Me gustaría parecerme ahora mismo a muy poca gente. Por ejemplo, no me cambiaría por un asegurador de inversiones. Menos aún, por un agente de publicidad. Tampoco mataría por convertirme en dueño de un videoclub. Pero nada me horrorizaría más que meterme esta semana en el pellejo de Joachim Löw. ¡Vaya hueso tiene entre manos! Algunos diréis que ese tipo de tensas disyuntivas suponen una bendición. Algo por lo que suspirarían cientos y cientos de entrenadores. ¿Cómo dudar entre uno u otro en esta selección alemana con cierto sonido a vals? Pero esto es un marrón, un marrón de los gordos. Löw se enfrenta a una dolorosa ecuación. Sudará litros sobre la almohada mientras la resuelve. Posiblemente, incluso en esa agotadora reflexión se le arrugue la camisa blanca y le brote alguna cana, con el riesgo de perder esa imagen impecable, tan suya, de miembro de los Modern Talking. La traicionera dicotomía de Löw responde a los nombres de Mario Gómez y Miroslav Klose. Hablamos de la delantera de Alemania, de cuál de estos dos mastodontes del oficio de atacante ganará la única plaza abierta en la punta del sistema ofensivo germano.
La indecisión de Löw y las peculiaridades de la disputa monopolizan las preocupaciones sobre el acabado de Alemania a apenas unos días del debut en la Eurocopa frente a Portugal. Los germanos ya no suenan a metal, correas y engranajes. Su fútbol se ha refrescado en los últimos seis años con un nuevo idioma, donde la posesión, el toque, la mirada ofensiva, la expresión técnica y el dinamismo fijan las coordenadas. De eso se ha hablado mucho. La escuela de Stuttgart inició la regeneración, Jürgen Klinsmann la impulsó, y Joachim Löw afina, depura y perfecciona la obra. Estamos ante una Alemania de juego vibrante y límpido, casi musical, a la que la creciente competencia interna por cada uno de los puestos le ha hecho pegar un estirón temible.
Mario Gómez y Miroslav Klose ya rivalizaron por el puesto de delantero en el Bayern Munich.
Dentro de ese edificio de Löw, solo cabe un delantero específico. El 4-2-3-1 o la variante del 4-1-4-1 componen las armazones referenciales del equipo. Hasta ahora, tanto en la Eurocopa de 2008 (finalista) como en la Copa del Mundo de 2010 (tercera), Alemania no activó ningún tipo de debate sobre quién debería ponerle el fuego de mortero a la delantera. Ahora mismo, Super Mario es el mejor finalizador, el más cualificado especialista de área del fútbol europeoKlose, capitán y principal reliquia del antiguo régimen germano, asumía ese papel sin discusión. Pero los tiempos, las personas y los futbolistas han cambiado, han progresado. En este camino, Mario Gómez ha explotado como un artillero descomunal y despiadado. Ha aterrizado en la madurez con 26 años. Ahora mismo, Super Mario es el mejor finalizador, el más cualificado especialista de área del fútbol europeo. Quizá solo Falcao reúna números y capacidades para discutirle tal condición. Si nos fijamos en su matemática, nos sobrecogemos: en las dos últimas campañas totaliza 90 goles en 111 partidos, con el Bayern Múnich y Alemania, entre Bundesliga, Liga de Campeones, amistosos internacionales y otras competiciones oficiales. Este hijo de inmigrantes españoles, cuyo padre José levantó la familia con su empresa de construcción, representa ahora la devastación. Pocos como él conocen la geografía del área, los tiempos del gol y la naturaleza del instinto. Tiránico en el remate aéreo, sereno en la ejecución, demoledor y variado en el disparo… Su catálogo de depredación es rico: marca tras control, a un toque, de media y corta distancia, en carrera o percutiendo el gatillo en estático. Sus argumentos para vestirse de titular son indiscutibles. Los goles están ahí: 90 en un par de temporadas. Sin embargo, eso no parece suficiente.
Gómez ha ganado recursos en los últimos dos años. La mano de Van Gaal fue clave en ese enriquecimiento. El general holandés amplio su gama de delantero. Ya no es solo un eje atacante, sino también un estilete que busca soluciones en lugar de esperarlas. También se relaciona mucho mejor con el resto de posiciones y los espacios. El gol se ha multiplicado, pero Mario también ha ganado fútbol. Sin embargo, esto también es insuficiente. Este deporte son goles. Por ellos, se sufre, se ama y se corrompe. Son la alegría del fútbol, de nuestros domingos y nuestros sueños. La más absoluta delicia: queremos uno tras otro, mientras nuestra felicidad se desparrama y nuestras sonrisas explosionan, uno, otro, uno, otro, gol a gol, trago a trago… así funciona Gómez, así es el gol y así es la cerveza alemana. Fuentes de placer. Pero el gol puede no llegar a alimentar del todo. Es necesario el alimento, un enorme plato de sustancia, de codillo asado y buenas patatas. Necesitamos la proteína tanto como el juego de Alemania. Una de las proteínas del ideario de Joachim Löw es Miroslav Klose.
