Jagoba Arrasate está dando continuidad a una forma de interpretar los partidos en la que el juego exterior tiene una importancia fundamental. Lejos de ser un equipo masticado en ataque o conservador en defensa, la clave ‘rojilla’ siempre descansará en la intensidad y la frecuencia. Su valor y razón de ser viene alimentada por la superioridad en banda y la posterior en el área, donde carga el segundo palo como ningún equipo del campeonato español. Primero con la incorporación de los laterales, con pases muy agresivos de sus pivotes hacia fuera, y después sumando dos puntas, un hombre de banda y el lateral al corazón del área, los de Pamplona generan, principalmente en casa, un ritmo ofensivo al que la grada eleva rondando el gol e implicándose en celebrar batallas e incentivar la siguiente.
Treinta partidos consecutivos sin perder en casa y un estilo de juego inagotable hacen de Osasuna de Pamplona un equipo muy diferente a todos los equipos de la Liga. Los navarros han aterrizado en Primera para ser lo que siempre quisieron ser y siempre han sido, un equipo que juega de una manera tan sumamente determinada como el objetivo que quieren conseguir: que la grada termine influyendo en la creación de un gol. Y por más que suene peliculero, si uno ve jugar a Osasuna y apunta en una hoja qué hace con la pelota y de qué manera ataca se dará cuenta de que continuamente su afición está celebrando pequeñas victorias, sea en forma de remate, generar un saque de esquina o una combinación rápida.
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