Salió de la prolífica cantera del Deportivo Cali en 2011 y debutó ese año en un partido de Copa Colombia. No convencía y terminó en Cúcuta, dónde brilló por primera vez Faustino Asprilla, pero ni un gol en las pocas oportunidades que tuvo lo vieron nuevamente traspasado. Ahora jugaría en Primera B con el Cortuluá. Ahí anotó sus primeros goles como profesional: cuatro en veintisiete juegos, suficientes para ganarse un lugar como suplente de Jhon Córdoba en la sub 20 de Quintero. Volvió a dar el salto a primera anotando cuatro veces en dos juegos. Pertenecer a la selección juvenil le abrió las puertas del Calcio en Livorno. Y se la pegó de nuevo. Fue a Argentina y pasó algo similar. Volvió a Colombia derrotado, pero a un grande, Santa Fe, con el que ganó la Sudamericana con un promedio goleador de estupor: un gol cada cinco partidos. Todo un killer.
Sus primeros años fueron difíciles. No encontró su lugar
Y así fue que a los veintitrés años recién cumplidos, desahuciado para el éxito en el fútbol por muchísima gente, llegó rebotado nuevamente a Tuluá, que había ascendido para la temporada de este año. Dirigido por un entrenador campeón de tiempos pretéritos y asistido por un mediapunta de cuarenta años y otro de veinte, Borja se desató. Comenzó a anotar casi que partido sí y partido también. Desde que en Colombia se juegan torneos cortos, artilleros como Léider Preciado, Víctor Aristizábal, Sergio Galván, Hugo Rodallega, Fredy Montero, Jackson Martínez, Teo Gutiérrez, Carlos Bacca o Dayro Moreno se han aupado con el Botín de Oro, pero ninguno marcó tanto como él. Diecinueve anotaciones en veintiún partidos de liga; tres más en tres de Copa. Y el fichaje por Nacional a mitad de año. ¿El debut? Doblete ante el Sao Paulo en Morumbí por semifinales de Libertadores. En la vuelta otro doblete y en la final marcó el gol del título. Cinco goles en los cuatro partidos más importantes de su vida. Idolatría express.
Y no ha parado. Goleador de la Copa Colombia (8 goles en 9 partidos) y de la Sudamericana (6 en 8); treinta y nueve goles en lo que va de 2016 y aún le faltan dos partidos por jugar. Y los marca de todas las formas: de zurda, de derecha, de cabeza, de chilena, en conducción o a un toque. Poseedor de una ruptura potente y veloz, cualidades que también muestra cuando le toca conducir a campo abierto. Es un definidor letal y un rematador portentoso. Y sabe mezclar sus desmarques a gol con apoyos de espaldas sobre el carril central que lo hacen entrar en el circuito de pases de Nacional con destreza. Su adaptación al sistema verdolaga ha sido total y su capacidad goleadora ha mejorado al conjunto: matrimonio perfecto.
La eclosión goleadora ha repercutido en la globalidad de su juego
Aún es pronto para saber si el nivel actual de Borja es real. Su nivel de confianza no puede ser más alto, prácticamente todo lo que ejecuta le sale y ha llegado a un punto en el que se pasea por encima de las competiciones que juega, como el otro día contra Junior de Barranquilla por la final de Copa en la que parecía ser un adulto jugando contra niños. No obstante, el futbolista es la carta que permite a Nacional soñar con el Mundial de Clubes. Y es que este Miguel Ángel no tiene piedad.
Foto: RAUL ARBOLEDA/AFP/Getty Images
Carlos Quintana 13 diciembre, 2016
Si no fuese por lo poco que dejó en su debut con Colombia por eliminatorias, diría que es el coco de este mundialito. Sin embargo, he de decir que dentro del entorno de Nacional está de dulce, como casi todo el equipo.