Harán falta más pruebas, pero es posible que Pellegrino, por fin, esté aterrizando en el banquillo de Mestalla. El calorcito de las victorias -tres consecutivas- ayuda a ser optimistas, pero resulta

Dos victorias consecutivas –una de ellas relevante-, la vuelta de Banega, partido de Champions en casa… Es el momento. Si el Valencia de Pellegrino quiere arrancar, debe subirse a este tren

Cesc estuvo bien, pero no le hizo bien a su equipo en el partido de anoche. Técnicamente anduvo acertado, transmitió peligro y su posición no fue nunca inútil; pero propició un ritmo demasiado alto, casi de ida y vuelta, que a un conjunto que cierra con

Pellegrino es un hombre de ideas. De ideas a veces muy sugerentes, a menudo algo inconexas y casi siempre fijas. Por ejemplo, a él le gusta que su Valencia salga con el balón jugado y le da igual que los demás no logremos comprender por qué.

Pellegrino tiene una idea y ha ido insistiendo en ella a lo largo de estos primeros meses de competición. Su plan otorga un papel fundamental a la agresividad sin balón de una línea de cuatro centrocampistas que se siente cómoda en este registro.

Pocas veces el fútbol regala al analista algo parecido a lo que este había imaginado en su cabeza la noche anterior. Por eso es el mejor juego, el deporte rey. Sin embargo, el debut de Bayern y Valencia en esta Champions League

Unai Emery demostró en Valencia ser un técnico de gran talento. La capacidad de regenerar la competitividad tras las salidas de auténticas figuras mundiales y un equipo visiblemente trabajado a nivel táctico fueron buena prueba de ello.

Barça y Valencia inauguran su mes de septiembre con un duelo del que históricamente hemos sacado bastante contenido. Ninguno de los equipos llega bañado en confianza y, si bien los resultados no son malos

La relación que establece un delantero con el gol es personal, especial e irrompible, los mismos tres adjetivos que podemos utilizar para hablar de la unión de Ecos del Balón con tres amigos como Kj, Oscar Papito y Antonio León.

Siempre ha sido así. Chutaba a portería, generalmente el balón traspasaba la línea de meta y la cara se le iluminaba automáticamente. Mostraba una felicidad tan pura y mundana que por ello era contagiosa.