con estos mimbres, el equipo juventino no encontró rival en la serie A y en Europa, a pesar de perder la Copa de Europa del 83 ante el Hamburgo o el Scudetto del 85, ante el sorpendente Hellas Verona de los Elkjaer, Briegel, Garella o Galderisi. Lo compensaron con varios Scudetti y la Recopa del 84 seguida de la Copa de Europa del 85, ante el Liverpool en Heysel.
Cuando comenzó el declive de este magnífico equipo, marcado por la salida de Giovanni Trapattoni en 1986, tras diez años al mando y dejando un último Scudetto en las vitrinas, la Serie A, en la segunda mitad de los ’80 se llenó de conjuntos muy destacables, que se conjugaron en la campaña 88-89.El Inter de Trapattoni coincidió en el tiempo con otros equipos aún legendarios Los miliardos fluían por toda la geografía italiana, y cada club de la Serie A contaba con su brillante estrella internacional. De las cenizas de un club en declive tras el «Totonero» surgió el Milan de los holandeses (que forjaría su leyenda más en Europa que en Italia), en el sur el Napoli de la delantera Ma-Gi-Ca (Maradona, Giordano, Careca) se presentaba como aspirante a todo tras la vuelta del crack argentino del Mundial de Mexico. La Juve vivía momentos de reconstrucción, tras perder a Trapattoni y a Platini, pero con Gianni Agnelli siempre era poderosa: Zavarov y Alejnikov, sensaciones de la Euro 88, conformaban un potente centro del campo, junto al habilidoso portugués Rui Barros y los conocidos Cabrini o Tacconi. La Fiorentina de Baggio, la pujante Sampdoria de Mancini y Vialli… y como no, el Inter de los alemanes.
La llegada de il Trap como método para crecer.
El ganador Giovanni Trapattoni se había hecho con el puesto en el banquillo interista tras abandonar la Juve en el ’86. Su primer año se puede considerar de transición, manteniendo muchos jugadores clave del equipo anterior (es la última temporada de Rummenigge). En sus dos primeros años se mantuvo competitivo,Con Matthäus y Brehme, Trapattoni dio forma a un equipo trabajador, talentoso y mortal como no podía ser de otra manera, pero también peinó el mercado en busca de los jugadores que él necesitaba para crear el equipo que quería. El equipo nerazzurro firmó al mejor centrocampista del mundo, el alemán Lothar Matthäus, y a su compatriota Andreas Brehme, un lateral de largo de recorrido con una pegada formidable con ambas piernas en el verano de 1988. Ese año también llegó Nicola Berti, de la Fiorentina, que junto a Baggio se había convertido en la joya del equipo viola. Asimismo, Alessandro Altobelli, símbolo del Inter, abandonó el equipo ese mismo verano, tras jugar la Euro 88 con Italia. Así pues, el volcánico entrenador de Cusano Milanino forjó un equipo de hierro, con una defensa impenetrable, un centro del campo trabajador y talentoso, y una delantera mortal. Así, y en los años sucesivos, con algún cambio en los elementos del equipo se forjó este inolvidable conjunto, que analizaremos un poco más estrechamente a continuación.
En la portería, el mejor. Así de sencillo, Walter Zenga, el sucesor de Ivano Bordon y el mejor guardameta del mundo junto a Rinat Dassaev. Portero de gran seguridad, que dominaba su área como pocos, pese a su estilo poco ortodoxo. Indiscutible número uno de Italia, todavía nadie se explica el por qué de su suplencia en Mexico 86, a favor de un muy inferior Giovanni Galli. Adorado por los hinchas, completó una de las mejores temporadas de su carrera. Formó un trío mítico con Bergomi y Ferri, que luego se trasladaría también a la Nazionale Novanta de Azeglio Vicini. Durante el Mundial logró estar 5 partidos y medio imbatido (el tiempo que va entre el inicio del torneo y el gol que le marca Caniggia en las tristes semifinales de Nápoles), todavía hoy un record.
La defensa, el fiel exponente del mejor fútbol italiano. Los internacionales Riccardo Ferri, Giusseppe Bergomi («il zio d’Italia», la leyenda del club), Andrea Mandorlini, Giusseppe Baresi y Andy Brehme guardaban la meta interista. Todos jugadores de una solvencia a prueba de bombas y habituales de su equipo nacional. Un seguro de vida que jugaba al modulo italiano, es decir, con marcajes individuales. Con defensa de 4 o de 5 hombres, indistintamente. Bergomi era aquí un lateral profundo, alejado de la imagen que el gran público había tenido de él en el Mundial 82, donde jugó de maravilla como marcador. Los perros de presa eran principalmente Ferri y Mandorlini, dos auténticas rocas. Brehme tenía libertad para proyectarse en ataque e incluso incrustarse en zona de mediocentros. Era el gran comodín de Trapattoni.
