Esta semana, en una interesantísima entrevista de Carlos Rosende para «El Desmarque», Cristóbal Parralo realizaba un extenso análisis de su situación como técnico del Deportivo. En ella, sin necesidad de leer entre líneas, porque él mismo lo viene a reconocer, se ve bastante frustrado al técnico deportivista. «No paso por mi mejor momento como entrenador», llega a decir. La situación de su equipo no es nada buena. La tabla le sitúa al borde del abismo, de hecho. Pero lo que en realidad provoca esa frustración es la sensación de que cambie lo que cambie, de que toque lo que toque, el equipo no está más cerca de lograr revertir la terrible dinámica de resultados.
Cristobal Parralo: «No es nada fácil y estamos sufriendo; sabiendo que hay tiempo para mejorar, pero también que hay que hacerlo ya. Me gustaría estar en otro tipo de escenario, porque nos está costando corregir los problemas que detectamos desde el primer día. Necesitamos regularidad para poder salir de la zona baja de la tabla y seguimos buscando ese equilibrio para poder mejorar.».
La labor prioritaria de un entrenador que coge a un equipo en el estado del Deportivo es facilitarle la vida a sus futbolistas. Estos, llenos de dudas, ansían certezas. De la mano de Pepe Mel no había germinado ninguna idea sobre la que asentar los once rendimientos individuales que hacen un colectivo. Pero desde que llegó Parralo, primero con un fútbol más exterior, luego con un mayor trabajo de presión, el conjunto gallego sí ha tenido un estilo al que agarrarse. Por el camino han cambiado nombres, alturas e incluso dibujos, pero la intención siempre ha sido la misma. Y el problema, también.
Los errores individuales que anoche ahogaron al Dépor ante la insistencia del Valencia de Gonçalo Guedes son los mismos, en la forma y en el fondo, que vienen malogrando semana tras semana todo síntoma de mejoría que muestra el equipo. El Deportivo saltó a Riazor con un planteamiento claro: un 4-5-1 novedoso (sobre todo por la posición de Lucas) que en defensa buscaba ajustar sobre el doble pivote che y que en ataque fomentaba tanto la movilidad como la llegada de muchos de sus futbolistas. Así, el Dépor tocó con fluidez y velocidad, pero también paciencia. Encontraba fácil a Lucas en la derecha, ganaba metros con Luisinho por la izquierda y asustaba con las incorporaciones de sus interiores. Sin balón se vio obligado a ceder más metros de la cuenta, pero es que el Valencia con pelota demuestra una elogiable claridad de ideas. El partido era de muy buen nivel. Estaba tan bien competido como igualado.
Pero entonces llegó el error de cada fin de semana.
Cristobal Parralo: «Dejar de encajar goles es importantísimo para nosotros. La mejora del equipo tiene que llegar cuando éste no posee la pelota, y no es solo un trabajo de la la línea defensiva. Necesitamos ser más intensos, agresivos, competir, hacer alguna falta a veces… Somos un poco inocentes y eso es algo muy mejorable. No solo se compite cuando tienes la pelota y la juegas; cuando la pierdes el equipo tiene que volverse más intenso, más agresivo, y en definitiva saber defender mejor».
Los errores, aunque individuales, a veces son consecuentes con los riesgos que asume un sistema. Pero en el caso del Deportivo no lo son. Ni el de Rubén no pudiendo poner el cuerpo tras las manos ni el de Albentosa en salida o el de Adrián en el área pequeña. Éstas son acciones que no se pueden entrenar ni prever. Son acciones que escapan al control de un entrenador. Por eso, aunque los equipos son de sus técnicos, el fútbol es de los futbolistas. Y estos no fallan por casualidad, precisamente, sino por la total falta de confianza, seguridad y competitividad que vienen arrastrando desde mucho antes de que Parralo, Mel o incluso Garitano llegaran al club.
Hace tan solo unos días, cuando Vietto marcó su tercer gol con un disparo desde cuarenta metros, Marcelino García Toral se giró a su banquillo y les dijo lo siguiente: «¿Os dais cuenta de lo caprichoso e hijo de puta que es el fútbol?». El Valencia, hasta hace no tanto, estaba en una situación parecida a la que hoy está el Deportivo. Ayer no hizo más ni mejores cosas que su rival, pero los tres puntos volaron de Riazor a Mestalla y, una semana más, a Cristóbal Parralo le va a tocar trabajar en el juego de su equipo… A contracorriente.
Pedro Lampert 14 enero, 2018
Me gustó lo de Lucas en banda… No es "lo suyo", pero estuvo mucho más presente en comparación con los demás partidos que he visto. Y lo de Adrián con Luisinho ha sido potente. Pero los errores… es que condenan. Y más contra Guedes y Rodrigo.