La historia del Basilea que se pasea por los mejores barrios de Londres y mira desacomplejado y desafiante al Chelsea pese a la adversidad del resultado de la ida es la historia de uno de esos pequeños milagros del fútbol. Un milagro construido como un castillo medieval, con tiempo, esfuerzo, dedicación, sabiduría y las herramientas oportunas. Nada hay de casual en la trayectoria contemporánea del Basilea, en una carrera de velocidad hacia los lugares aristocráticos del fútbol europeo. El Basilea es actualmente el 12º mejor coeficiente UEFA de las dos últimas temporadas, fruto de unos octavos de final en la pasada Copa de Europa (dejando antes tirado por el camino al Manchester United) y esta semifinal en la competición menor.
En este tiempo, ha eclosionado como un equipo rompedor, osado, fresco, con la marca de la nueva escuela germánica y con un juego atractivo, bien hilvanado, ofensivo y con pocos cabos sueltos. Hace 12 años al Basilea se le reconocía como uno más de esos equipos suizos que nunca habían pisado una final europea por mucho que algunos la rozaran: Young Boys, Zurich, Grasshoppers… El momento del Basilea había sido en el salto entre los 60 y los 70, cuando ganó cinco ligas suizas. Reunió un equipo en el que René Hasler creaba, Karl Odermatt defendía y Ottmar Hitzfeld goleaba. Hitzfeld había nacido en Lorrach, ciudad alemana, pero incluida en el área metropolitana de la fronteriza Basilea. Fue el segundo gran héroe del club. El primero había sido el hombre que extendió la figura del Basilea más allá de Suiza, exportando sus iniciales (FCB) y sus colores para la fundación del Fútbol Club Barcelona. Hans Gamper había jugado en el Basilea y suya fue la semilla de este hermanamiento. Más allá de todo esto, el Basilea nunca elevó mucho la voz.
En 2002, con Christian Gross (entrenador) y Ruedi Zbinde (jefe de ojeadores), el club cambió mucho.
Todo cambió en 2002. Desde entonces, ha impuesto su tiranía en el fútbol suizo, ganando siete de las últimas 11 ligas, elevando el prestigio del balompié nacional y fraguándose como un modelo de club ejemplar, al que muchas instituciones alemanas se asomaron antes de emprender sus transformaciones de la última década. El Basilea ha vivido en este tiempo una revolución milimetrada, muy a los modales germánicos, afianzando primero su dominio nacional y después, ahora, fortaleciendo cada vez más su presencia en Europa. La demolición del viejo Saint Jakob Park fue el punto de partida. El nuevo Joggeli (como se le adora con cariño al remodelado estadio) amplió las oportunidades comerciales y financieras del club. Poco antes había aterrizado en el gobierno de la entidad Gisela Oeri, una multimillonaria y filántropa germano-suiza, con un bronceado a tiempo completo, y casada con el heredero del imperio farmacéutico La Roche. Oeri , ahora presidenta de honor, donó dinero al club y utilizó su lujosa red de contactos para que los mejores patrocinadores de Suiza y Alemania (Novartis, Volkswagen, Adidas, UBS…) inyectaran confianza y capital. El siguiente paso de Oeri fue reorganizar el club, modernizar su estructura, impulsar un proyecto de cantera y poner al frente de las decisiones deportivas un técnico, Christian Gross, y un jefe de ojeadores, Ruedi Zbinden que le darían la vuelta al Basilea de arriba abajo en apenas un lustro.
