Aunque a su chicle ya no le quedaba rastro de sabor, Chris Coleman seguía masticándolo compulsivamente. La tensión de su mandíbula reflejaba a la perfección lo incómoda que estaba Gales sobre el césped. El marcador seguía señalando el 0-0 inicial, pero el partido que se estaba jugando era el que había preparado Irlanda del Norte.
Michael O’Neill ordenó una acertada presión selectiva.
Michael O’Neill golpeó primeroLa medida táctica que condicionaría toda la primera hora de encuentro resultó evidente desde muy pronto: al inicio de cada posesión galesa, la cual asumía por primera vez en este torneo, Michael O’Neill ordenó una presión selectiva sobre sus centrocampistas. Es decir, no era una presión coral ni organizada, sino individual y muy concreta. De forma agresiva, pero siempre muy ordenada y haciendo gala de un timing perfecto, los tres centrocampistas de su 4-5-1 debían morder a sus homónimos del hoy 5-3-2 planteado por Coleman.
Esto derivó en que una jugada se repitiera en un bucle constante: pase de un central galés a uno de sus centrocampistas, éste de espaldas recibe la presión inmediata de un norirlandés y, a partir de ahí, dos soluciones posibles: la conservadora, es decir, echar el balón atrás, o la más agresiva, basada en intentar de superar esa presión con un giro o un toque que conllevaban un gran riesgo. Normalmente, conscientes de que no tienen ese tipo de calidad, solían elegir la primera opción. Pero conforme pasaron los minutos y pesaron las dudas, comenzaron a tratar de eludir su marca. Y no sólo no lo consiguieron, sino que además perdieron varias veces el balón en zonas delicadas. Irlanda ya no parecía tan lejos del gol, Oliver Norwood estaba borrando de la Eurocopa a un Joe Allen que hasta ahora había encantado y, lo más preocupante, Gareth Bale estaba entrando muy poco en juego. Sólo Chester y Ben Davies, los dos centrales que escoltan a Ashley Williams, parecían poder hacer frente a una dinámica que estaba pudiendo con sus compañeros.
Chris Coleman no se quedó quieto; decidió intervenir.
Los cambios de Chris Coleman fueron clavesPero, entonces, Chris Coleman decidió actuar. Era pronto, quedaba todavía mucho partido y había opciones más conservadoras, pero Coleman no quiso esperar más. Y acertó. Primero con Hal Robson-Kanu (por Sam Vokes, que no estaba mal) y luego con Jonathan Williams (prescidiendo de una pieza clave como es Ledley), el técnico galés le dio a su equipo más herramientas con las que superar exitosamente la presión de Corry Evans, Steven Davis y Oliver Norwood. Por un lado, con el delantero iban a tener más movilidad por delante del balón, ensanchando y estirando el campo para ofrecer, de paso, más espacio a Bale. Y por el otro, con el menudo Williams Gales ganaba un jugador más capacitado para girarse, conducir y agitar. No es que Jonathan sea ningún súper clase, pero siempre que sale se muestra más útil y efectivo que futbolistas de más posibilidades, caso de un Ramsey que, hasta los cambios, volvió a ofrecer la pobre versión del día de Inglaterra.
Así, poco a poco, sin tampoco romper un partido que parecía una etapa llana de 240 kilómetros por las autopistas francesas, Gales fue encontrando mejores posiciones. Y en una de ellas, además, también pudo encontrar a Gareth Bale. Fue en el costado izquierdo. Desborde hacia fuera, centro con afán recaudatorio, despeje del central, balón para dentro y Gales a Lille para disputar los cuartos.
Foto: Matthias Hangst/Getty Images
Abel Rojas 26 junio, 2016
Incluso en su día más opaco, Gales siguió ganando hombres. El rendimiento de Davies y Chester, los escuderos del capitán, están completando un torneo bastante superior al del propio capitán. Me parecen dos centrales que están entre lo mejorcito que hemos visto en esta Euro en cuanto a momento de forma y confianza.
Y Jonathan Williams se está confirmando como un revulsivo de alto nivel. Es cierto que no suelta bien la pelota, pero aletea. remueve, dribla y puede liberar a Bale en tres cuartos.