21 de junio de 1988. Esa es la fecha. El partido más intenso y caliente que hayan disputado nunca Holanda y Alemania. Seguramente sea una apreciación un poco exagerada a ojos de muchos dados los encuentros que han jugado ambos países a lo largo de los últimos 40 años, pero realmente es esa semifinal de la Eurocopa cuando el veneno inoculado en 1974 comenzó a hacer efecto a niveles casi enfermizos.
Evidentemente, aquella final de Munich en 1974 marcó las relaciones futbolísticas de ambos países. Holanda, hasta hacía bien poco era un país de fútbol amateur, un don nadie a nivel europeo. Pero la presencia de dos genios como Rinus MichelsRinus Michels desde el banquillo y Johan Cruyff desde el campo cambiaron Holanda –en los banquillos- y Johan Cruyff –en el campo- provocó una revolución que llevó al fútbol holandés a ocupar puestos de privilegio en el concierto continental. Lo hicieron primero a través del Ajax y el Feyenoord, sus dos clubes punteros, que a comienzos de los 70 dominaron la Copa de Europa (y el PSV también tuvo actuaciones destacadas en la UEFA). A este auge de los clubes holandeses no fue ajena la «Oranje», que se clasificó para el Mundial del 74 y dominó el campeonato desarrollando un fútbol novedoso que enamoró a todo el planeta fútbol. El llamado «totaalvoetbal» – Fútbol Total – se convirtió en el Dorado a alcanzar por todo el fútbol mundial a lo largo de los años 70. Alemania, la URSS y Polonia, cada una con sus características propias, lo alcanzaron y hasta Brasil, cuando Claudio Coutinho asumió la dirección de la «verdeamarela», planteó como su objetivo el alcanzar ese concepto futbolístico.
El caso es que en 1974, los holandeses, selección formada por jugadores con ideas muy propias, modernas, radicales a su manera, jugaron la final contra la anfitriona Alemania y el odio que toda una generación holandesa incubó contra los germanos viajaba en el autobús del equipo de Rinus Michels. Obviamente, Holanda había sufrido muchísimo durante la Segunda Guerra Mundial, con una ocupación de 4 años largos por parte de los nazis, que aplicaron una represión importante en los Países Bajos. Los hombres y mujeres que vivieron esa dominación eran los padres y abuelos de los miembros del equipo holandés. Ellos eran niños de la posguerra, y es evidente que la educación recibida influyó mucho en la manera de afrontar esta final por parte de los tulipanes. Van Hanegem aseguraba sin rubor que no les bastaba con ganar, que querían humillar a los alemanes, que eso era más que fútbol. Robar algo importante en Alemania, como ellos habían hecho con la libertad en Holanda durante la guerra.
Desgraciadamente para los holandeses, en la final se toparon con un equipo al menos tan bueno como ellos, que jugaba en casa, tenía más fondo de armario y demostró mucho más cuajo competitivo que los chicos de Cruyff. Y emocionalmente más estable. La derrota cayó como un jarro de agua fría en el país. La selección, obsesionada con ganar y con reencontrarse con los alemanes dio un bochornoso espectáculo en las semifinales de la Eurocopa de 76, donde fueron superados por Checoslovaquia. En el 78, con un equipo y juego ya menos total, Holanda fue incapaz de ganar el Mundial de Argentina. Aunque estuvo a un palo de Rensenbrink y unas cuantas manos de Fillol de levantar la Copa. Y antes de que pudieran darse cuenta, su gran generación se había acabado.
Lo que hay detrás del 21 de junio de 1988…
Semifinales de la Eurocopa de Alemania en 1988. Alemania Occidental vuelve a encontrarse con Holanda. 14 años rumiando la frustración y haciendo crecer el odio. Holanda, que había sufrido horrores para pasar la fase de grupos, salió con los ojos inyectados en sangre.
La mayoría de la gente separa las generaciones del 74 y el 88 y marca como único nexo en común la presencia de Rinus Michels. Ni mucho menos. En primer lugar porque esta selección no es total: es sólida, tiene talento y sabe lo que quiere. Pero sus mecanismos no se parecen a los del 74, por no parecerse no se parecen ni enAdemás de Michels, la generación del 88 estaba vinculado a la del 74 por su derrota el color de la camiseta: un naranja menos intenso, pero un diseño más radical. El que caso es que esta selección está muy íntimamente unida a aquella de la final de Munich. Obviamente, ni van Basten, ni Koeman, ni Gullit fueron niños de la guerra, pero sí fueron los niños que estaban pegados al televisor viendo perder a sus héroes ante un equipo compuesto por bastardos alemanes, en palabras de Van Breukelen. Se criaron con las decepciones de los 70, educados en la rivalidad contra Alemania. Y además de Michels, nexo obvio de unión entre generaciones, gran parte de ellos habían crecido bajo las alas de un veterano Cruyff en sus últimas etapas en Ajax -Van Basten, Rijkaard, Vanenburg, Kieft, etc- y Feyenoord -Gullit, Hiele, etc-. Y Cruyff ERA esa Holanda. Además, otros muchos había jugado con supervivientes de la Naranja Mecánica original como Krol, los hermanos Van der Kerkhof o el portero Piet Schrijvers. Añadamos que el jugador más veterano y experimentado del equipo era Arnold Muhren, cuyo hermano Gerry era miembro de la Holanda del 74, pues completamos el cuadro. Imposible que este equipo no estuviese extramotivado en este partido.