Su academia, incluida en el torneo NextGen, ha sido escogida entre las 10 mejores de los cinco continentesZbinden es ahora una referencia mundial del ‘scout’, aspecto capital dentro de la cultura del club. La filosofía del Basilea se apoya en cuatro pilares: una cantera inagotable, su precisa red de ojeo, el cuidado del sentimiento de pertenencia y la continua reinversión de sus importantes plusvalías. Como empresa generadora de beneficios, el Basilea funciona como la seda. La piedra angular de todo el proyecto de regeneración ha sido su cantera. El Basilea ha jugado un papel estratégico dentro de las renovadas estructuras de la Federación Suiza y del plan de talento joven que inició también hace poco más de una década. En este periodo, las selecciones suizas en categorías inferiores se han consolidado como unas de las más incipientes del continente: ganaron el Europeo sub 17 de 2002 con la camada de Senderos, Barnetta y Ziegler y la Copa del Mundo sub 17 de 2009, una colección de talentos encabezada por Seferovic, Ben Khalifa, Ricardo Rodríguez, Granit Xhaka y Patjim Kasami. Además, son actuales subcampeones europeos sub 21 y fueron semifinalistas en 2009 en el torneo sub 17. El gran caladero del fútbol suizo lo representa el Basilea. Su academia, dirigida por Massimo Carnevale, ha sido reconocida como una de las diez mejores de Europa, con presencia incluida en el torneo NextGen, la mayor concentración de talento potencial del continente. Sobre esta base, descansa toda la vida del club: no sólo provee recursos deportivos, sino también económicos. La región de Basilea es la principal vía de alimentación de esta cantera, una de las más heterogéneas y multiculturales de Europa, donde crecen suizos de lengua alemana, de lengua italiana y francesa, además de multitud de niños de origen croata, macedonio, serbio, albanés y africano, una mezcla que también define la personalidad del club y de su primera plantilla. De esta factoría han salido recientemente Ivan Rakitic, Zdravko Kuzmanovic, Eren Derdiyok, Gokhan Inler, Granit Xhaka o Xherdan Shaqiri. En total, la venta posterior de este producto propio generó plusvalías cercanas a los 40 millones de euros. Y los que vienen: Yoann Sommer, Valentin Stocker, Fabian Frei…
Salah y Elneny, dos prometedores egipcios de 20 años, son las últimas apuestas de Zbinden.
No sólo el sistema juvenil genera riqueza deportiva y financiera en el Basilea. Aunque Georg Heitz, un periodista reciclado a ejecutivo, dirige la dirección deportiva del club, desde hace 12 años es el secretario técnico Ruedi Zbinden quien marca las pautas en los diseños de las plantillas y quien ha garantizado, en cierto modo, la continuidad y pervivencia del modelo deportivo. Christian Gross, durante seis años, ejerció como entrenador y dotó al Basilea de una línea argumental, un estilo y unos fundamentos tácticos que se conservaron tras su salida con sus sucesores, Thorsten Fink y su discípulo Heiko Vogel. Esta herencia, ahora transformada en ideología, la ha seguido cultivando desde el despacho Zbinden. Su red de captación deja pocos rincones del planeta sin peinar, con especial tacto en África. Sabe dónde buscar el talento y dónde pagar poco por él. Descubrió a Felipe Caicedo con 17 años en Rocafuerte (Ecuador) y lo ingresó en la academia hasta que el Manchester City le pagó 7 millones de euros. Su firma también la llevan las carreras de Mladen Petric o de Inkoom y Atouba, prometedores en su día y fichados por Dnipro y Tottenham. En la actual plantilla, destacan entre sus frutos el central austriaco Alexander Dragovic, a quien sacó del Austria de Viena con 20 años por un millón de euros y que podría acabar en la Bundesliga este verano por seis. También el lateral izquierdo coreano Joo-Ho Park, captado en el Jubilo Iwata japonés. O Jacques Zoua, un fibroso y polivalente delantero camerunés a quien Zbinden fue a buscar en su país con 18 años. Y sus dos últimas minas, los egipcios Salah y Elneny, 20 años ambos.
Pese a su modernización, el FC Basilea conserva su identidad familiar, lo que le acerca a su gente.
El Basilea, debajo de su capa de club profesionalizado y mercantilista, no ha perdido identidad. Funciona como una empresa familiar y tremendamente apegada a una afición fiel e intensa, muy germanizada. Estos lazos también alcanzan la política deportiva. El Basilea cuida el sentimiento de pertenencia con una prioridad esencial: repatriar a aquellos jugadores forjados en el club en el tramo final de su carrera. Huggel, los gemelos Degen, Alexander Frei o Marco Streller lo ejemplifican. Ellos crecieron allí antes de colorear con prestigio sus carreras fuera de Suiza y de regresar al Basilea para apurar su fútbol ya experto. De este modo, la tradición, identidad y cultura del club actúan como un elemento aglutinador también dentro del vestuario.
