Cuando uno piensa en el primer partido de cuartos de final de esta Eurocopa, en un Portugal-República Checa, es inevitable recordar el famoso gol de Poborsky a Vítor Baia en las Eurocopa de Inglaterra. Fue el punto de explosión de una magnífica generación de futbolistas que regalarían clase y buenos momentos al fútbol europeo durante más de una década. Pero, si uno bucea en la historia, se da cuenta de la curiosa relación que existe entre el país luso y el fútbol checo. Dos muy buenas generaciones de futbolistas checos -o checoslovacos, en su defecto- tuvieron en Portugal a un rival que les puso en el mapa.
En el año 76, Checoslovaquia puso su nombre en la Copa Henri Delaunay, merced a un famoso penalti que no hace falta ni recordar. Uno de los momentos más memorables de la historia del fútbol. Aquel conjunto checoslovaco –más eslovaco que checo, siendo justos- practicaba un fútbol de altos kilates, amparado en una generación de futbolistas que aglutinan una gran calidad técnica y una capacidad atlética muy reseñable. Todo el mundo recuerda su fantástica victoria contra la «Naranja Mecánica» de Johan Cruyff en las semifinales del torneo, y luego el triunfo en la final ante la Alemania de Beckenbauer, que buscaba el triplete Eurocopa-Mundial-Eurocopa. Los nombres de Ivo Viktor, uno de los mejores porteros de Europa en los 70, Balón de Bronce ese año 76, Karol Dobias y Anton Ondrus, incansables a lo largo y ancho de todoLo que el gran Panenka «culminó a su manera», comenzó de mala forma ante Inglaterra el terreno de juego, Antonin Panenka y su exquisita técnica o Zdenek Nehoda, el veloz y despiadado estilete de este equipo, quedaron para siempre en el imaginario colectivo.
Pero este equipo campeón europeo había empezado la fase de clasificación siendo arrasado en Wembley por una Inglaterra que iniciaba la era de Don Revie con fuerzas renovadas, tras su fracaso en las clasificatorias para el Mundial de Alemania. El 3-0 –Mick Channon y dos del grandísimo Colin Bell-con el que los ingleses se impusieron fue inapelable, y las cosas no pintaban excesivamente bien para Checoslovaquia.
Teniendo en cuenta que los partidos contra la flojísima Chipre se daban por ganados, quedaba como decisivo el enfrentamiento doble contra los portugueses, a la espera de que los chicos de Míster Revie visitasen el país. Portugal pasaba por una etapa de reconstrucción total, ya con su generación del Mundial 66 totalmente liquidada. Ni rastro de la grandeza del capitán Mario Coluna, y Eusebio o Simoes ya estaban pegando sus últimas patadas al balón en el «Astroturf» de la NASL americana, pero aún así, eran fieles a su juego alegre y técnico. Y además, tenían algunos jóvenes talentos a tener cuenta, como el fantástico extremo del Benfica Toni –muy castigado por las lesiones-, su compañero el ariete Nené –Bota de Oro- o lo primeros pasos internacionales del mítico Fernando Gomes. Y además estaban tutelados por dos veteranos, como el portero Vítor Damas y el central benfiquista Humberto Coelho.
Lo que se vio aquella tarde del 30 de abril del 75 en el estadio Letna fue una masacre. Checoslovaquia dio un golpe en la mesa, un aquí estoy yo. Jugando con un 4-3-3 en el que todavía no figuraban Dobias ni Panenka el ritmo al que los hombres de Vavlav Jezek sometieron a su rival fue frenético. Con Nehoda y Petras abriéndose a las bandas, Gajdusek con movilidad total y el hombre que ocupaba el puesto de Panenka, Bicovsky llegando desde el centro del campo y anotando dos goles.Checoslovaquia masacró a Portugal con un 4-3-3 que imponía un ritmo vertiginoso Otros dos vinieron de la clásica diagonal fuera-dentro de Nehoda, y el último fue obra de Petras.
Tras este partido, los checoslovacos derrotaron a los ingleses 2-1 en el Tehelne Pole de Bratislava, en un partido suspendido por la abundante niebla y que se dio por terminado. En su viaje al estadio Nacional de Jamor, en Lisboa, arrancaron un empate, que junto a las dos victorias sobre los chipriotas abrían la puerta de los cuartos de final, al pasar primeros de grupo. Victoria cargada de significados extradeportivos ante la URSS (2-0 y 2-2), y billete para la fase final de Yugoslavia donde harían historia. Fue en ese partido contra Portugal donde se forjó esta generación magnífica, que también acabaría tercera en el torneo celebrado cuatro años más tarde en Italia.
La última hornada de talentos antes de la escisión también se midió con los lusos.
Los 80 también vivieron algún que otro duelo entre ambos conjuntos. Sin ir más lejos, los portugueses, recientes semifinalistas de la Euro 84, y liderados por su nuevo fenómeno Paulo Futre, liquidaron las esperanzas checoslovacas de clasificarse para México 86. Tres años después, al amparo de una prometedora nueva generación de jugadores, los checos se tomaron cumplida venganza, eliminando a los portugueses en la clasificación para Italia 90. Era el grupo de jugadores que representaría a Checoslovaquia por última vez en un gran torneo y formaron uno de los equipos más sólidos del panorama europeo a finales de los 80 y principios de los 90. Hablamos del excelso cabeceador Tomas Skuhravy, el talentoso Lubomir Moravcik, el centrocampista/libero Jozef Chovanec, o el actual seleccionador checo Michal Bilek, que era un interior derecho con bastante gol y anotóEn la Eurocopa del 96 y ya como República Checa, superaron un grupo complicadísimo un doblete para derrotar a unos portugueses que atravesaban un momento muy bajo, con apenas Rui Barros y Futre dando nivel.
