«Con la reunificación Alemania será futbolísticamente imbatible». Palabras de un exultante Franz Beckenbauer tras ganar el Mundial de Italia en 1990. Tras dos finales perdidas en la anterior década, el fútbol alemán retomaba su puesto de privilegio en el concierto internacional, y lo hacía con una sensacional actuación en un Mundial en el que sólo partía como cuarto candidato, por detrás de Italia, Brasil y Holanda. Beckenbauer, que se las había ingeniado para llevar a su selección a una improbable final en México –solo para perderla ante el genio de Maradona y la desafortunada actuación del siempre fiable Schumacher-, había recibido muchísimas críticas ante la actuación de su país en la Eurocopa del 88. El Kaiser, trató de renovar la selección, pero muchos de los hombres que compusieron el equipo que jugó la Eurocopa en casa no eran jugadores del nivel necesario. El camino hacia 1990 era largo y le permitió ensamblar un gran conjunto, con una excelente mezcla de veteranos y jóvenes sobradamente preparados. Con una solidez a prueba de bombas, la última selección de la República Federal Alemana se alzó con el título mundial.
Era un equipo magnífico, con una columna vertebral compuesta por Klaus Augenthaler, Andreas Brehme, Lothar Matthäus y Rudi Völler, cuatro veteranos que estaban en gran forma. A su alrededor, jóvenes como Jürgen Kohler, Stefan Reuter, Thomas Berthold o Jürgen Klinsmann, con Thomas Hässler, Karlheinz Riedle y Andy Möller dando sus primeros pasos en la selección, Olaf Thon ejerciendo de comodín y Pierre Littbarski, reconvertido de voraz extremo a inteligente volante ofensivo, dando sus últimas lecciones con la camiseta nacional. Era una maquinaria perfectamente engrasada a la que Maradona, en su última gran gesta, le facilitó el trabajo eliminando al único equipo que podía frenarle en ese verano italiano: la propia selección «azzurra».
Tras el Mundial llegó el momento de la renovación futbolística y política
El tricampeonato mundial sólo podía augurar cosas buenas, y a eso se refería la frase de Beckenbauer. Un nuevo período de esplendor parecía abrirse en los horizontes de Alemania, en todos los sentidos. El Muro de Berlín había caído yTras la caída del Muro de Berlín, el futuro de la Alemania unificada era esplenderoso el país volvía a ser uno sólo. Había que reestructurar la atrasada parte oriental, pero a cambio, Alemania -por fin sin siglas- ganaba en potencia. Algo que, como todos sabemos, no fue tan fácil como se suponía, y que todavía sigue en marcha. Futbolísticamente, varios campeones del mundo habían dejado el equipo. Los más importantes, el líbero Augenthaler, una bestia competitiva con una pegada brutal y un capo del vestuario, y el pequeño genio del Colonia Littbarski. Y, sobre todo, Beckenbauer había abandonado el cargo de seleccionador tras 6 años en los que había logrado renovar y regenerar al equipo nacional y, por supuesto, igualar a Mario Zagallo como único hombre en ganar la Copa del Mundo como jugador y como entrenador. No eran bajas cualquiera: los tres habían sido muy influyentes en la personalidad y la carrera de un Lothar Matthäus que había pasado de ser el marcador de todos los números 10 del mundo a ser él el marcado y el jugador clave de todos sus equipos.
