El verano ni siquiera ha comenzado y el Atlético de Madrid va a sufrir una enorme reestructuración de su plantilla pero aún no se tiene la certeza de que eso signifique o se traslade a una reestructuración del proyecto entero, entendido como una idea o base principal y su consecuente serie de conceptos innegociables que se le han reconocido desde que Diego Simeone se encarga de liderarlo. A falta de saber qué grupo humano tendrá a sus órdenes cuando arranque la temporada, su primer fichaje, Felipe Monteiro, un central de 30 años procedente del fútbol portugués, podría dar algunas pistas del vacío que estaba por ocupar y de las garantías y desconfianzas que puede ofrecer el zaguero brasileño, una mole dinámica, agresiva pero no infalible, que quizás recupere la virtud de hacer muy bien tres cosas olvidadas en el Metropolitano y no aplicarse en otras tantas a las que nunca se les prestó atención.
Venido de la una liga de mucho ritmo, Felipe Monteiro llega para rendir desde el primer momento. Su inversión responde a una necesidad, la de central experimentado, curado de cualquier espanto y desprovisto de una juventud que no necesita de errores para avanzar, un central completamente realizado y formado, que no tiene que matizar su fútbol ni adaptarse a nada diferente de lo que ha sido en el Porto de Conceiçao: un central habituado a jugar en línea de cuatro, con laterales abiertos y profundos y a medirse en carrera, en igualdad numérica, con la referencia del rival. Desde esta idea arranca el análisis de su perfil, pues su aval como defensor comienza en las situaciones a las que más ha estado acostumbrado en los últimos años.
Su juego aéreo y su velocidad a pesar de su envergadura le representan como zaguero
Superando el 1’90m de estatura, el brasileño se presenta como un defensor de corte clásico, con un evidente poderío físico con el que trata de sacar ventajas constantemente, ya sea desde el salto vertical, el choque en la marca o el uso de su cuerpo. Es en esta característica donde más destaca por su singularidad. De zancada larga, bien medida y con capacidad para aguantar carreras por velocidad, lo que le diferencia en la defensa de espacios grandes es cómo utiliza el cuerpo para reducir su inferioridad ante jugadores más veloces o para escapar de su principal problema, el giro de cintura para corregir cambios de dirección. Felipe es un central muy grande, que mueve bien su cuerpo si sólo tiene que correr en una dirección, pero no es ágil ni elástico, su cintura es bastante fija. Es con su cuerpo con el que se observa cómo va de timing a la hora de entrar en la acción y eliminarla.
A diferencia de otros defensores que prefieren asumir más riesgos en la anticipación o en la contemporización del espacio y la carrera, Felipe siempre termina metiendo el cuerpo para frenar al rival, es la acción que mejor le representa como defensor. Monteiro es un central que necesita su cuerpo para sacar ventajas. Ha aprendido a servirse de su volumen para aguantar cargas, impedir progresiones y medirse como último hombre. Cuenta con muchisimos más aciertos que pasadas de frenada a la hora de entrometer su hombro en la carrera del oponente en el momento preciso para que no le rebasen y que pueda ganar el duelo sin hacer falta. Una diferencia muy evidente con el tipo de defensa en el uno contra uno que hace, sin ir más lejos, José María Giménez, más elástico y con mayor aceleración para ir al suelo.
El brasileño corrige con su cuerpo sus dificultades en el giro de cintura, sin lugar a dudas su mayor debilidad como defensor
Entre las cuestiones más puramente técnicas, Felipe no es infalible en el despeje. Si contamos esta acción como el ‘remate’ de los defensas, como el lance técnico más relacionado con el talento defensivo, sus despejes o intervenciones son irregulares, salvo por alto, donde viene para reforzar el deterioro sufrido por el colectivo en muchas situaciones. Ante centro lateral y desmarques de los delanteros, no habrá duda de que el brasileño será el baluarte. A balón parado, si el cuerpo técnico rojiblanco habilita un hombre en el primer palo, otro en zona en el área chica y tres futbolistas en marcas individuales, no será ninguna sorpresa que el portugués ejerza de estandarte en la zona central para ayudar a Jan Oblak, mientras Saúl, Giménez o Rodrigo se reparten dichas marcas.
Las dos últimas dudas que nacen de su incorporación parten de su liderazgo. En el conjunto portugués ha compartido muchos minutos con Pepe, la referencia defensiva y el que ajustaba la línea cuando el rival atacaba, algo que Giménez también ha experimentado con Diego Godín. Uno de los dos tendrá que erigirse como mandamás y meter el grito a tiempo que metían otros por ellos. La otra cuestión será ver cómo se repartirán las zonas. Tanto Monteiro como Gímenez han estado habituados a defender el lado diestro de la zaga, donde a nivel espacial, de cintura y de pierna buena para corregir salían favorecidos. Uno de los dos deberá caer a la izquierda y habituarse, el tiempo lo dirá, a administrar la zona del lateral más defensivo u ofensivo, una situación nada secundaria a nivel de sistema. Entendiendo sus virtudes, bien repartidas para corregir en carrera y con el cuerpo y ser muy bueno en la defensa del balón parado, el envío directo y el centro lateral, parece que su llegada responde a unas necesidades que Simeone quiere volver a cubrir. Ni más ni menos, un central para el Atlético de Madrid.
Callahan 13 junio, 2019
Qué buen análisis Arroyo, y cómo lo agradecemos los que apenas le hemos visto jugar aún. Pero basándome en lo que comentas, me surgen dos dudas.
La primera es si a Giménez no le habría venido mejor un perfil más táctico, un defensa más cerebral, para complementarle; aunque tengan algunas diferencias, a priori parecen defensas bastante similares, más efectivos a campo abierto que en repliegue. Está por ver cuál es la idea de Simeone tras el verano, si opta por tratar de repetir su propuesta más rocosa o por imponer un ritmo más alto y una defensa más adelantada, pero dado el pobre nivel que está dando Savic, yo daba por hecho que el Cholo iba a buscar una pieza de ese estilo, y no a mantener la la idea que se empezaba a esbozar con el crecimiento del Giménez-Lucas.
Por otro lado, lo de la edad. 30 años no es ninguna locura, pero como bien dices, se trata de un jugador que no estaba liderando la zaga de su equipo, y teniendo en cuenta la personalidad y el potencial del uruguayo, no tengo nada claro que lo vaya a hacer tampoco aquí. Es cierto que su veteranía puede sentar de fábula para llenar el vacío que deja Godín, y esa garantía en el juego aéreo al Atleti le hace falta como agua de mayo… pero no sé si eso va a ser suficiente.