Cuando te estás yendo, casi nada importa. Juegas para ti, para tu alma y tu ego. La crítica del lunes, que antaño leías con dientes apretados, hoy apenas te mueve un puntito de misericordia por ese articulista que jamás sentirá la humedad del pasto de cerca, que en la vida pateará una pelota, al que nunca le clavarán los tacos en una entrada. Cuando va a llegar el fin lo entiendes todo. El compañero es tu mejor arma, nunca más un rival por la gloria. Y se la pasas. A dos toques, de primeras, con el exterior o de pecho. ¡Qué placer, mamita!
A Andrea le llamaron poco menos que anciano cuando el club de su vida le dijo que no estaba para una nueva guerra. Como cambiar de camiseta en Italia no es acto morboso y el Calcio pasa por su etapa más anónima, la gesta juventina ha terminado por hacerse sorda. Poco le importó a Andrea, que sabe quién es. Polonia y Ucrania, escenario de competitividad y sufrimiento para casi todos, resulta ya su jardín de recreo. Vuela libre, sin el peso del mañana. Como el maestro Zidane, eligió el penalty inmortal para escenificar su disfrute en el ocaso. Como el grito del Diego, antes de que le cortaran las piernas. Todos superaban con holgura la tercera década de su vidas. Iban en paz. ¿Viejos? Vivan los viejos.
@ecosdelbalon 25 junio, 2012
Columna rosendiana.
Rosende creó escuela ^^