«No, no, no. Yo le digo a usted que usted es mejor que esos dos guiris que tiran tan fuerte, Lapa y Guardián. Se lo digo yo a usted, claramente, y usted tiene que creerme». Es difícil, casi imposible, no amar a la España de 2008, a su origen, su camino y a Luis Aragonés. Existe tal fascinación que quizá nos estemos perdiendo un ahora que recoge, como nunca antes ninguna selección de la historia, los frutos del trabajo bien hecho. La España de Ucrania y Polonia es distinta a la de Austria y Suiza porque todo ha cambiado. Porque nada es igual. Iniesta, entonces recién sustituido por un decrépito Henry en Old Trafford para ver si sonaba la flauta, es hoy el casi unánime número tres mundial. Xavi, cuya continuidad no estaba ni garantizada en el FC Barcelona, es una leyenda que todavía anda. Silva, un crío sin barba, es para muchos el mejor futbolista de la Premier. Lo que llegó a aquella cita como un grupo de jugadores ocultos bajo la sombra de un Raúl que les unió para siempre, hoy es el núcleo competitivo más frío y crudo que cualquiera de nosotros pueda recordar. El Sabio de Hortaleza hizo el milagro, y pedirle a Del Bosque que calque su labor en pleno 2012 es faltar el respeto a sus consecuencias. Lampard y Gerrard, como el resto, ni siquiera saben si existe la posibilidad de ganarles. Eso es España.
Se acusa a la Selección de un conservadurismo, incluso defensivismo, que parece casi irrebatible. Como si fuese algo malo de por sí, o como si fuese una afrenta contra nuestro pasado. Es obvio que de la mano deLa España de Aragonés, más ofensiva que ésta, tampoco fue concebida para marcar tres goles por encuentro Del Bosque, y de la lesión del autosuficiente y punzante Villa, estamos viendo la versión más cerrada del equipo, pero hay que recordar que la esencia nunca fue desarrollar una máquina de matar. España nace en 2008 con el axioma de protegerse con la pelota, de meter en el campo contrario a todos los rivales y darles la vuelta antes de emitir el pase inseguro que pudiese conllevar la pérdida. Tanto es así que en los Cuartos de Final ante Italia, el encuentro más complicado de nuestra era moderna, no es difícil comprobar que evitar contragolpes se priorizó sobre la creación de ocasiones. Teniendo a Villa y Torres, dos jugadores profundos que jugaron un encuentro notable, Luis instruyó a Senna, Xavi, Iniesta y Silva para que cada pase interior pudiese ser malo por largo pero nunca por corto, lo que derivó en una cantidad de saques de puerta para Buffon y desmarques inútiles de nuestros puntas inusual en lo general e impropia en nuestro particular y ultra técnico caso. La máxima, que Italia jamás robase mirando a los ojos de Casillas, Puyol y Marchena. La marca se gestó desde el primer instante.
Luis Aragonés implantó un juego de posición y posesión muy definido y claro.
Y sí, Villa y Fernando Torres. Dos puntas. Ambos eran futbolistas que de por sí obligaban a la Selección a crear un número de opciones de gol que hoy no nos planteamos. Su influencia no sólo afectaba al carácter del juego, sino también al funcionamiento más táctico. Al modelo -concepto distinto al de estilo-. España, que hoy genera dudas al respecto, ganó su primera Eurocopa coloreada practicando un claro juego de posición. El juego de posición es aquel modelo futbolístico que automatiza un comportamiento táctico más o menos fijo para agilizar la toma de decisiones del poseedor de balón. O sea, se diseña una estructura concreta para cada fase o altura del juego que siempre es respetada, independientemente de las caras que rellenen cada demarcación. De esta forma, el posicionamiento, a vista de pájaro, es el mismo en cada ataque, favoreciendo el famoso «jugar de memoria». Así, el jugador es perennemente consciente de dónde están las líneas de pase. Villa y Fernando Torres tenían un papel capital en esta propuesta.
El ya futbolista del Liverpool FC incidía sobre el sector derecho del ataque; y el aún delantero del Valencia CF, sobre el izquierdo. El esquema de partida, un 4-4-2 con Senna y Xavi en la base e Iniesta y Silva en elVilla y Fernando Torres eran la profundidad y la amplitud del modelo de juego de Luis siguiente escalón abiertos sobre los costados, se deshacía a partir del siguiente inalterable patrón: La base decidía el carril de escape, y su interior tendía hacia el medio para generar la superioridad en nuestra zona fuerte. El interior opuesto, una vez había fijado a su lateral sobre la cal, también se liberaba. Xavi subía un escalón a la par de la pelota, y dejaba solo a Senna cerrando. Mientras tanto, el delantero del carril que había dado el paso adelante -el derecho era nuestro favorito- se abría muchísimo, hasta la banda, tirando una poderosa diagonal dentro-fuera a espaldas del lateral. El español (Ramos) subía para generar superioridad o igualdad numérica y cerrar posible segunda jugada. La ruptura del delantero y la incorporación del lateral habían captado la atención que había girado la mirada del rival, haciéndole perder el balón de vista durante un segundillo; nuestro poseedor de la pelota cambiaba de ritmo, el delantero abierto tiraba el fuera-dentro e intentábamos definir. Una y otra vez, con la variable de abrirla al costado profundo para, desde el pase atrás, conseguir recepciones de cara adelantadas para los interiores. España era un reloj.
