Tres medidas ante tres centrales

En los últimos tres años, multitud de equipos han acogido, puntual o estructuralmente, un sistema de tres centrales y dos carrileros como medida habitual en su día a día. En España, además, han convivido, como sucede con otros dibujos, propuestas entendidas desde el balón -Betis de Setién- o desde el espacio -Alavés 2018-. Y la reacción de los que nunca optaron por ellos tuvo que ser diferente, adaptándose a un sistema que ocupa el campo de tal manera que a entrenadores como Diego Pablo Simeone encuentran serias dificultades para enfrentarlos siendo ellos mismos. Son varios los ejemplos que han llevado a los colchoneros a interrumpir sus virtudes por adaptarse a quien le deja sin demasiado margen para interpretar los partidos como les gustaría.

Mauricio Pellegrino visitó el Metropolitano con la ventaja doble de ser quienes son siempre y por ello poder complicar y comprometer, desde la defensa organizada, toda progresión rojiblanca con la pelota. El conjunto pepinero armó un 5-3-2 en el que fue continuamente superior en cada conexión interior, mientras la doble punta, Braithwaite y En-Nesyri, condicionaba la posibilidad de que los laterales locales pudieran subir metros para encontrar alguna superioridad junto a los extremos -Vitolo y Correa- a los lados del mediocampo de tres. La alineación del Cholo, como añadido, con Correa en derecha, y la banda izquierda, con Vitolo y Solano, a pierna cambiada.

El Leganés fue un auténtico hueso para el 4-4-2 de Simeone

Toda intención de crear espacios y hallar huecos para sus puntas fue en balde. El Leganés no sentía amenaza exterior en alturas profundas, pudiendo cerrarse aún más, sin cejar en un empeño que, si bien no le dio para lograr transiciones de peligro, dejó al partido completamente paralizado. Aunque Nyom y Kravets parecían preparados para castigar los carriles exteriores, no hubo situaciones limpias para ninguno de los dos. Entonces, Simeone, realmente desesperado desde la banda, y apremiado por recortar al Barça al mismo tiempo que la vuelta en Turín condicionaba forzar las cosas, comenzó a modificar casi todo. Primero, de manera totalmente natural, su equipo decidió no enrocarse en ser más agresivo con balón, así que decidió replegar durante largos minutos para poder atacar espacios en lugar de crearlos.

Lo que ocurrió es que el Leganés, que va sobrado de precaución y competitividad, asumió esa posesión y, de nuevo, sacó rédito de tres más dos en salida, apoyándose en los carrileros y con Vesga y Rubén sueltos y sin tomar riesgos. Como esa medida no tuvo demasiado efecto, Simeone pasó a defensa de tres, con Arias y Vitolo de carrileros, y una doble mediapunta, Griezmann-Correa. Esta disposición tampoco fue especialmente productiva, sobre todo porque solo encontraba recepciones de calidad por fuera y en el área, Tarín y Omeruo no abrieron ninguna puerta. La última de las normas tomadas por el argentino fue cambiar a Solano y Arias de costado, pero el Legan siempre estaba antes, en posición y concentración, para no caer en ninguna trampa.