Australia es como el Mundial: muy grande. Una isla con vocación continental, cubierta en gran parte por enormes desiertos que cerca estuvieron de dinamitar la unidad política que hoy damos por hecha. Porque en Australia todo está muy lejos, sobre todo Perth. Entre la gran capital de la mitad occidental del país, una de las ciudades más aisladas del mundo, y la concentración de conurbaciones que cubren la esquina sureste del continente oceánico se extiende el yermo gigantesco que presidió, en el debut del siglo XX, algunas discusiones sobre la construcción de lo que hoy conocemos por Mancomunidad de Australia.
En la actualidad los aviones cruzan Australia con frecuencia, así como muchas rutas de autobuses de larga distancia y los impresionantes road trains: camiones larguísimos cuya escasa maniobrabilidad importa poco en las rectas infinitas que devoran a gran velocidad sobre veinticinco ejes de ruedas. Pero las antiguas rutas ferroviarias que cruzan el país en varias direcciones siguen siendo el medio de locomoción más genuino para acortar distancias en las antípodas, como atestiguan los rimbombantes apodos de trayectos como The Ghan, Overland, The Southern Spirit o el audaz Trans-Australian que unió Perth con Adelaida a través de la nada, cuya financiación por parte del gobierno federal fue una de las condiciones que impuso Australia Occidental para integrarse en la unificación del país.
Australia es un equipo diseñado para priorizar el balón al espacio.
Quizá esta necesidad de quemar distancias por la vía rápida explique por qué surgen tantos jóvenes extremos de fútbol rápidoAustralia se ha ido renovando últimamente y vertical entre las nuevas hornadas de un fútbol australiano cuya selección absoluta, desde que Ange Postecoglou se propuso liderar una profunda revolución en los socceroos, se enfoca hacia un fútbol más pausado. El seleccionador de origen griego llegó al cargo con un objetivo claro: renovar un combinado anclado en el pasado. Pocos veteranos pasaron la criba del nuevo míster, antiguo seleccionador sub-20 del país oceánico, que sustentó sus convocatorias sobre la proyección, el hambre y la juventud al tiempo que dotaba al equipo del estilo de moda en el globo futbolístico: salida en corto, toque paciente y posesiones largas. Un juego que apenas tendrá sitio en el Mundial.
Actores secundarios en el trayecto hasta Brasil, Tommy Oar y Mathew Leckie adquirieron sin embargo una tremenda influencia sobre el juego de su equipo en el debut mundialista frente a Chile. ComoLos extremos brillaron ante la intensa Chile tallados por un mismo patrón pese a sacarle el segundo diez centímetros al primero -y no sólo en este aspecto parece el más grande de los dos-, ambos son hombres de banda verticales y con mucho desborde. Afines al recorrido exterior y a las diagonales que prefieren el área al juego interior, su regate tiene muchas salidas y alterna con sutileza el control corto de la pelota, para sortear bosques de piernas, con el autopase medido, tan adecuado a su zancada explosiva. Ambos cubren largas distancias con el balón al pie, una cualidad muy valiosa en un calendario plagado de rivales que, como Chile, negarán el balón a los australianos para poner muchos metros entre su propia portería y los hombres de Ange Postecoglou.
Tommy Oar y Mathew Leckie dan sentido al repliegue australiano.
Como si las grandes distancias fueran un problema para los australianos. A falta de mayor posesión Tommy Oar y Mathew Leckie cargarán el balón en la estación de partida, quizá más cerca de Mat Ryan que del guardameta rival, dispuestos a cruzar el desierto en línea recta cual tren Transaustraliano. ¿Su objetivo? Asaltar el área rival desde el costado o, cuanto menos, asistir la testa privilegiada de Tim Cahill, sita voraz en la estación de destino. ¿Por el camino? El yermo salpicado por una sola estación intermedia: Mark Bresciano. Como el delantero de los NY Red Bull, el diez del Al-Gharafa es uno de los pocos veteranos con verdadera ascendencia sobre el renovado combinado australiano. El mediapunta de frente despejada dejó muy atrás su esplendor físico y hoy su movilidad es muy limitada, nada que no compense con calidad y una inteligente ocupación de los espacios entre líneas desde los que ofrece, siempre que el tren requiera cualquier tipo de repostaje, una pared precisa o aquél segundo de más que permita al extremo seguir avanzando sobre sus raíles.
Abel Rojas 18 junio, 2014
Ganazas de ver a Australia.
Es decir, ganazas.
Vello de punta con la frase "el diez del Al-Gharafa". Me encanta cuando Marc se gusta.