Recibió de Sergio Ramos en la frontal. Controló, levantó la cabeza y miró sin torcer el gesto, como siempre han hecho todos los genios, para constatar el objetivo que su cerebro ya había detectado. Aprovechó el semifallo de Cleverley, a medio camino entre salir a por él y marcar al sevillano, y con uno de esos controles en los que mezcla potencia, velocidad y sentido de la orientación pasó por delante de Carrick. El inglés salió (tarde y mal) para tratar de bloquear un disparo que él, nacido y criado en la Premier, había visto tantísimas veces repetido, y que en aquel instante parecía escrito en la frente del pequeño mediocentro del Real Madrid. Pero poco, vista la repetición de la jugada, se podría haber hecho contra un remate que después del tiempo y el espacio que tuvo para ser preparado, voló con un efecto endiablado por encima de la cabeza de Patrice Evra, que se encontraba justo delante del palo hacia el que Luka Modric teledirigió su disparo. El ‘19’, ataviado con la verde-botella del equipo blanco, escogió además el único rincón de Old Trafford al que De Gea no hubiese llegado ni con un par de muelles debajo de sus suelas. El balón cayó a plomo, justo antes de impactar contra el palo. Aunque en realidad, como recuerdan los que allí estuvieron para contarlo, lo que sonó aquella noche en Mánchester no fue la madera, sino el crujir de una nueva vida, una dimensión muy distinta, que se abría paso ante sus ojos.
Deportivamente hablando, Luka Modric nació para el Real Madrid aquella fría y húmeda tarde de marzo de hace ahora cinco años. El croata, que ya venía de dejar muy buenos detalles en la visita al FC Barcelona, ingresó al campo –en lugar de Arbeloa- con media hora por delante, con el equipo obligado a remontar el uno a cero de Sergio Ramos en propia puerta y con todas las miradas puestas en su fichaje. En su precio. Y en una adaptación que no se había completado según lo estipulado. Pero aquellos dos encuentros, el del Camp Nou y Old Trafford, cambiaron para siempre la percepción que hasta entonces se tenía de Luka Modric. Su entrada al césped generó todo aquello que hoy, después de tanto y tan buenos momentos para el equipo, suena meramente cotidiano; pero que en aquel instante, he aquí el sentido de este texto, fue, por encima del uno a dos de Cristiano y el posterior pase a cuartos del Madrid, la gran noticia del encuentro: Modric, que recaló en la capital española con la condición de ser otro futbolista muy distinto al que es hoy en día, había aflorado en realidad para dominar la Copa de Europa.
Su jerarquía le convierte en el centrocampista más dominante de los últimos años en Europa
Y ese, además del que pregona la súper potencia goleadora de Ronaldo, es el discurso al que se ha venido aferrando el Real Madrid a lo largo de las últimas temporadas; en vistas a que este sábado tiene la oportunidad de levantar su cuarta Champions en los últimos cinco años. El de Zadar, una de las ciudades más bellas que contempla el Adriático, cumplirá 33 otoños en el próximo mes de septiembre, pero su fútbol respira preeminencia y frescura por los cuatro costados. Ahora bien, para desarrollar este hecho, conviene apuntar que Modric no es el mismo que el de 2012, ni el de 2013, ya que ni siquiera guarda todas las similitudes con el de 2016. En base a esa constante adaptación a las circunstancias es cómo Modric ha conseguido ser, aún a estas alturas del presente 2018, la figura sobre la que el Real Madrid ha implantado su actual hegemonía para con el fútbol mundial. El mediocentro croata, gracias a la evolución que ha ido experimentando durante todos estos años, es un adelantado al juego de posición que simboliza, o cuanto menos orienta, (casi) todo proyecto que se haya levantado a partir del año 2010.
