Lo más destacado y relevante de la segunda victoria de la selección de Senegal en la historia de los mundiales no fue el hecho en sí, ni que fuera superior, más o menos, a la selección polaca de Nawalka. Lo más importante es que, desafiando a las diferencias competitivas que se han establecido por norma y legado entre el fútbol europeo y el africano, representó el papel que casi nunca le corresponde a la selección africana, pues el orden, la solvencia y la estructura fueron siempre de la mano de los europeos. Ayer, el combinado comandado por Aliou Cissé fue el equipo que más lejos estuvo de tentar al azar y de conceder situaciones concretas, de resbalar por pérdida de concentración, de cometer un error que el fútbol del máximo nivel hace tiempo que ha superado y que, sabiendo que esto es fútbol, sabe superar.
Senegal fue y aparentó ser la más ordenada
De ahí nació la sensación de que Senegal sabía en todo momento qué quería del partido o cuanto menos, qué podía esperar de sus propias limitaciones, de sus propias fortalezas y de una calmada competitividad creciente en la segunda mitad. Los de Cissé saltaron al campo con la intención de atacar espacios, algo que suena tan coherente como nada sorprendente, y que tiene a Sané, Sarr, Niang y Diouf como sus aliados, unos con más punta de velocidad, otros con más caballos de potencia para ir al choque. Enfrente saltó la primera sorpresa, pues Milik fue de la partida y eso llevó a Zielinski a la sala de máquinas. La decisión era interesante, pues Milik suma movimientos de gran valor por detrás de Lewandowski y las bandas pueden permitirse el ida y vuelta para ayudar a Krychowiak. Pero nada funcionó.
Milik y Lewandowski no estuvieron acertados
El problema de los polacos es que nadie templó la escena. En ataque, Grosicki y Kuba iban a toda pastilla, sin dar tiempo a Zielinski a sumar toques en zonas más avanzadas, mientras que la doble punta no tuvo la tarde ni en la calidad de sus movimientos ni en sus contactos con el balón. Resultado: Polonia atacaba siempre de manera dispersa, sin acercarse entre ellos y sin posibilidad de generar marcas fijas que después lograran desmarques. Los polacos nunca atacaban en bloque, por lo tanto nunca defendían en bloque. En transición defensiva la ayuda costaba tarde y los ajustes no salían a cuenta. El añadido estuvo en que en fase defensiva, las líneas no eran homogéneas y Senegal podía cambiar de orientación y asegurarse un orden y una seguridad para dominar el ritmo del partido. En esas destacó el papel de Mané, no tanto por lo generado desde sus botas sino por cómo fue quien se paró arriba, la tocó con su lateral, y con su interior. Senegal era reconocible desde la posición de sus futbolistas, todo lo contrario a Polonia.
Sadio Mané ordenó a su equipo arriba
Desde ese escenario y con el marcador en contra, Polonia se precipitó en el juego más directo, pero la cuerda para estirar por fuera casi nunca llegaba en ventaja. La combinación Lewandowski-Milic brilló por su ausencia y tampoco fue la vía que les vio generar para después asentarse y comenzar la presión alta. Eso fue demandando más cosas de Zielinski, y éste subió diez metros su posición mediada la segunda mitad. Eso dejó más sólo a Krychowiak y fortaleció y subrayó la figura de Idrissa Gueye, un mediocentro que tiene a moverse y a buscar el robo con demasiado ímpetu y que estuvo siempre en el sitio indicado para aprovecharse de las dudas polacas. Recopilando, Senegal puso la cabeza antes que el corazón.
Andrés Madrid 20 junio, 2018
La verdad es que la evolución a nivel mundial de este deporte es más que evidente, y este Mundial nos lo esta dejando claro.
P.D.: Que poco "juega" Lewandowski no? No es ya que no aporte con balón, es que diría yo que sin balón tampoco. No aporta nada al juego de el equipo, ni en Polonia ni en el Bayern.
Creo que con el sí aplica eso de " solo remata" y en su caso resulta que tampoco es el mejor rematador.