El Chelsea fue inseguro en todas las fases del encuentro. Es, desde la óptica blue, la visión más cercana a la realidad. El Paris Saint-Germain no tuvo claro cómo gestionar la ventaja en el marcador y cuando aceptó ser una cosa, su figura principal dimitió del partido. Después se hizo el silencio. La última media hora, cuando el Chelsea enfrentaba a un rival sin Zlatan ni Verratti, fue la de un visitante empequeñecido y un local mecido por el susurro de un jugador tranquilo. El hombre tranquilo en la llanura.
El partido comenzó agitado. El Chelsea salió con su triple mediapunta más talentosa, Schürrle de referencia y David Luiz junto a Ramires, con cinco hombres posicionados en campo contrario en la salida parisina: con actitud más inquietante que asfixiante. A Verratti había que encimarle cuando la tuviera y vigilar a Zlatan cuando bajara, pero todo con el ánimo de orientar los caminos, con más cautela que nervio. Sucedió lo más complicado a nivel psicológico para los de Blanc, que un mal despeje en el área rival supusiera un buen gol de Lavezzi. El PSG ganaba 1-0 y el Chelsea tenía que salir a por el empate.
Zlatan Ibrahimovic fue de nuevo un mago. Esta vez desapareció
En el tramo inmediatamente posterior, el Chelsea perdió algunos balones que dieron la opción a los franceses de pararse y contemplar con el swing que sí tienen un partido a priori de menos revoluciones. Ahí estaba elMatuidi y Motta fueron los MVP Paris Saint-Germain, enfrentando el contexto de mayor madurez y que nunca había enfrentado. El equipo se confundió, seguramente porque su mejor jugador desapareció. Zlatan decidió abandonar en cuerpo y alma el partido, donde su protección de balón y su carácter intervencionista debían crear alturas para asentar la posesión junto a Motta y Verratti. Ambos italianos buscaban la profundidad de Lavezzi y Cavani, restando continuidad y aire. Así, el PSG tuvo que aceptar un nuevo contexto: “no puedo tenerla, vamos a buscar el contragolpe”.
Aquí el Chelsea tuvo que encomendarse a Hazard y a la creatividad de David Luiz en ataque posicional. Por parte inglesa fue Oscar quien no dio soluciones a su equipo. Ponemos en situación. En ese tramo el Chelsea enfrentó a dos líneas bajísimas, con Cavani de lateral derecho (sic), así que no había espacio central en el que progresar. Cuando esto sucede, Luiz se siente Andrés Iniesta con balón y Di María sin él. Te puede crear un gol o abrir una puerta no recomendable. En cierto modo, Luiz es el peaje o el intento de solución de un equipo que juega sin delantero en la práctica. De tanto acercarse, y aprovechando cierto nerviosismo enfrente, Oscar provocó un penalty y con ello la igualdad.
Chelsea jugó con el resultado. Motta hizo prosa en la épica
En ese tramo de contragolpe, tampoco apareció Zlatan, que salvo un pase maradoniano hacia Lavezzi, seguía en estado transparente –completó el 65% de pases que intentó-. Su tensión competitiva, su mirada y su respuesta lo decían todo. El que estuvo en todas, durante los 90 minutos fue Matuidi, con un sentido táctico primoroso, ejerciendo de extremo zurdo en multitud de momentos. Fue el jugador que más centros al área dibujó. Cuando la marca le encimaba, la protegía; su mejora en el pase y todos sus movimientos son cosa de su entrenador. Es otro Blaise.
Con 1-1, el Chelsea puso cara de “¿y ahora qué?” Se echó atrás y con Zlatan y Verratti retirados por lesión, se olvidó de competir. El empate era bueno y los de Blanc quizás pagarían la inexperiencia y la cojera de sus dos máximos talentos, los que ponen la diferencia el juego en los dos tramos del campo. Ahí emergió Motta, que se despegó como figura protectora cercana a los centrales y comenzó a ser el dueño del partido. Éste se prestaba a la épica y Motta lo convirtió en susurro. Adelantó su posición veinte metros, ordenó al equipo, y junto a la aceleración de Moura en la línea posterior, meció a los suyos. El más posado y experto estaba hablando. Matuidi seguía creciendo y entre la relajación blue, la falta de sujeción en el mediocentro y la inseguridad de Cech, el PSG se llevó una victoria un tanto extraña. Ni mucho menos definitiva, en cualquier caso.
Abel Rojas 3 abril, 2014
Me parece alucinante la maldad que puede albergar Arroyo en su venenosa mente. Terrible-> "Zlatan Ibrahimovic fue de nuevo un mago. Esta vez desapareció".
Lectura general y básica: creo que el PSG aprendió una lección ganando, y eso es la leche. No hay nada mejor. Coincido en que sacrificó demasiado de sí mismo para intentar sacar supuestos -y seguramente reales- defectos del Chelsea como su ataque estático; costó reconocer al PSG en algunos momentos del partido, tanto en el primer tiempo como en el segundo, de hecho. Pero al unísono diría que, pese a eso, en todo instante se percibió con claridad que estamos ante un equipo de fútbol. Es un mazacote, ni se disuelve ni se rompe, ni siquiera cuando la Champions le deslumbra.
El PSG debe tener claro en semifinales si termina pasando -que ya veremos- que tiene que intentar tener la pelota siempre. Es menos sólido atrás de lo que era el año pasado, su defensa estática ha perdido puntos porque ha perdido costumbre, y su contra cuando no está Lucas no es una amenaza tan importante como podría ser. El PSG tiene una cara: es ataque posicional pausado. Punto.
Sobre Motta y Matuidi está todo dicho. El italo-brasileño dominó en el segundo tiempo, pero lo de Matuidi ya está empezando a ser palabras mayores. Es claro heredero de la primera gran generación de centrocampistas negros. Y ojo que me parece un arma mortal para cualquier equipo vivo de la Champions menos para el Atleti si analizamos tácticamente. Contra Alves y Xavi, tela. Contra Bastian y Rafinha, me fío cero. Contra Carvajal y Modric, agárrate. Ante Kehl y Pisz, tanto monta. Y no son los nombres, sino sus funciones. Blanc tiene en Matuidi una ventaja estratégica importante.