Frei, que apareció en la escena como «10» de talento, es ahora el pivote más habitual del equipo de Murat YakinTodo esto ha conducido al Basilea a su momento actual. Murat Yakin, ex capitán y central del equipo, maneja ahora la nave. Su llegada en otoño vino forzada por el mal arranque de temporada con Heiko Vogel, quien no pudo clasificarse para la fase de grupo de la Copa de Europa al caer en las rondas previas con el Cluj. Yakin inició una transición tranquila y gradual que ha derivado en una reinterpretación de algunos de los aspectos más naturales del juego del Basilea en los últimos años. Acabó con algo tan sustancial en la cultura del equipo como la doble punta y el sistema 4-4-2 para edificar un moderno 4-3-3. La baja forma de Alexander Frei le habilitó. Yakin ha dibujado un sistema en el que Streller, delantero espigado, generoso en el esfuerzo, no garantiza grandes cifras rematadoras, pero sí una enorme aportación en el apoyo y la continuidad. Sobre ese mecanismo, ha puesto a girar dos extremos con comportamientos muy interiores, el talentoso Stocker y la diabólica habilidad de Salah. La inclusión del egipcio después de dos tercios de temporada en un segundo plano ha terminado por redondear la propuesta de Yakin. Como ocurriera con Fink y Vogel, los atacantes de banda, a pierna cambiada, explotan más la diagonal que la vertical. Yakin también ha roto con el doble pivote. Los recuperadores ahora juegan por delante de la brújula del equipo. Para ello, ha reciclado a Fabian Frei, una de las revelaciones de la pasada Liga de Campeones. Formado como mediapunta, Frei destacó partiendo de la izquierda por su dominio de la llegada, la explosión en segunda línea y su pegada. Yakin lo ha reinventado como mediocentro organizador, con dos volantes de recorrido y recuperación, Elneny y Serey Die, fichado el pasado invierno, un interior muy activo y resistente. La adaptación de Frei responde al intento de Yakin de asegurar los primeros pasos de la jugada, dándole más influencia, un guiño a su plan de posesión y juego bien digerido. Esta línea de tres centrocampistas intercambia posiciones y apoyos continuamente. Este alto caudal de movilidad lo permiten las prestaciones físicas de Elneny o Die. La otra alternativa, más tiempista, es Marcelo Díaz, un timonel moldeado por Jorge Sampaoli en la U de Chile. La entrada de Díaz suele adelantar a Fabian Frei a una zona donde su dinamismo pierde radio de acción, pero gana concreción. Los laterales también distinguen el juego del Basilea, operan altos, tanto Park o Voser en la izquierda, o Philippe Degen o Steinhöfer en la derecha.
Schar y Dragovic forman una de las parejas de centrales más estimulantes de las competiciones UEFA.
Cerrando, Dragovic sostiene armado por su juego aéreo y velocidad de anticipación, acompañando a Schar, el gran fichaje del año en el Basilea. Schar es un central ofensivo, de corte clásico, con conducción, valentía, toque… aunque todo esto aumenta su tendencia a la temeridad, le impide aún ser un central con un alto techo. La última pieza protagonista es Sommer, uno de los cinco porteros con mejor futuro de Europa. Es carisma, personalidad y arrojo. Un buen símbolo del actual Basilea. Cuando mejore su dominio aéreo (es un portero bajo, apenas superior al 1,80), hablaremos de uno de los mejores del continente en su posición. A Yakin, en la recámara le quedan Zoua, fibra y zancada en ataque, Bobadilla, un delantero completo y con amplitud de recursos, Cabral, otro recuperador, el juego exterior de David Degen y el central Gastón Sauro, a quien Schar le ha levantado las pegatinas en la carrera por sustituir a David Abraham.
Ellos son la luna de Basilea. Brillante, redonda, feliz y descarada. Una luna que puede ponerse sobre los tejados de Londres e iluminar Europa.
@migquintana 2 mayo, 2013
Qué gran historia, Chema. No me extraña que muchos equipos alemanes fueran a Basilea para conocer el funcionamiento deportivo e institucional de un club ejemplar a nivel europeo. Ojalá fuera un modelo tomado por otros equipos en otros países, porque la diversidad que dan equipos como el Basel al fútbol continental es algo maravilloso. En los dos últimos años, al menos, acumulan un par de los mejores recuerdos de muchos aficionados. Y se agradece.