Klose lleva siendo el delantero centro de Alemania desde la Copa del Mundo de 2002.
Nacido hace 34 años en Polonia, con una anatomía estirada y robustecida por la huella genética, Klose, cuya madre fue una figura del balonmano polaco, regresa a sus orígenes en esta Eurocopa. Será su sexto gran torneo internacional: Copas del Mundo de 2002, 2006 y 2010 y Eurocopas de 2004 y 2008. Su currículo se ilumina en el párrafo que lo proclama como segundo máximo goleador de la historia de la Copa del Mundo con 14 goles, solo uno menos que el rey en la materia, el brasileño Ronaldo. Podríamos enumerar datos y conquistas hasta llegar a la misma confirmación: Klose es uno de los delanteros más importantes de los últimos 20 años en Europa, a la vez que uno de los más olvidados. De él, nos acordamos cuando se viste de alemán, se sube al tanque y se planta en una Copa del Mundo o una Eurocopa. En cierto modo, resulta comprensible: Klose posee naturaleza de delantero de la patria, uno de esos tantos arietes cuya voz goleadora se dispara en la defensa de su país.
Desde luego, en este tiempo, casi nadie ha rematado de cabeza como él. Klose es un producto de la antigua Alemania. Un delantero alineado en la dinastía de Gerd Müller, Allofs, Bierhoff, Klinsmann, Riedle, Hrubesch o incluso de los orientales Kreische, Streich o Kirsten, todos ellos futbolistas de los últimos 25 metros, dueños del acabado y el gol. En sus tres temporadas en el Werder Bremen de Schaaf, Klose anotó 63 goles… y repartió 48 asistenciasBajo la influencia de ese código, creció Miroslav. En cierto modo, él era como varios de ellos, hercúleo, poderoso en el área y los cielos… Su habilidad aérea no ha sido únicamente un producto de la genética. Klose se trabajó a sí mismo la elasticidad. En una habitación de su casa, colgaba del techo una cuerda con un balón y se lastraba con un chaleco de plomo. Con ese adiestramiento, pulió el salto y su ‘timing’ de seda. Con Klose, muchas veces hemos caído en el reduccionismo. Nos enamoramos tanto de esos comportamientos de artillero que descuidamos otras cosas. Por ejemplo, esas cosas que Thomas Schaaf supo explotarle en los años del Werder Bremen. Schaaf afiló un sistema de juego con cierta alegría, muchas conexiones internas, fluido y con intenciones creativas. Klose fue una pieza esencial en ese caudal de juego. En sus tres temporadas en Bremen, anotó 63 goles. Pero este dato no fue el relevante. Con Schaaf, Klose repartió 48 asistencias. Son números interpretables, sí. Aunque no en este caso. Su temporada 2005-2006 resultó memorable, con 31 goles y 18 asistencias. Eso está al alcance muy pocos delanteros. Schaff supo detectar la poliédrica capacidad de Klose. Podía ser algo más. Así lo absorbió el Bayern Münich… y allí pareció que se agotaría Klose para siempre. Pero estaba Löw.
Cuando asumió la selección alemana y avanzó un poco el tiempo, proyectó un modelo de juego donde el foco contextual lo componía la triangular relación entre Özil, Müller y Klose. Ellos son los tres principales nódulos de elaboración ofensiva. De sus permutas, encuentros y movimientos rotatorios se alimenta el hilo de juego germano. Para llegar a esto, Löw, especialmente, ha ido perfilando, definiendo y sacando cada vez más del área a Klose. Ha conseguido customizarlo. Ahora, Miroslav se enclava en el modelo de juego con comportamientos naturales de un falso nueve. Vale la pena asomarse a sus mapas de calor del último año. Su área de influencia se fusiona con la de Özil. Ambos comparten muchas veces ese espacio mientras Müller se abre, luego se interna y acaba trazando diagonales. O Podolski se estira como un extremo más académico. Löw ha encauzado todo el circuito de juego de Alemania por esa interdependencia del triángulo Özil, Müller, Klose.
Miroslav se ha emancipado del área y participa en funciones creativas: combina, se asocia, pivota y se vuelve, se integra en entregas y recepciones… Y el olfato ya sabemos que nunca se pierde. Para Löw, Klose ha sido -y es- un eslabón capital dentro de su revolución estilística. Por eso el problema, por eso las arrugas en la camisa, las reflexiones, las canas recién nacidas y la inmensa duda. El debate. El marrón. ¿Klose o Gómez? ¿El codillo o la cerveza?
