“Todavía no estamos listos para ganar la Champions League. Les regalamos el primer gol, les regalamos el segundo, y les regalamos una tarjeta roja”. Las palabras de Pep Guardiola al término del triunfo que el Manchester City había logrado ante el Schalke 04 en el encuentro de ida de los octavos de final eran obviamente un toque de atención con el objetivo de evitar desatenciones en el resto de la competición, pero también una realidad contra la que el equipo skyblue debe pelear.
El sistema del técnico español está absolutamente asentado en Manchester en el que es tercer año de proyecto, y en esa idea de juego están cuidadosamente valorados los pros y los contras. Al poner las piezas en la balanza, Pep descubrió que vivir con riesgo era absolutamente necesario, a pesar de que la realidad le llevase a estar más alejado del control de lo que a él le gustaría.
La naturaleza de la mayoría de las individualidades del Manchester City no asegura el control en las noches de máxima exigencia
Para acercar al Manchester City al gol, Guardiola ha asumido que en su última línea debe haber futbolistas que arriesguen –Sané arrancando desde la cal- o que fallen –Sterling acerca tanto a la pérdida como a la opción de gol-, y además ha acompañado a David Silva en el entre líneas de dos futbolistas que rotan pero que, desde sus diferencias, entienden el juego desde la percusión: Bernardo Silva con más recepción al pie y Kevin de Bruyne verticalidad con y sin balón, pero siempre con la intención de darle a su equipo una ventaja ofensiva en el último tercio de campo.
Es decir, sólo David Silva siente el juego desde el control y activa la profundidad con precisión milimétrica en el momento adecuado, lo que ha llevado a Guardiola a asumir mecanismos colectivos que le permitan proteger la transición defensiva: cerrando con tres siendo uno de ellos el velocísimo Kyle Walker, o la figura indiscutible de Fernandinho como pivote defensivo, un jugador que interpreta bien la anticipación y que tiene piernas para corregir sobre ambos costados.
Guardiola ha diseñado mecanismos colectivos para compensar la agresividad del equipo con balón, dejando hasta cuatro jugadores por detrás de la pelota y dando mucha confianza a jugadores con piernas para corregir situaciones límite
Guardiola, consciente de que la categoría de sus futbolistas no le llevaría a la generación de ocasiones constantes en escenarios de ataque posicional en la exigencia Champions –teniendo en cuenta además que la plantilla del Manchester City no le permite mantener la pelota en campo rival durante 180 minutos ante rivales top-, asume esos riesgos en campo rival, pero también en el propio, como queda claro con el comportamiento con pelota de John Stones o Aymeric Laporte, que suman una cantidad ingente de pases a la espalda del medio campo contrario, con el riesgo que ello supone.
A partir de todo esta suma de factores pueden entenderse las palabras de Guardiola relacionadas con el error al regreso de Gelsenkirchen, ante lo que sólo hay dos soluciones. Una es reducir el ritmo y la intención agresiva de sus ataques, ante lo que el Manchester City quizás quedase corto de soluciones si comparamos las veces que necesitaría Sterling para finalizar una jugada en comparación a Messi, Griezmann o Cristiano Ronaldo. La otra sólo la da el tiempo y la grandeza, ambos argumentos que aún les faltan a Laporte, Stones o Fernandinho.
Permafr0st 12 marzo, 2019
3 años y casi 1.000 millones invertidos después, el City sigue empezando y acabando en y por el Kun Agüero