Pero es aquí donde entra futbolísticamente la RDA. Los «Ossies» más importantes comenzaron a jugar casi de inmediato con la nueva selección alemana, y eran jugadores que cubrían las bajas del equipo campeón del mundo e incluso reforzabanLos jugadores de la extinta RDA eran perfectos para el relevo generacional las parcelas que podían ser más críticas. Matthias Sammer era el sustituto perfecto para Augenthaler –aunque finalmente siguió jugando como ancla en el centro del campo, pasando Guido Buchwald a ser el hombre libre-. Era el jugador más destacado de la RDA y fue el primer jugador del Este en jugar con la nueva Alemania. Ulf Kirsten era un goleador implacable que formaría una rotación tremenda con Klinsmann, Riedle y el veterano Völler, del que se le veía como perfecto sustituto. Andreas Thom fue el primer jugador oriental en firmar con un equipo de la Bundesliga –Bayer Leverkusen-, y era un segundo delantero cotizado por su capacidad para jugar también como extremo y centrocampista ofensivo. En otras palabras, el Littbarski de la RDA. Por último, Thomas Doll era un centrocampista ofensivo de calidad, con buena llegada al gol y capacidad para organizar el juego. Su puesto era el más difícil, porque lo compartía con Matthäus, pero cuando este se lesionó y tuvo que perderse la Eurocopa en Suecia, la importancia de Doll se tornó capital.
La nueva Alemania entrenada por Berti Vogts –mano derecha de Beckenbauer- no tuvo ningún problema para clasificarse para el torneo en Suecia, en un grupo que incluía a Bélgica, Luxemburgo, Gales y, cosas de la vida, a una RDA que usó ese primer partido de clasificación contra Bélgica como un amistoso que sirviese de despedida para su equipo nacional.
Se esperaba que Suecia fuese el escenario del dominio del nuevo equipo alemán.
El conjunto germano era el favorito número uno para alzarse con la corona europea. Se esperaba su enésima revancha con los holandeses –tras las guerras del 88 y el 90- durante la fase de grupos y un eventual encuentro con la Francia de Michel Platini y Jean Pierre Papin.
Como ya dijimos, el equipo mantuvo la base del Mundial del 90. Matthäus estaba lesionado y Doll tomó su puesto. Sammer y Thom también consiguieron entrar en la lista de Vogts. Sorprendentemente, fue Kirsten el que no viajó a Suecia. El entrenador fue bastante criticado, al convocar a 9 defensas para una lista de 20 jugadores –entre ellos el jovencísimo Wörns y los mediocres Schulz y Binz-. Aparecía en la selección por primera vez también Stefan Effenberg en un equipo que nunca tuvo tantos jugadores en el extranjero. El Calcio seguía importando a los mejores del mundo y es así como Juventus –Reuter y Köhler-, Inter –Brehme y Klinsmann-, Roma –Hässler y Völler- y Lazio –Doll y Riedle-, estaban representados en la selección de Vogts. Sólo el Stuttgart tenía más jugadores -3- que alguno de los equipos de la Serie A.
Alemania comenzó el torneo dubitativa. La provisional selección de la CEI se le adelantó en el marcador, y sólo un fantástico lanzamiento de falta de Hässler salvó los muebles, justificando los miedos de Vogts antes del partido. Los soviéticos sólo han cambiado de nombre , decía Berti. Además, Alemania perdía a Völler, que se rompió el brazo. Para el segundo partido, hubo bastantes cambios en el equipo. Klinsmann pasaba a ser titular junto al indiscutible Riedle, Möller aparecía de inicio y Effenberg jugaba de lateral derecho.Alemania fue superada por Holanda, pero Escocia indirectamente les metió en semifinales Fue una victoria cómoda ante una Escocia que quedaba eliminada. Faltaba el duelo contra los holandeses.
Un partido muy malo por parte de Alemania, donde Vogts era incapaz de encontrar un medio del campo a su gusto. Helmer, Effenberg, Möller y Hässler –Sammer fue al banquillo-, en este caso, fueron avasallados por Wouters, Rijkaard y Witschge, y por la inspiración de un Brian Roy que estaba siendo toda una revelación en el torneo. 3-1 y sólo la inconcebible derrota de la CEI contra Escocia por tres a cero les daba el pase a las semifinales. ¿Qué pasaba con Berti? ¿No sabía lidiar con tal despensa de talento?
