El Mundial se vistió de gala para un partido digno de la máxima trascendencia. El caprichoso calendario del grupo de España y Portugal coincidió con los particulares condicionantes que obligaron a la selección española a manipular un contexto de enorme exigencia. Por si cabía alguna duda, ambos equipos respondieron y brindaron una noche almacenada desde su pitido final entre las más grandes que seguro verá esta edición de la Copa del Mundo. La España de Isco y Diego Costa, abrigados por Sergio Ramos, topó con un tipo llamado Cristiano Ronaldo, un futbolista muy por encima de toda circunstancia, que rescató un punto, le quitó dos a España y quien sabe si no cimentó el inicio de algo grande para su país. En Sochi, un empate que lo tuvo todo.
Fernando Hierro comenzó este Mundial con una alineación coherente en su conjunto, alineando a Nacho en el lateral derecho y Koke en el interior, dos medidas que protegían a España de la versión potencialmente más veloz de la Portugal que Fernando Santos había probado, y que certificó en el debut, antes del Mundial, con Guedes junto a Cristiano en la doble punta. Desde ese punto de partida, el choque arrancó con un gol de Ronaldo en mitad de un desajuste colectivo español que obligó a los de Hierro a remar desde bien temprano. Pero hasta que eso tuvo su recompensa, el partido respondió a la versión más coral del huracán Cristiano. El luso protagonizó diferentes acciones técnicas y diversos movimientos con un sentido y un impacto muy directo. El crack luso se estaba llevando a España por delante.
Ronaldo hizo el gol pero también se hizo con el partido
Que la edad y la explosividad no permita a Cristiano hacer todo lo que por ímpetu le gustaría no significa que Ronaldo demande una posición fija y una parcela reducida para hincharse a goles. Cristiano demostró nuevamente cómo el sustento que le acerca al área, precisamente es realizar movimientos previos sobre el tablero que le ubiquen para después llegar a la jugada de cara y tras haber organizado con alguna intervención la orientación y progresión de la misma. Ronaldo estuvo, durante ese primer tercio de encuentro, más preciso y demoledor que nunca en cada aparición: ocupó espacios a la contra, vino en apoyo para lanzar a Guedes, y tocó en corto cayendo a banda o en zonas interiores. Constó con la movilidad, la libertad y la lucidez de un supercrack de su época. Fue el preámbulo de lo que después terminó por ser: el autor de los tres goles de su equipo.
Hasta que España pudo sacudirse el golpe anímico y de la poca capacidad para dominar, fue el turno de Isco Alarcón. Debe señalarse que Isco no compareció en el partido en un tramo concreto; lo hizo en varios pero el primero hizo acto de presencia, de menos a más, al borde de la media hora. Ya había avisado minutos antes, pero el malagueño comenzó a intervenir. Hierro, que amagó alrededor del minuto 18 con una defensa de tres coronada por Busquets como ajuste ante la contra lusa, asistió a los primeros toques significativos de su paisano. Alarcón fue bajando y subiendo hasta encontrar el regate en el pico del área y entender que su selección pedía a gritos una liberación en forma de asunción de responsabilidades.
Isco y Costa dejaron una actuación extraordinaria
Fue cuando, tras un gol que el Diego Costa más primigenio hubiera firmado, el más puro y derrochador, el de Lagarto conectó, como en ninguna otra ocasión, con su versión más inspirada. Diego Costa es un jugador inconstante en su relación con el juego, pues además, en el combinado español, su primer control y su descarga encuentran alguna interrupción debido a su desordenada técnica, de ahí que igual se enfoque más en aguantar la marca y dotar de espacio a sus compañeros en lugar de intervenir con ellos. Pero en esas arrancó Costa para explicar por qué es tan necesario que jugadores de la última línea fijen, a la vez que entren en las jugadas; a espacios vacíos, alejados de sus marcadores, para crear una línea de pase, superar una barrera rival y hacer progresar la jugada. Costa emuló a Ronaldo y llevó a España al borde de la frontal. Si bien estaba siendo complicado hacer bascular a Carvalho y sus compañeros, pues a Nacho le costaba sumar incorporaciones en amplitud y profundidad, España se disponía a gobernar por completo el encuentro. Pero un golpe de realidad, en forma de infortunio de De Gea, puso a los de Santos con ventaja.
Lo que ocurrió en la segunda parte responde al espíritu competitivo de un grupo de jugadores que habían llegado a Rusia con una inercia competitiva enormemente saludable, con recursos activados y discursos difícilmente mejorables, con sus dificultades, pero con sus garantías. Y allí, el factor multiplicador de un brutal Isco y un renovado Silva, más apagado en los primeros 45 minutos, auparon a España hasta la remontada. Fue ahí donde Portugal se mareó persiguiendo el balón y España rodeó alcuero de un círculo de jugadores virtuosos en el control y salida en el apoyo. España se adueño de la segunda parte hasta secuestrarla por completo. Pero una falta al borde de la finalización hizo despertar al ‘7’ portugués. Le tocó al mejor jugador de los 22 poner el broche a una noche vibrante. La primera gran noche del verano mundialista.
Andrés Madrid 16 junio, 2018
Partidos como el de anoche son la prueba incontestable de que Cristiano si quiere puede ser bastante potente con el balón en los pies. Puede ser un generador de juego con balón y no solo con sus movimiemtos.