Kiev recibió la vuelta de la semifinal confiando en su equipo. Otra cosa no, pero este Dnipro es de esos que siempre ponen la cara y de los que no parece rendirse nunca. Siempre compite más o menos bien. Hay veces
La lleva atada al pie con los ojos semicerrados. Toquecitos indetectables mientras avanza, se perfila y se prepara para la aceleración final, un arréon endiablado que quiebra cinturas y dibuja pensamientos obscenos
Como dos adolescentes enamorados al calor de una noctámbula y furtiva llamada telefónica, Napoli y Dnipro se devolvían el balón en pelotazos una y otra vez.
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