Sucedió en Francia durante el verano de 1998. Ronaldo Nazario ya era el mejor futbolista del mundo, la pieza más salvaje que el fútbol había regalado desde Maradona, pero con trazos de venir del futuro. La constelación brasileñaque él lideraba tenía cara de amargura y desolación. El 3-0 de la final del Mundial era abrumador. Del otro lado, los franceses celebraban un triunfo que cambió los avatares del juego y que el mismo fútbol les debía. El hombre de la final era un Zinedine Zidane pletórico, pero muy cerca de él, Thierry Henry festejaba con una camiseta amarilla de valor incalculable: la de Ronaldo. Con ella puesta, el entonces futbolista del Mónaco dejó para siempre una postal inolvidable besando la Copa del Mundo. Fue en ese momento que los midiclorianos explotaron. Cinco meses después, a unos doce kilómetros del Stade de France, nació Kylian Mbappé, un elegido por La Fuerza.
Hablando de Verratti, en este espacio se dio nota de la ambigüedad que rodea al hincha del fútbol que está en constante expectación de ser vislumbrado por el fulgor del nuevos talentos, mientras busca en ellos reminiscencias de las viejas glorias del pasado. Con Mbappé no fue distinto. Una vez hizo su imborrable aparición en la Champions, las comparaciones con Ronaldo y Henry, más allá del obvio parecido estilístico, no tardaron en invadir la red. Había razones, y quien vea flashes de uno u otro en varios de sus lances no está loco, pero el chico se ha encargado de dotar a su fútbol de una personalidad propia en pocos meses, los mismos que también le han bastado para convertirse en un candidato inexpugnable al gran trono de mejor jugador del mundo en unos años.
La Champions de Mbappé lo catapultó a la primera plana del fútbol europeo
Mbappé es delantero centro. El anacrónico sistema del Mónaco, que da prioridad a una doble punta (foto de la izquierda) abastecida por dos mediocampistas ofensivos, como si esto fuesen los 90s, ha permitido a Mbappé saltar a la élite en la posición en la que, si todo ocurre como parece que ocurrirá, disfrutará de sus mejores años, un lujo que no todos los ‘9’ de planta y/o velocidad similares se han podido permitir. Mismamente, sus compatriotas Thierry Henry y Karim Benzema jugaron muchísimo en banda en edades tempranas. Para él eso ha sido una bendición porque le ha permitido desarrollarse donde puede potenciar su fútbol y no solamente unas condiciones físico-técnicas concretas. Y esto es importante porque si hay algo que impacta de inmediato es la sensibilidad con la que juega y la sabiduría que desprende. El nombre original de este artículo, que estaba planeado para salir antes de los cuartos de final de la Champions, era ‘Freak and Geek’. Era una referencia a su físico descomunal y su comportamiento intelectual dentro del terreno de juego. Y a su adolescencia. Sin embargo, el devenir de las últimos semanas ha cambiado la impresión que Mbappé había dejado hasta entonces, de prometedor futbolista incompleto, y hoy hay que mirarlo como se ve a una estrella en ciernes, que es lo que realmente es.
Mbappé es delantero centro y a pesar de su edad ya juega en ese puesto
Antes de continuar, valdría la pena aclarar que el sistema del Mónaco fue forjado antes de la explosión del futbolista y que por ende este no está enfocado en maximizarlo a él sino a otros como Lemar y Bernardo Silva. Aun así, el trepidante talento del ’29’ ha terminado por adueñarlo del equipo más allá de la táctica. Como decíamos en el anterior párrafo, Mbappé juega de delantero centro en una doble punta. Con Falcao comparte espacios (foto de arriba a la izquierda) y responsabilidades, cambiando constantemente de altura (foto de arriba a la derecha) y perfil (Foto), moviéndose por todo el frente de ataque (Foto). Aunque generalmente es el colombiano quien va más a los apoyos y resuelve situaciones de juego directo, mientras Mbappé cae a bandas (Foto) y da profundidad (Foto), esto no quiere decir que el chico huya de esa tesitura (Foto). No es brillante en esa faceta como para moldear una transición ofensiva sobre él, pero sí competente para poder sumar si la jugada lo impera. Se asoma a la divisoria (Foto) en cualquiera de los tres carriles y descarga de primera si es necesario y, sobre todo, si no logra girarse. Y aquí hay que decir que Mbappé no es un futbolista asociativo. Su naturaleza es el desequilibrio y en su cabeza está atacar. Sus intervenciones se resuelven por un diagrama de flujo en el que la primera pregunta es si puede convertir su recepción en una situación de conducción. Si la respuesta es sí, procede; si es no, pasa el balón. Su ratio de acierto delimitando qué hacer es asombroso. Y así, pues, cabe entender que su relación con los apoyos y la circulación del balón es escamosa.