Hubo que esperar 7 años para el siguiente enfrentamiento. Eran los cuartos de final de la Eurocopa del 96 y las cosas habían cambiado muchísimo para ambos conjuntos. Tanto que Checoslovaquia ya no existía y había perdido algunas de sus mejores promesas con escisión –amistosa- de Eslovaquia. Habían pasado de manera increíble un grupo donde eran las cenicientas –un poco al estilo de en esta Euro 2012- con Alemania, Italia y Rusia. Los portugueses, por su parte, habían producido una magnífica generación de jugadores que les había dado dos mundiales sub 20 y que aparecían por primera vez en un gran torneo. Hablamos de Luis Figo, Rui Costa, Joao Pinto, más Paulo Sousa, Fernando Couto, Vítor Baia, Sa Pinto, el veterano Océano ejerciendo de líder, el escurridizo Paulinho Santos, el goleador Domingos Paciencia. En la primera fase del torneo deslumbraron y partían como auténticos favoritos para pasar a las semifinales.
En Birmingham, Portugal buscaba refrendar su condición de outsider en el torneo.
Portugal salió al césped de Villa Park con Baia en la puerta, los laterales para Secretario y Dimas, con Helder y Couto en el centro de la zaga. Océano ejerciendo de ancla en el medio del campo, Paulo Sousa en la base de la jugada y Rui Costa con libertad para crear. Arriba, Figo en la derecha, Sa Pinto en el centro y Joao Pinto en la izquierda. Los checos, por su parte, lejos ya su clásica línea de 4 defensas, pero sí fieles a sus larguísimos carrileros de toda la vida. Kouba en la portería, el veterano Kadlec como líbero guardando las espaldas de Hornak y Suchoparek. Los carriles para Nemec y Latal. Radek Bejbl y Nemecek cerrando el medio del campo, con Poborsky y Smicer con libertad partiendo de la banda y metiéndose hacia el centro, y Pavel Kuka como referencia arriba.
El equipo checo era sólido y poco espectacular, y así fue su andadura durante esta Euro 96. Y este partido no fue menos. La primera parte sirvió para que Petr Kouba demostrase su buena forma atajando dos buenas ocasiones de Sa Pinto y Couto. Fallar ocasiones era algo que no era extraño para los portugueses, tan huérfanos de un 9 de clase mundialPese a que Portugal tenía la posesión, Poborsky encontró un rechace para recordar la magia de Panenka desde los tiempos de Eusebio… El caso es que los de Antonio Oliveira mantuvieron admirablemente la posesión de la pelota, pero fueron incapaces de romper el sistema defensivo que planteó Dusan Uhrin. Especialmente brillante fue la actuación del líbero Miroslav Kadlec, un superviviente del Mundial de Italia. Tras el descanso, un rebote afortunado permitió a Poborsky entrar en la historia –y ganarse un buen contrato con el Manchester United-, cuando se plantó ante Vítor Baía y lo batió con una de las vaselinas más famosas de todos los tiempos. Fue un poco «panenkiano» todo, si se me permite la expresión, con su desconocido checo, su portero de clase mundial, su remate imprevisible, su balón entrando suavemente en la portería y rompiendo las esperanzas del equipo favorito… Es cierto que hacia el final del partido, cuando Latal fue expulsado, los portugueses se vinieron arriba, pero sin tener excesivas oportunidades y con Jorge Cadete fallando la más clara. Pero estaba escrito que los checos, anónimos participantes del torneo al comienzo del mismo, fueran hasta la final para reencontrarse con sus viejos amigos alemanes y se ganaran un hueco dentro de los corazones de muchos aficionados. Y sus jugadores, además, se ganaron contratos con algunos de los mejores equipos europeos.
Portugal, por su parte, vio como su «Generación Dorada» les llevaba a un excelente tercer puesto en la siguiente Eurocopa y finalmente a disputar la final del torneo en 2004, en su propio país. La Euro 2004 había sido señalada como el canto de cisne ideal para toda esa generación, y su mejor oportunidad para, por fin, conseguir un título internacional. Como ya sabemos, a pesar de los esfuerzos de Figo o Rui Costa esto no fue posible, ya que los lusos fueron derrotados por la pétrea Grecia de Otto Rehhagel, que a su vez había eliminado al equipo más brillante de toda la competición. Cómo no, ese equipo era la República Checa en la que aún sobrevivía Poborsky, pero que era liderada por el mejor jugador de la historia del fútbol checo, Pavel Nedved: un Balón de Oro que no había estado aquella tarde del 96 en el campo del Aston Villa.
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Adecuación soñada
@ecosdelbalon 21 junio, 2012
Los textos de Vilariño están siendo un disfrute pero, aun más, una experiencia. Te desafían a darte cuenta que organizas tu vida por torneos internacionales, y que asocias cada momento a un instante futbolístico.
Por cierto, Pavel Nedved me parece uno de los Balones de Oro más aburridos de la historia.