El partido de sus vidas, no cabía la menor duda.
Alemania llegaba a las semifinales de la Euro 88 tras haber pasado cómodamente un grupo junto a Italia, España y Dinamarca. Beckenbauer, otro punto más de motivación para los holandeses, seguía retocando la selección. Fue el primer torneo sin Karl Heinz Rummenigge en más de una década, y además faltaba otro líder como Harald Schumacher. Así que la apuesta por la juventud era obvia para el Kaiser, que además estaba preparando el Mundial de Italia. Matthäus era el líder del equipo en el campo, el líbero Augenthaler era un jugador de élite y toda una personalidad en el vestuario, Littbarski seguía haciendo diabluras en la banda, Andy Brehme era el lateral más completo del mundo, Rudi Völler se veía acompañado ahora del ágil y peligroso Jürgen Klinsmann, y en la portería Elke Immel, que tras casi una década de espera había sucedido a Schumacher. Su planta era la misma: alto, fornido, pelo rubio y rizado, esas características Tal fue la tensión generada durante la Eurocopa de 1988 y este duelo en particular, que Immel renunciópiernas en «X»… Pero sin la personalidad ni el aplomo de su antecesor. La Eurocopa, la tensión de jugar en casa, la presión del máximo nivel competitivo se lo comió. Renunció a la selección tras el torneo.
Holanda, por su parte, tras perder con la URSS, ganar contra Inglaterra y salvar los muebles contra Irlanda, llegaba como la segunda de su grupo. Eso sí, había descubierto para el gran público a Marco van Basten, que tras pasarse lesionado gran parte de su primer año en Milan, comenzó el torneo como suplente del atacante del Malinas Johnny Bosman. Afortunadamente para ellos, Michels había rectificado.
Holanda contaba uno de los mejores guardametas del mundo, Hans van Breukelen custodiando la puerta, laterales largos en las figuras de Berry van Aerle y Adrie van Tiggelen, una pareja de centrales que aunaba la potencia de Ronald Koeman y la capacidad y despliegue de Frank Rijkaard, Erwin Koeman y Jan Wouters en el eje del centro del campo, Gerald Vanenburg, que era un puñal en la derecha, Arnold Muhren y su gran toque de balón en la izquierda y una delantera formada por el Balón de Oro y futbolista total Ruud Gullit y Marco van Basten. Un equipo fresco, con muchos jugadores en el pico más alto de su carrera y con la moral por las nubes pues seis de sus titulares venían de ganar títulos europeos con el PSV y el Malinas.
La tensión no se reprimió ni un segundo en esta semifinal. Sobre el césped del Volkparkstadion de Hamburgo ambos conjuntos se repartieron patadas e intercambiaron fútbol a partes iguales. Los holandeses desde la posesión y los alemanes tratando de imponer su preparación física y su fútbol de ida y vuelta. En el primer tiempo los holandeses tuvieron buenas ocasiones, pero su falta de contundencia permitió a los anfitriones llegar vivos al descanso. Y no sólo eso, sino que al comenzar la segunda parte la suerte les sonrió. Rijkaard derribó a Klinsmann en el área y el árbitro señaló el punto fatídico. A pesar de que van Breukelen había Holanda tenía la posesión, Alemania un mayor despliegue físico en el ida y vueltaganado la Copa de Europa en los penalties hacía un mes, no había caso. Matthäus no falla un penalti importante.
Estando por detrás en el marcador, Michels sacó a Wim Kieft, un espigado delantero del PSV campeón europeo que también hizo fortuna en Italia, para acompañar a van Basten en la punta del ataque. Gullit retrasó su posición y desde ahí desarboló a Olaf Thon y Wolfgang Rolff, que formaban el doble pivote alemán. Y además, el árbitro, que fue de todo menos casero en este partido, señaló un dudoso -siendo muy generosos- penalti sobre van Basten que Koeman, otro de los que no falla penalties importantes, se encargó de transformar. Cuando el partido se encaminaba a la prórroga, con Holanda colgando balones hacia ese tallo que era Kieft, un pase raso de Wouters llegó a van Basten quien, con Kohler encima de él y lanzándose en barrida, conectó un derechazo que superó al inoperante Immel y metió a Holanda en la final.
