No está siendo fácil la vida para el Chelsea como campeón de Europa. La temporada arrancó con Radamel Falcao sobrepasando sus límites en Mónaco, en una de las noches más grandes de la historia colchonera. Pronto dejarían los blues de optar a la Premier, lo que llevó a Abramovich a fulminar a Di Matteo para repatriar a Rafa Benitez, en una decisión que todavía hoy se discute. Sin tiempo para nada, el técnico español quedó fuera de la Champions, eliminación que en el fondo nadie consideró como suya pero que él tuvo que gestionar. En un ambiente extraño, no es poco el mérito de tener al Chelsea al borde de una semifinal europea. Los londinenses jugaron un buen partido, con la mejor versión de quien ya es considerado casi un recuerdo.
Buscando energía y actitud vertical, Benítez optó por el modelo más simple: extremos abiertos y laterales largos que hicieran una y otra vez el dos contra uno en banda. Benayoun y Bertrand en un lado, Azpilicueta y Moses en otro. Al Rubin, conjunto de ritmo lento, no le agradabaTorres agarró el partido y lo hizo todo suyo un Chelsea que pudiera correr. Intuyéndolo, Berdiyew enrocó a su equipo. Kuzmin, el habitual lateral derecho, pasó a jugar por delante, con Kaleshin como “2”. Los rusos pretendieron ralentizar las autopistas exteriores de los locales; no lo consiguieron. La baja presión al doble pivote del Chelsea y la enorme inspiración de Mata llevaban la pelota a los carriles con rapidez. Ahí destacó la chispita de Benayoun, que mezcló bien el pegarse a la cal con aparecer por dentro, dando espacio a Bertrand. El Rubin intentó adelantar líneas y entonces surgió Torres. Fernando se pegó un homenaje de 20 minutos, recordando el nivel que tuvo. Al hueco, en apoyos, en juego directo o driblando, se hizo por completo con el partido. El Chelsea aplastaba a un Rubin tímido que estaba respetando en exceso el escenario. Berdiyew había dejado a Eremenko sin socios (ni la pausa de Kasaev ni la velocidad de Rondón) y el muy buen futbolista finlandés caía en la desesperación. Pintaba mal la cosa para los de Kazan cuando una internada de Ansaldi –la única de la primera mitad– resucitó por completo la eliminatoria.
El Rubin Kazan respetó en exceso al rival que tenía enfrente
Sin ser élite ni mucho menos, Rondón es un delantero interesante y para el Rubin, imprescindible. Su salida hizo creer a los suyos. El venezolano fue el otro Torres, regalando esos La presencia de Rondón activó a Eremenkometros que Eremenko necesitaba para girar y templarse. Sin Kasaev, el número 23 es toda la pausa del colectivo ruso. Sin embargo, la idea de un Rubin envalentonado no le sonaba nada mal al Chelsea. Por el acierto que seguían manteniendo Mata y Benayoun en el desborde y, sobre todo, por Torres. El punta español cerró su sobresaliente actuación al gestar de principio a fin el tercer gol: movimiento genial para correr el contragolpe, pausa, balón a banda y remate de killer. Perfecto. Cinco minutos antes había entrado Eden Hazard al campo; no fue el belga quien sentenció el choque pero sí que colaboró a que el Chelsea atacara con mayor comodidad. Haciendo mucho o no haciendo casi nada, sus condiciones pesan en un encuentro.
Consciente de que para su equipo, tan poco anotador, remontar un 3-1 es territorio de la épica, Berdiyew se la jugó por el robusto –eufemismo generoso para con su cuerpo– Kasaev, que casi siempre tiene una idea en la cabeza aunque vaya muy lento. Ya era muy tarde. El Chelsea arrancó un gran resultado, justo y hasta corto. Es complicado calibrar el punto de ilusión de su masa social por la Europa League. La afición parece estar en otros menesteres pero la plantilla responde con profesionalidad. Si el torneo nos permite ver los últimos coletazos del antiguo Torres, lo daremos por bueno.
Rondón 5 abril, 2013
¿No creen que estoy para algo más que un Rubin Kazan? Yo creo que un equipo como el Arsenal, incluso uno como la Juve, me agradecería mucho.