Hoy, España no es un reloj. Es un axioma, una idea, casi una religión joven. Tener la posesión por tenerla, algo que en 2008 -o cualquier otro pasaje temporal- hubiese sido una frikada muy graciosa, ahora sí tiene valor, porque el circo mediático se lo ha otorgado. HayLos acontecimientos de los últimos 4 años han convertido «tener el balón» en un factor de verdad diferencial que partir de la base de que al hablar de España estamos hablando de fútbol de selecciones, y los combinados nacionales ni entrenan diariamente ni juegan cada fin de semana. La regla general, pese al enorme compromiso de cada hombre con su bandera, es que los grupos tengan una entereza colectiva inferior a la de un semifinalista de la UEFA Champions League, por pura inexperiencia en situaciones límites. Y valorando la circunstancia, ponerse en la piel de quien enfrenta al campeón de Europa y del Mundo y no agarra la pelota en 3 minutos de juego es una tortura psicológica que derrumba la moral del más entusiasta. Siendo honestos, cuesta pensar que nuestros jugadores disfruten en las fases más acentuadas del catenaccio del balón, lo que pasa es que eso no implica problema alguno. España, a nivel competitivo, no es un semifinalista de Champions. Es muchísimo más que eso. Se alimenta de la tensión. Degusta el miedo.
Del Bosque ha tocado el techo de su plan implementando el rol del falso 9 aun sin tener extremos profundos en banda.
El cambio de estatus social y la evolución de la idea hacia su radicalización más extrema han llevado a la Selección al punto de desafiar al juego hasta las últimas consecuencias: No queremos marcar gol. Bueno, claro que queremos, pero no tenemos un plan que nos acerque a él, y esto sí que no lo ha hecho nunca nadie. El no tener la necesidad de ganar metros ha difuminado el modelo hasta el punto de hacerlo irreconocible, por no decir que hemos abandonado de manera parcial -casi total- los patrones del presentado juego de posición. De hecho, apenas si usamos algunos recursos propios del mismo (posición habitual de Arbeloa, posición de Silva contra Francia, alguna estructura en salida de balón…). Lo que bien hace España es eternizar la cadena de pases y esperar la genialidad posicional entre líneas de Iniesta, Silva o Xavi; filtrar el pase y encarar a la defensa. No existe obsesión por filtrarlo, la paciencia es infinita, de ahí que salga apenas 4 o 5 veces por encuentro. 4 o 5 veces distintas entre sí, que dibujan estructuras, por norma, diferentes. Ciertamente, hay (muchos) instantes en los que se echa en falta algún punto fijo que permita batir línea y ganar metros con mayor asiduidad. Al menos, eso nos pasa a los espectadores, si bien uno luego mira a los jugadores y a Del Bosque y los ve tan convencidos que… Es que creen que van a ganar otra vez. Y la verdad, acostumbran a ser superiores a todos. Guste más o menos, la propuesta es todo lo fiable que un deporte tan azaroso como el fútbol puede permitir.
elfutboldegons 26 junio, 2012
Villa en aquel 2008 no tendía a la izquierda, ni siquiera representaba una salida rápida en largo como Torres. David ejercía galones muy parecidos al Steven Gerrard que rompía esquemas en Old Trafford (1-4) o frente al Real Madrid (4-0) donde Fernando realizaba el fuera-dentro y asistía. Xavi-Senna, sin ser fijos en el doble pivote, aproximaban en muchas ocasiones la jugada al balón directo y hacia el fuenlabreño, surtido de magia en esa Eurocopa. Asumida esa salida, tampoco fue un colectivo que metiese al rival en su campo, por propias características del equipo, y es que sólo había que fijarse en los centrales para notar que la construcción nada se parece a Barcelona de Pep o actual España. Todo era distinto.
Aunque Aragonés si firma algo que seguimos viendo en esta edición y en el pasado Mundial. Con giros diferentes e incluso muy distintos circuitos por los que te llega la posesión, Xavi en 2008 conoció la mediapunta ayudado por un Cesc magistral más cerca de Senna que del área.