El esquema de Joachim Löw sólo admite a uno de los dos goleadores.
Intentaremos aproximarnos a una posible solución. Juntos apenas han coincidido en Alemania en los últimos cinco años salvo en instantes puntuales o de emergencia. O uno y otro. Hay, no obstante, un precedente más o menos próximo. Tras la marcha de Van Gaal del Bayern en abril de 2011, asumió el banquillo durante cinco partidos Andries Jonker. En tres de ellos, instaló en punta a Gómez y a Klose por detrás, como segundo delantero. Es un dato, y por lo tanto, cada uno que lo interprete como le interese. Pero en esos 3 partidos Gómez reventó a golear: marcó cinco tantos con Miroslav de escudero.
Alemania es otra cosa. En su carrera en la selección (52 partidos), Gómez ha marcado 22 goles y enlazado 8 asistencias. Muy lejos de los 63 tantos y 25 entregas de Klose en 116 internacionalidades. Pero nos vamos a detener en el ciclo de la Eurocopa.En este periodo, Löw alineó de inicio cuatro veces a Gómez y cuatro a Klose. Apenas hay diferencias: Gómez ha jugado 14 partidos, ha anotado 10 goles y distribuido 2 asistencias. La secuencia de Klose es 15 encuentros, 11 dianas y 4 entregas. Los números, como casi siempre, apenas nos arreglan el asunto. Así que miraremos el último año, la carrera final hacia la Eurocopa, con partidos oficiales, amistosos y preparatorios. Alemania ha jugado desde agosto pasado diez choques. Aunque Gómez ganó protagonismo y plaza de titular en el último tramo de la clasificación, Klose ha sido en los últimos once meses tantas veces titular como él (considerando que ante Suiza, hace unos días, los chicos del Bayern tenían aún reposo). En este periodo, Löw alineó de inicio cuatro veces a Gómez y cuatro a Klose. Y en dos partidos, jugaron 45 minutos cada uno, siendo titular Mario contra Brasil y Miroslav frente a Francia. Como ven, Löw ha clavado el reparto, con Cacau como actor muy terciario.
Pero dentro de esta igualdad participativa, sobresale un detalle importante. Los tres mejores momentos de Alemania en este último año, sus más inspiradas y puras expresiones, fueron con Klose en el equipo.Los tres mejores momentos de Alemania en este último año fueron con Klose en el equipo En agosto, ante Brasil, Löw apostó por Gómez hasta que en el descanso, con empate a cero, lo cambió por Klose y sacó a Schürrle por Podolski. El partido entró en otra dimensión. Alemania acabó ganándole 3-2 a Brasil con un Götze excepcional y Klose retroalimentando la línea creativa de Löw. En septiembre, Alemania aplastó 6-2 a Austria con Klose los 90 minutos. El rodillo teutón lo encabezó ese día Özil, perfectamente complementado por Miroslav y su tendencia de falso nueve. Pero la obra cumbre de Alemania en su tránsito hacia la Eurocopa fue el baile (3-0) a Holanda en noviembre. Desde el desguace de Argentina en Sudáfrica, no había rendido así. De nuevo, Klose volvió a jugar el partido completo. Su noche acabó en gloria. Marcó un gol y donó los otros dos. Pero fue más. Dominó la situación a su antojo, descolgándose del área, avivando el último tramo de juego, triangulando, apoyando, finalizando…
Alemania alcanzó ante Holanda el ideal de Löw: ritmo en las transiciones, velocidad en la fase ofensiva, juego de escuadra y cartabón, fluidez, participación coral… Klose fue el vértice de apoyo de ese mecanismo, con Özil y Müller liberados y gestionando la producción. La inteligencia, la interpretación del fútbol y la fuerza asociativa de Klose son un argumento duro ante los goles y la rotundidad de Gómez. ¿Acabará moldeando Löw a Super Mario del mismo modo que a Super Miroslav? Porque sí, ambos son futbolistas para enamorase….
–
Referencias:
Twitter de Chema R. Bravo
Erre Blog
–
Artículos relacionados:
Quieren ser como Zizou
La Mecánica Naranja
Inglaterra y el equilibrio
NJosC 6 junio, 2012
Empecé por pensar: "Qué exageración decir que la situación es un marrón" para terminar casi que sudando al imaginarme a Low en una batalla interna y cruenta sobre el tema. Articulazo!!!! Felicidades.
@ Klose
De verdad que Klose llega a transmitir eso de "Jugué un partido en todo el año en mi equipo, pero si me pones en la selección, la rompo."
Interesante como con Alemania él y Podolski sacan lo que llevan dentro.