En el otro grupo, ya lo sabemos, Dinamarca se cargaba a Francia y se colaba en las semifinales junto a Suecia, que sería la rival de Alemania en semis. En el Rasunda Stadion, Vogts sacó su equipo más lógico de todo el torneo. Un 5-3-2 con Sammer, Effenberg y Hässler en el medio. Alemania jugó bien, a ratos muy bien, y dominó sin excesivos problemas a los anfitriones. Hässler, el pequeño mago de la Roma, seguía pletórico, abriendo el marcador con otra de sus faltas, y Riedle ejerció de matador con dos goles.
La final, la esperada revancha con los holandeses, nunca se produjo. Dinamarca aparecía súbitamente por sorpresa –tan súbitamente como en este artículo- para asumir todo el protagonismo. Lo que se presumía un duelo igualado en todos los aspectos entre Alemania y Holanda se convirtió en la peor pesadillaAlemania ya conocía a Dinamarca, pero éstos hicieron el mejor partido del torneo para los chicos de Vogts. No había fifty-fifty. Nadie iba con Alemania.
Alemania repitió once, y el fútbol y la experiencia estaban con ellos. No podían ser sorprendidos ahora. Ya habían visto todo lo que tenía Dinamarca en los duelos contra Francia y Holanda. O eso pensaban. Dinamarca jugó el mejor partido del torneo, con un Schmeichel que demostró ser todavía mejor de lo que ya habíamos visto, con un Brian Laudrup que era un diablo haciéndole la vida imposible a Reuter y Köhler, con John Jensen y Kim Vilfort, dos jornaleros, convertidos en titanes del medio del campo. A los 19 minutos, Jensen culminaba con un chut desde fuera del área una gran jugada colectiva de los daneses. El balón pasó como una exhalación sobre un desafortunadísimo Bodo Illgner –como a lo largo de todo el torneo-, y encendió los sueños de la pequeña nación.
Vogts, en el descanso, retiró a Sammer y dio entrada a Doll, intentando que su equipo tomase la iniciativa. Y la cosa salió bien, porque Alemania dominó los primeros 30 minutos de la segunda parte y obligó a Schmeichel a multiplicarse. Su parada a tiro de Klinsmann es antológica, su dominio del área en los balones colgados también. Y cuando más cerca estaba el empate, una contra danesa la culminó Vilfort con un tiro raso pegado al poste izquierdo de un inoperante Illgner. Colorín colorado
Es así, sin avisar, de improviso, como Dinamarca dio una de las mayores sorpresas de la historia del fútbol. «Nosotros comenzamos nuestra preparación jugando el primera partido contra Inglaterra. Después de eso es cuando comenzó nuestra concentración». Palabras de Möller Nielsen que ponen en duda los beneficios de las concentraciones largas. Los daneses llegaron como invitados, jugaron con voluntad y sin complejos, y fueron campeones gracias al mejor guardameta del mundo, al criterio de Lars Olsen en defensa, al trabajo de Chistofte en el ala izquierda y de Povlsen en la delantera, y a la fantasía de Brian Laudrup. Fueron un equipo en toda la extensión de la palabra, y vivieron el verano de sus vidas.
–
Artículos relacionados:
El verano de nuestras vidas (I)
Disfrazar la neutralidad
@DavidLeonRon 17 junio, 2012
"un Lothar Matthäus que había pasado de ser el marcador de todos los números 10 del mundo a ser él el marcado y el jugador clave de todos sus equipos"
Pregunta, porque es uno de los grandes a los que menos tengo estudiados: ¿Cómo de bueno era Lothar Matthaus? ¿En qué escalón lo situais? ¿Junto a qué otros futbolistas de su mismo nivel? Cuando yo era un crío, Matthaus era mitazo total. Los videojuegos usaban su nombre para el típico roster falso ^^ "Lotar":D
Quiero respuesta objetiva, sobre todo de Vilariño, que me consta que Matthaus es su ídolo ^^