Como sí colabora en esas lides es como receptor de las prolongaciones. Mbappé es un ave de rapiña futbolística. O un tiburón. Percibe dónde pueden caer los balones divididos, como si pudiese ver la «X» que solía aparecer en los simuladores de fútbol avisando el lugar exacto donde iba a rebotar la pelota suelta, y se alista para jugarlo, al igual que hace cuando encuentra recepciones (Foto) libres entre líneas, aunque no con la constancia de otros cracks, o para golear. Es esa misma capacidad de percepción la que le da ese olfato goleador de ‘killer’ que usa para hacerse con rebotes y balones sin dueño en zona de remate. Además, ha aprendido a ocupar el área con peligro (Foto), buscando puntos ciegos para recibir o anticipando a los defensores (Foto). Huele la sangre, siente el peligro y acude a él antes que los otros.
Pero hasta ahí estamos hablando del mismo futbolista de hace unos meses. Un niño sensible al fútbol, con olfato y muchas condiciones. Donde realmente ha crecido en este último mes es en la forma en la que administra toda la zona ancha del ataque. Aunque el juego de espaldas no sea realmente lo suyo, Mbappé es un ‘9’ muy marcado. Su principal trabajo es sobre la línea defensiva (foto de la derecha). Ataca tanto a los centrales (Foto) como a los jugadores de banda (Foto). Y eso es un eufemismo. En realidad, Mbappé los destroza. Está en constante movimiento, acechando. Es posible encontrarlo tanto fijando los centrales (Foto) mientras Falcao sale a buscar el balón, como en una banda, ya sea por el lado del ataque (Foto) para participar o en el lado débil (Foto) para castigar la basculación contraria. Su desmarque es poderoso, temible (Foto). O lo siguen o es el fin. Por eso su presencia sobre la línea del fuero de juego invita a las defensas a recular y ponerle más de dos ojos encima, tanto en el carril central (Foto) como en los exteriores. Su ruptura fuera-dentro es venenosa (foto de abajo a la izquierda): tarda nada en salir disparado a comerle el espacio entre las espaldas del lateral y el central con el timing adecuado para no caer en offside. Mucho más peligroso es su desmarque dentro-fuera (foto de abajo a la derecha) porque es capaz de girar todo el sistema defensivo hacia el espacio que ataca dejando huecos en el área que quienes llegan desde atrás aprovechan. Mbappé es rapidísimo y cuando se mueve desde la medialuna hasta la orilla es un avión: siempre llega antes que el defensor, incluso saliéndose de órbita en la carrera a lo Thierry Henry. Y ahí es cuando empieza el espectáculo. Encarando desde la banda como los viejos extremos, Mbappé tiene samba. Si bien cuando arranca en conducción de cara a portería desde cuarenta o treinta metros es una visión impagable, es en las orillas donde su fútbol adquiere otra dimensión. El francés es un bailarín. Es Fred Astaire. Danza sobre el balón con fintas, amagues, pisadas, aceleraciones y desaceleraciones mortales. En cierta manera, retrotraen al mejor Robinho pero en una cinta en 2x. Lo hace, como todo en su fútbol, rapidísimo. Los rivales nunca saben por qué lado saldrá o si lo hará para chutar o asistir. No hay sino que ver la jugada del gol del Bernardo Silva el otro día ante el Lille. Es un fenómeno.
Las fintas y cambios de ritmo de Mbappé cerca del área lo convierten en supercrack
Quizás sería este el momento ideal para volver a recordar lo obvio: Mbappé tiene 18 años. Su fútbol, aunque ya capaz de marcar diferencias definitivas en los escenarios más difíciles, aún está verde. Tiene defectos propios de la edad, como una ligera falta de finura en los pases y algunos controles. No suele equivocarse eligiendo, pero sí en algunas ejecuciones. Algo normal para quien juega al fútbol a la velocidad (Foto) que lo quiere jugar Kylian. Es quizá por eso que tiene esa tendencia tan marcada a jugársela por aventuras individuales puesto que sí se le ven nociones asociativas interesantes y que a edad de juvenil en jugadores con la superioridad física y técnica del niño del Mónaco poco suelen verse. Una luz verde esperanza para su evolución y su carrera que seguramente lo llevarán a tener que jugar en solitario en la punta de ataque en alguna ocasión, no pudiendo delegarle esas responsabilidades a un compañero.
Finalmente, una invitación a guardar en la retina cada partido que esté por jugar. El momento de forma que vive Mbappé es propio de un superhéroe que acaba de descubrir sus poderes. La confianza y el autoconocimiento lo han llevado a evolucionar su fútbol en cuestión de semanas. Hoy es mejor ayer pero peor que mañana; y su mejor partido es el próximo. Está viviendo el despertar de La Fuerza.
José Luis 17 mayo, 2017
A mí me sigue recordando más a Weah que a ningún otro.