El centro del campo era probablemente una de las líneas mejor cubiertas. Con jugadores de corte muy diferente. Matthäus aseguraba lucha, distribución, gol y jerarquía ante los números ’10’ de todo el mundo. Se convirtió en el indiscutible líder del equipo nada más llegar. Su despliegue por todo el terreno de juego, su llegada desde segunda líneaMatthäus, junto con Nicola Berti, tuvo que batallar cada semana contra los mejores fantasistas del mundo y sus cañonazos a puerta empezaban a mostrar al Matthäus que dominaría el Mundial de 1990. Junto a él, Nicola Berti, con 21 años, le disputaba a Baggio el título de mejor joven de Italia, y sería mundialista en Italia 90. Se había destapado en la Fiorentina como un centrocampista con una zancada espectacular y sus largas conducciones se convirtieron en un clásico de la Serie A. En el Inter aglutinaba menos juego, aceptó un papel de secundario de lujo a favor de Matthäus, pero cumplió este rol de manera admirable, convirtiéndose en el amigo de todos, ofreciendo salidas y apoyos en cual lugar de la zona ancha. Por otro lado, el equipo contaba también con joven Alessandro Bianchi, que se convirtió en uno de los jugadores más queridos por su atrevida manera de ver el fútbol, muy vertical, lleno de gotas de calidad. Su carrera no fue tan brillante como se auguraba finalmente, pero el público del Meazza veía en él al pequeño genio que se echaba en falta desde la salida del ídolo Beccalossi. De Gianfranco Matteoli, el mismísimo Falcao hablaba maravillas. Un organizador de juego en toda la extensión de la palabra. Tanto Bianchi como Matteoli causaron sensación en esos años previos al Mundial italiano, pero para su desgracia, competían por un puesto en la selección con gente como Giannini, Baggio, Berti o Ancelotti. Por último, entre los más habituales del Trap tenemos a todo un veterano, el extremo Pietro Fanna, que ya había jugado para él en la Juventus, un jugador muy creativo pegado a la cal y que había sido capital en el sorprendente título liguero del Hellas Verona en el 85. Con su título en el Inter, Fanna se convertiría en uno de los cinco únicos jugadores que ganaron el Scudetto con tres equipos diferentes.
En el ataque, con Ramón Diaz, el argentino, y Serena, los goles estaban asegurados. El primero aprendió a convivir con la fama tras ser el segundo de Maradona en aquel Mundial juvenil de Japón. Tenía ya la experiencia de haber jugado en el Napoli, el Avellino y la Fiorentina y era un atacante ratonil, con mucha movilidad y un disparo feroz. Sus 12 goles complementaron perfectamente al bomber Aldo Serena, otro hombre al que Trapattoni dio confianza en la Juventus, rompió ese año el record de goles de la Serie A: 1988-89 será la temporada en que con 22 tantos alcanza una marca que no se veía desde hacía 30 años. Poderosísimo en el área, con un juego de cabeza magnífico, Serena será un atacante de referencia para club y selección durante este período, y uno de los inamovibles del equipo que Vicini se llevó a la Copa del Mundo. Es por esto, que el equipo de los alemanes ganó el Scudetto de ese año con una autoridad inusitada. Perdió su primer partido en la jornada 17, y no volvió a hacerlo hasta la 33. El resultado final es una barbaridad en esos tiempos: 58 puntos, con 26 victorias, 6 empates y 2 derrotas. 67 goles a favor y ¡19! En contra. El más goleador y el menos goleado. Un equipo para la historia.
Al año siguiente, 89-90, la temporada comenzó como había terminado: ganando. En este caso la Supercoppa ante la potente Sampdoria. Dos goles de Cucchi y Serena parecían confirmar el dominio interista en el fútbol transalpino. Además la llegada del goleador del Stuttgart, Jurgen Klinsmann, que sustituyó a Díaz hizo aún más potente el ataque del Inter. Se completaba el trío de alemanes que debía suponer el contrapunto ideal para los holandeses del Milan, que comenzaban su reinado europeo. El Inter se presentaba como una alternativa al poder rossonero también en Europa, pero en una de las mayores sorpresas de la historia de la Copa de Europa, el Malmoe sueco los eliminó en la primera ronda. El Inter, cortísimo de preparación en septiembre, jugó de manera horrible en ambos partidos. Perdió por 1-0 en tierras suecas y, aunque igualó la eliminatoria en la vuelta gracias al onmipresente Serena, un gol de Engqvist a falta de 10 minutos los dejó fuera de un torneo que ganaría por segundo año consecutivo su gran rival. En liga, ese año, el equipo termina tercero, a siete puntos de un intratable Napoli de Maradona. Sin embargo, los alemanes de Trapattoni aún no había dicho su última palabra con el Inter. La temporada post-mundial, se hicieron con la primera Copa de la UEFA de la historia del club, tras vencer en la final a otro equipo italiano germanizado: la Roma de Rudi Völler y Thomas Berthold.
Este Inter es, por lo tanto, uno de los muchos equipos de gran nivel que poblaron la Serie durante el período 1982-1998, época dorada del Calcio. Un equipo que no ganó todo lo que podría haber ganado merced a la competencia feroz a la que lo sometía un campeonato irrepetible y digno de ser estudiado y admirado.
rivo 5 septiembre, 2012
Gran articulo y muy interesante. Soy joven y no vi jugar a Lothar, realmente fue tanto? Solo pregunto. Por otra parte, creo que en ninguna otra época se han juntado tantos buenos equipos en un mismo campeonato, como ha decaído el Calcio.