El éxtasis y las consecuencias de la victoria de Holanda.
Lo que se vivió desde que Ion Igna, el árbitro rumano, señaló el final fue fiel reflejo de todo lo que veníamos apuntando desde el principio del artículo. «¡Lo hemos hecho, lo hemos hecho! Hemos jodido bien a esos bastardos», fueron las primera palabras que salieron de la boca de van Breukelen, uno de los más volcánicos en todo este pleito germano-holandés. La final parecía algo secundario, un segundo plato. Lo importante era ganarle a los alemanes, robarles algo a los alemanes. Y además de manera tan dulce, remontándoles en su casa, con un penalti injusto y ganando sobre la hora. Ronald Koeman era otro de los más venenosos. Imborrable comoEl júbilo tulipán era mayor por la victoria contra Alemania, que por el paso a la final, tras cambiar su camiseta con Olaf Thon, se dirigió a la grada donde estaban los aficionados holandeses e hizo con ella ademán de limpiarse el trasero.
La consecuencia inmediata de la derrota para los alemanes fue una limpia de Beckenbauer: Immel, Herget, Borowka, Rolff, Wuttke, Rahn… nunca más volverían a vestir la camiseta nacional, dando paso a una nueva generación que incluía a Illger, Reuter, Möller, Hässler, Riedle, Buchwald, etc. Mientras que para los holandeses fue un subidón tal que ganaron la final de manera mucho más sencilla de lo que podría pensarse tras ver como los soviéticos les habían derrotado en primera fase. Las imágenes de todos los jugadores haciendo partícipe único y exclusivo del triunfo a Rinus Michels reflejan lo mucho que 1974 marcó a todo un país.
A medio plazo, esta semifinal provocó un aumento de odio entre ambas selecciones hasta llegar a cotas enfermizas. Su partido de octavos de final en el Mundial del 90 es una oda a la flaqueza mental, especialmente de los holandeses. Völler y Rijkaard fueron los grandes protagonistas, con rifirrafes contínuos que desembocaron en el célebre escupitajo del jugador del Milan al delantero de la Roma que, curiosamente, acabó con ambos expulsados. La presencia del pendenciero van Breukelen tampoco ayudó mucho. Gullit, tras mucho tiempo lesionado, jugó bien en ese partido, pero fue sistemáticamente apaleado por Buchwald, Augenthaler, Matthäus y, resumiendo, cualquier alemán que le tuviese a menos de un metro. De un van Basten superado física y mentalmente mejor no hacer mención. Tristísima su única aparición en la Copa del Mundo. Una vez apagadas las llamas más gordas con la expulsión de Völler y Gullit, los equipos parecieron querer mostrar algo de su categoría, y Volverian a cruzarse en 1990 y 1992, con una victoria para cada contendienteahí Andy Brehme y Klinsmann decidieron para Alemania, que se cobraría venganza de los holandeses en su camino hacia el tricampeonato del mundo.
Dos años después, durante la Eurocopa de Suecia, ambos conjuntos volvieron a encontrarse, aunque la tensión entre los equipos había disminuído palpablemente, seguramente porque las vacas sagradas holandeses venían ya un poco de vuelta de todo. Eso sí, el prepartido fue caliente en las gradas. Ambos himnos nacionales fueron apagados por los silbidos rivales, hasta tal punto de que los germanos, al no poder oír el suyo, deshicieron la formación antes de que terminara. En el campo, con Brian Roy, Dennis Bergkamp o Frank de Boer abanderando una nueva generación, los de Rinus Michels -que de nuevo se había hecho cargo del equipo tras las etapas de Libregts y Beenhakker- se impusieron por 3-1.
Con el paso del tiempo y los cambios de jugadores, la rivalidad enfermiza parece haber vuelto a instalarse exclusivamente en las gradas. Durante la Euro 2004 no se registraron incidentes durante el partido de frase de grupos que terminó 1-1. Hoy, Alemania y Holanda vuelven a medirse en un gran torneo. Holanda por la supervivencia y por poner en problemas a su mayor rival, y Alemania para sellar la clasificación y prácticamente jubilar a una nueva generación de holandeses. Que gane el más fuerte.
–
Artículos relacionados:
Debe salir cara
Un Dios salvaje
···
···
HAZ CLICK AQUÍ PARA VER TODAS LAS COLECCIONES DE
– ORIGEN | ECOS –
···
Jaime 13 junio, 2012
Sólo apuntar que el incidente del Mundial del 90 fue entre Völler y Rijkaard (en lugar de Gullit). Por lo demás, excelente artículo que refleja la histórica rivalidad y el gran pique entre holandeses y alemanes.