Luka Modric disfruta donde (y cuando) peor se lo pasan el resto de los mortales. Si el futbolista croata está bien –se debe incidir en este detalle, ya que durante esta temporada ha dejado ver sus máximos pero también sus mínimos- su juego es indispensable para equilibrar las dos mitades del actual campeón de Europa. Ramos, Marcelo, Modric y Cristiano son, al margen de otro tipo de matices, los cuatro grandes pilares sobre los que el Real Madrid ha edificado su dominio en lo que va de lustro. Pero el caso de Luka es realmente significativo por todo lo que le da al equipo a partir de su posición como interior derecho. Llegó al Real Madrid de José Mourinho para acompañar a Xabi Alonso, Khedira y Mesut Özil desde una zona y un rol intermedios a todos ellos; fue interior con Ancelotti en un 4-3-3; y ahora, desde la llegada de Zinedine Zidane ha visto cómo, sin profundizar mucho más en su entorno, fija y desfija una posición que le ha llevado a recorrer muchísimos kilómetros. Una función que este sábado, como ya le sucedió en la visita del Bayern al Santiago Bernabéu, deberá volver a nivelar al principio y final de cada arrancada ante los múltiples peligros que le propondrá este Liverpool en la final de Kiev.
Los cambios de ritmo y orientación de Modric son dos de los fuertes competitivos del Madrid
A nivel de sistema, el fútbol de Luka Modric debe ser analizado como un alivio, además de un contrapeso, ante todos esos detalles que la pizarra del Real Madrid no llega a alcanzar. En el aspecto defensivo, sin ir más lejos, es lógico reconocer que el Real Madrid obtuvo su pase con muchísimo sufrimiento ante el Bayern de Alaba, Ribéry y James Rodríguez. Pero ese mismo encuentro sirve como ejemplo para contextualizar las múltiples virtudes que el futbolista croata atesora sin el balón entre sus pies, en cuanto a su lectura y agresividad para meter la pierna. Algo que, en pos de lo mucho y muy bien que se mueve este Liverpool atacando, no es para nada descartable que deba volver a repetirlo en (in)contadas ocasiones. Aunque, reflejo de todo lo que sus atributos representan, que el Liverpool pueda ser más o menos agresivo con su planteamiento también depende, en gran medida, del acierto potencial que demuestre el ‘10’ del Real Madrid consigo mismo y para el resto. En este sentido, tanto él como Sergio Ramos guardan tras de sí algunas de las claves que más daño podrían generar a este Liverpool.
Con balón, retomando la anterior comparativa, el dinamismo de Luka Modric fue uno de los grandes sostenes competitivos del Real Madrid que se impuso en Cardiff. Su seguridad en los primeros pases, su lúcida interpretación del escenario, sus profundas conducciones interiores –por donde al Madrid, más allá de Isco y Benzema, le cuesta ganar muchos metros-, así como sus cambio de ritmo y orientación con el exterior del pie derecho fueron, plasmados en un algoritmo colectivo, argumentos de mucho peso para que el vigente campeón acabase el curso con la suma de un buen puñado de certezas de un valor incalculable: su control del esférico, la transición defensiva y un conglomerado de individualidades potenciadas dentro del esquema. Modric, entre esa serie de movimientos en los que va, viene, recibe y sale fintando entre varios rivales, para después, como si no le costase ningún esfuerzo, mandar la pelota al punto donde siempre demanda la acción –con una fuerte inclinación para hacerlo girar de un lado al otro en función de Carvajal y Marcelo; ese cambio de sentido que tanto daño hizo al Bayern, por poner un ejemplo-, es el primer responsable de insuflar la fuerza y dirección necesarias que algunos denominan ritmo. Porque en realidad, es como si Modric se hubiese pasado todo este tiempo repitiendo su carrera ante el United. Solo que, a diferencia de aquella vez, en lugar de disparar, se detiene, otea el horizonte, llena sus pulmones e ilustra, siempre a su manera, por qué es el mejor de entre los mejores.
AdrianBlanco_ 23 mayo, 2018
En clave Kiev, por todo lo que venimos hablando de este Liverpool, Modric y Sergio Ramos pueden hacerle muchísimo daño a este Liverpool. Esa jerarquía para sacar el balón, cada uno desde su altura, son dos puñales para rajar esa presión.