El fútbol inglés, por su condición de fundador, tiene el privilegio de poder narrar cuantas cosas han pasado y cuantas cosas le han pasado para tener que evolucionar. Así, Inglaterra ha experimentado dos cambios realmente importantes en los últimos 30 años. El primero, cómo no, fue la creación de la Premier League en 1993 y su despegue como competición, en todos los sentidos. El segundo, más reciente, tiene que ver con su acercamiento al continente en relación al balón, la organización y el pensamiento. Sin abandonar lo que les hace reconocibles y todavía muy felices, la paulatina captación de ideas presentes en su alrededor y la necesidad de recomponer algunos aspectos de su fútbol para ser más competitivos -entrenadores extranjeros, formación de cantera, sistemas de juego diferentes-, ha dado con la transformación de posiciones y roles que se consideraban inherentes a las islas.
Entre las ideas más comunes y compartidas por todos sus clubes destacaba un dibujo que es histórico, el 4-4-2, en el que todo era por pares: dos extremos, dos delanteros centro o la combinación entre hombre-boya y punta móvil (Toshack-Keegan o Heskey-Owen) y también un mediocampo de dos hombres en el que uno sujetaba y el otro cargaba la frontal del área (‘box to box’) para recoger algún rechazo de los incontables centros al área. Todo, inamovible, donde la calidad y el físico de esas posiciones eran los factores diferenciadores. Con el nuevo siglo, la selección inglesa juntó una generación de jugadores de primerísimo nivel, en el que dos de los mejores centrocampistas de Europa, Frank Lampard y Steven Gerrard, cromos que sonaban repetidos, compartieron mediocampo, en un contexto en el que comenzaron a cambiar las cosas.
En Inglaterra, todo era por pares: extremos, delanteros y mediocentros… hasta que todo cambió
Rafa Benítez y José Mourinho venían de fuera, y venir de fuera en el contexto inglés, de algún modo, era como venir del futuro, más como tiempo que como espacio. Mientras Arsene Wenger y Sir Alex Ferguson matizaban su centro del campo entre Vieira o Cesc Fàbregas con el paso de los años, o entre un Scholes o un Fletcher, dependiendo de contextos pero añadiendo matices de organización o creatividad ante la ausencia del mediapunta, siempre respetando la estructura de mediocentro posicional (Gilberto o Carrick), lo que apuntaba esta primera ola respondía a lo que estaba pasando en el fútbol de las grandes ligas: la pérdida de los especialistas, la reducción de espacios y la necesidad de juntar más gente por dentro para intentar crearlos mediante diferentes conceptos que no han hecho sino afianzarse hasta la llegada del aumento del ritmo de la escuela alemana. Es en ese primer viaje donde en Inglaterra se va comprendiendo lo necesario que resulta meter un hombre más en mediocampo, hasta el punto de que temporada tras temporada se ha visto meridianamente como muchos equipos dan más peso a sus laterales en campo contrario, jugando con un mediocentro y dos interiores en un 4-3-3 más acorde, no tanto por el dibujo sino con el contexto general de tener más hombres en el carril central. Por otro lado y de modo paralelo, los interiores han ido experimentando una evolución propia que en las islas ha sido especialmente interesante por lo que viene pasando en los últimos años a nivel de formación de talentos y la aparición de perfiles muy llamativos en la Premier.
A su modo, están usando a extremos o segundos puntas muy desequilibrantes como interiores
Si en equipos más posicionales y de ritmo medio, característicos de la liga española o de equipos protagonistas, muchos mediapuntas se han convertido en interiores de posesión o control -Isco, James, Canales, Lo Celso, De Bruyne o los Silva con Guardiola-, en Inglaterra ha brotado un tipo de futbolista híbrido que se ha convertido en interior cuando, por características, en lugar de ser el mediapunta en otro contexto, figura casi nunca utilizada en las islas, hubiese sido un extremo natural. Haciendo como siempre las cosas a su manera, partiendo de una esencia y sensibilidad completamente diferentes al del continente, lo que está sucediendo en Inglaterra es que los interiores del sistema, que ahora sí que existen, desplazando al ‘box to box’, son los antiguos extremos, en lugar de los antiguos mediapuntas de ritmos relacionados con el control y el pase. Es lo que pueden personificar Mason Mount y, sobre todo, James Maddison y Jack Grealish. Los tres, pero todavía más especialmente los dos últimos, podrían entrar en los planes de los ‘Three Lions’ tras sus explosiones en Chelsea, Leicester City y Aston Villa. Uno ve jugar a Maddison o Grealish, partiendo como interiores de un mediocampo de tres, y reconoce a jugadores explosivos, desequilibrantes, que llegan a línea de fondo, caen a banda, buscan el uno contra uno tanto en la divisoria como en el pico del área, y que finalizan jugadas con asistencia o tiro, dándole fondo y forma a la posición como lo haría un inglés al que le han dicho, y ha comprobado, que el fútbol viene marcado por ubicar jugadores a la espalda de la medular rival para que el balón tenga apoyos, pueda progresar y después cambiar de ritmo, una secuencia vital para la creación de espacios y la profundidad. Inglaterra acepta los cambios pero nunca olvida sus raíces.
AdrianBlanco_ 16 enero, 2020
Es muy curioso, y a la vez bastante significativo, que la Premier demande cada vez más este tipo de perfiles: centrocampistas, muchas veces interiores, con el ritmo, la velocidad y el dinamismo de los extremos. Necesitan ese uno para uno.
Larga vida a Jack Grealish. Nos encanta este chico. 😀