A veces, tentar a la suerte, deliberada o inconscientemente, te permite sentirte vivo si ésta sale cara. Te da otra oportunidad aunque por un segundo pudiera terminarse todo. No es exactamente eso lo que pasó pero Argentina estuvo muchos minutos eliminada, pudo incluso perder y ganó haciendo una segunda parte transparente en la que Gabriel Mercado, uno de los laterales más defensivos de todo el Mundial, llegó hasta línea de fondo, la puso perfecta al corazón del área para que rematara, con su pierna mala, Marcos Rojo, central zurdo en el día de ayer. El desenlace, con la afición argentina deshaciéndose a gritos en la grada, quiso que el menos indicado probara la suerte de buscar la heroica. La albiceleste, rodeada de extrañezas y dificultades, se enfrentará el sábado ante Francia por un puesto en los cuartos de final cuando días antes la pantalla se fundía en negro.
Sin añadirle adjetivos ni aseveraciones de ninguna índole, lo que sucedió en la segunda parte, esto es, que toda idea futbolística se esfumara y que saltara todo por los aires en una acción de protagonistas impensables, fue consecuente. Su causa radicó en una primera parte que explicó cómo el conjunto de Jorge Sampaoli intentó ponerle fútbol a la encrucijada a base de riñones. De tanto esfuerzo por difuminar la realidad, cayó el mazazo del empate y la mirada perdida hizo, de nuevo, acto de presencia. La incomparecencia del segundo acto brotó por lo visto en la primera parte. Y es que Argentina se vació, obtuvo recompensa, pero quedaba demasiado tiempo como para que el verbo dominar fuera una opción. Por eso, la suerte iba a ser actriz principal.
Ever Banega cuajó una enorme primera mitad ante Nigeria
En el arranque, una alineación formada por Rojo en el central zurdo, Di María en el extremo, Enzo en el contrario y Banega junto a Mascherano, una decisión que tenía sentido y que cobró sentido. Enfrente, una de las selecciones más desorganizadas en campo propio de la cita rusa se autoinvitó en cada lance, abriendo mucho espacio en sus filas para que, con un mínimo de calma e intuición, la progresión con la pelota de los sudamericanos fuera una opción aunque solo respondieran un par de piezas. Argentina puso sobre la mesa un esfuerzo extra por mantenerse concentrado, por no dejar en la estacada al compañero; que la historia no fuese por no aparentar quietud ni parsimonia. Había presencia. Messi y Banega, durante un tramo de primera mitad, hicieron lo que saben hacer.
En especial el centrocampista del Sevilla, en posición de interior zurdo, se hizo con el mando. Banega, eterno candidato a organizador de equipo gigante, representó para sus compañeros el orden del que carece por completo esta Argentina, que intentó reforzar los costados con hombres de retorno y despliegue y a Higuaín como hombre para el desmarque corto. Ever adecentó las paredes de la casa, guardó la ropa sucia en el armario y pasó la mopa a tiempo para que a simple vista todo pareciera en su sitio.
Así, siempre estuvo y recibió la pelota en el lugar adecuado, en el momento adecuado, para cederla a un compañero en situación de ventaja. Nigeria, que perseguía y favorecía las combinaciones más virtuosas porque era inferior en número y no era coherente en las marcas -no se relevaban las zonas ni se intercambiaban asignaciones, cada uno seguía al suyo en los 2×2 o 3×3-, asistía así al peor escenario posible para sus intereses. Musa apenas corría y Argentina filtraba pases para las recepciones de un Messi que metió un gol memorable, se ofreció mucho más que ante Croacia y mucho más que en la segunda mitad de ayer, dio otro palo y le puso un balón de plata a Higuaín. Entre los toques de ambos y el esfuerzo de los demás, la casa se podía alquilar.
Los africanos fueron superiores tras el descanso: Argentina se rompió
En la segunda mitad, el partido giró por completo. Argentina apoyó los talones tras estar de puntillas 45 minutos y ya no pudo volver a levantarlos para no caer en la duda. Eso abrió las puertas de su propuesta, y como las de Nigeria seguían abiertas, pues en su naturaleza nace intrínseco un cierto caos, pasó lo que tenía que pasar, el viento creó corrientes y Moses, de penalti, pegó un portazo al ánimo de su oponente, quien no se levantó en toda la segunda mitad. La escena atenazó absolutamente todo y Rohr, técnico nigeriano, llamó a Ighalo para ahondar en la herida. Mascherano, que corría por todos y por él mismo sin la garantía de la plenitud, el recorrido y el temple táctico de su pasado, ejemplificó con sangre lo que sufría la mente del futbolista argentino. La hemorragia recorría el campo sin que nadie la cerrara. Lo intentó un voluntarioso Pavón, vertical e insistente en devolver el golpe al contragolpe africano.
Entonces llegó una acción técnica inconcebible. Si el gol de Messi elevó el listón de lo físicamente posible, entre lo estético, lo académico, lo plástico y lo injusto, el gol de la victoria fue producto de la fe, también de la resignación por intentar lo que no se concibe. Mercado la puso, Rojo la empaló de manera fulminante y Argentina justificó un esfuerzo que no se sabe si tendrá su propia justificación en una merecida transformación de fútbol a partir de ahora. Parece muy complicado, pero Argentina sigue viva en esta Copa del Mundo cuando días atrás se había matado ella sola.
Fabian Ilabaca 27 junio, 2018
Chicos muchas felicidades por el blog, hace ya tiempo tenía ganas de participar y que mejor que el mundial para ello.
Hablando ya del partido, el rol que cumple Enzo perez es de mucha utilidad, a lo rakitic del barca 14/15, compensa los movimientos de messi cuando este ocupa el carril central, más aún cuando el lateral por ese sector se llama Gabriel Mercado. Otro punto notorio fue el cambio de actitud, sobretodo en la recuperación, sólo el ejemplo de Messi al 90’ barriendo a los pies de un nigeriano basta y sobra.
Para finalizar y analizando el fixture de 1/8, tengo unas ganas tremendas de ver por quizás primera y última vez a un Messi vs Cristiano en un mundial. Yo creo que sinceramente el mundo no está preparado aún para ese partido jajajajajja
Saludos desde Chile