Durante su primer año como entrenador del RCD Espanyol, Quique Sánchez Flores creó una estructura defensiva que permitió sentirse muy cómodos a la mayoría de sus futbolistas. A partir de dos líneas de cuatro perfectamente acompasadas, no había un solo futbolista que quedase expuesto ante el rival. Los centrales estaban muy bien arropados tanto por delante como por detrás, los laterales siempre estaban acompañados por los extremos, los pivotes rodeados por el buen trabajo de todos, incluidos los dos delanteros… El Espanyol defendió todo el año como una única unidad. Esa fue su fortaleza.
Gracias a esta tela de araña en la que los rivales iban quedándose cada vez más atrapados según pasaban los minutos, el conjunto periquito también logró erigirse en uno de los más puntuales de toda La Liga. Su contragolpe, articulado sobre todo a partir de los toques de Jurado y los movimientos de Gerard Moreno, igual no era tan fluido como el de otros equipos, pero las situaciones eran más agradecidas. La consecuencia más evidente de esto fue el año de Pablo Piatti, que siempre atacó un carril en el que, como mucho, había un defensor. El argentino no es un regateador ni tampoco es especialmente creativo, pero en vuelo y con espacios logró hacer bueno lo que le decía Quique: «Tú ya sabes lo que tú puesto es: Asistencia-goles, asistencia-goles». Y Piatti se fue hasta los 10 goles y las 11 asistencias en su primera temporada en el RCD Espanyol.
Por todo esto, los fichajes de Diego López y del propio Pablo Piatti, que estaban cedidos, se antojan dos noticias necesarias para dar el año que viene un nuevo salto. Porque con las bases sentadas, a la espera también de ver qué sucede con Diego Reyes, el otro cedido, aspirar a Europa parece un objetivo cada vez más próximo.
En su primer año, el Espanyol se ha quedado a 7 puntos.
Pero para ello el Espanyol deberá salir de su zona de confort que tan bien le ha servido para alejarse muy pronto del descenso. Y esto significa crecer a partir del balón. Sobre todo porque así se lo van a exigir los rivales. En el fútbol español, una vez aparece un equipo con una gran virtud, el resto de conjuntos no conceden demasiados meses. Rápidamente se adaptan y actúan en consecuencia. Si al Espanyol se le cataloga como un equipo de repliegue más contra que aspira a clasificarse a Europa y no a salvarse, los rivales van a comenzar a entregarles el balón para ponerles en problemas. Porque es una cuestión táctica, pero también de jerarquía. Y con Quique Sánchez Flores el club periquito amenaza con tenerla.
En este sentido, este año a su Espanyol le han faltado jugadores de un perfil más asociativo. Jurado ha estado demasiado solo. A veces jugaba Marc Roca, a veces entraba Reyes e incluso irrumpía Óscar Melendo, pero en general todo dependía del gaditano cuando los catalanes no podían correr. Las secuencias de pases empezaban, crecían y se acaban con él, dando igual que jugase en banda, como mediapunta o de interior. Y respondió. Jurado respondió. Pero como individualidad, no como unidad. Y ahí está el reto del Espanyol de cara al año que viene. Será complicado ganar sin perder, sobre todo porque la teoría de la manta corta siempre amenaza a este tipo de equipos, pero es lo que La Liga pide para poder viajar por Europa.
Foto: JOSEP LAGO/AFP/Getty Images
Abel Rojas 31 mayo, 2017
¿Dónde está el salto de calidad en el RCD Espanyol? ¿En lograr una mayor versatilidad que le permita ser más creativo cuando lo necesite o en acentuar la eficacia de su Plan A?