El Real Madrid se ha metido en un lío morrocotudo. Tras lograr una victoria de credibilidad y confianza en el Camp Nou, visitaba Alemania para inaugurar una eliminatoria de Champions League de menor dificultad que la que ya superó en Octavos, y ha regresado al Bernabéu con un resultado que, según la estadística, casi nunca se remonta: un 2-0.
El encuentro comenzó como si el Madrid fuera un equipo fabuloso y el Wolfsburgo un rival de prudencia obligatoria pero, a su vez, ineficaz. Dieter Hecking ordenó a los suyos sobre un 4-1-4-1 poco presionante cuyo objetivo parecía radicar en que la primera barricada de cuatro cortase las líneas de pase hacia la mediapunta y en que Luiz Gustavo, el pivote, barriera lo que se filtrase. Pero los blancos, que apartaron a Casemiro de la creación y emplearon a Modric y Kroos como directores constantes, movían la pelota con facilidad y terminaban encontrando con aspiraciones a algún miembro de la BBC. En especial, a Benzema, a quien ni Naldo ni Dante perseguían cuando se descolgaba para recibir. Hasta ese instante, estaba pareciendo el partido a domicilio más cómodo de la era Zidane.
Draxler recibía el balón muy cómodamente y se mostraba terriblemente superior a Danilo en el 1vs1.
Pero había un resquicio para la esperanza alemana: el hecho de que el triángulo de centrocampistas blanco intercambiase tanto de posiciones en pos de que Casemiro no recibiera el primer pase, generaba cierta inestabilidad en transición defensiva que derivaba en una línea de pase demasiado limpia hacia Julian Draxler (extremo izquierdo). Si el Madrid no alargaba sus ataques para que Modric y Casemiro recuperasen sus supuestos roles originales, los alemanes conectaban muy fácilmente con su estrella en cuanto robaban el balón.
Draxler es un futbolista excelente que ejerció como tal. Fue el hombre que condujo los contraataques del Wolfsburgo y aquel que, ya arriba, sabía si forzar la situación o templarse y cambiar de orientación hacia el extremo derecho Bruno Henrique, que solía gozar de mucho espacio. De esta guisa, llegaron dos goles en siete minutos. Así giró la balanza anímica del partido. El Real perdió los nervios y el Wolfsburgo se creció.
El principal problema blanco pasó a residir en su impaciencia. Pretendió remontar el 2-0 antes del minuto 30, y luego antes del 45, y así sucesivamente. Precipitó cada uno de sus intentos ofensivos propiciando el único contexto donde la pareja de centrales conformada por Naldo y Dante no medio-garantiza regalar un gol. Por un lado, la mayoría de las salidas del Madrid fueron en largo. No se daba tiempo a sí mismo para intercambiar a Casemiro con Kroos y Modric como al principio. Encima, Pepe y Ramos no confiaban en el brasileño y buscaban a la BBC al espacio a las primeras de cambio, lo cual era un caramelo para el eje de la zaga de Hecking, cuyo único aval trata de una altura ideal para despejar ese tipo de envíos.
El Madrid puso a Bale en la única posición en la que necesita compañía para resolver. Y no se la dio.
Al mismo tiempo, la BBC extravió su mejor versión, en apariencia, por decisión de Zidane. Es cierto que Benzema cayó pronto lesionado y que se pasó la mitad de la primera mitad deambulando por el césped, pero, además de ello, el entrenador francés reconfiguró su ataque mandando a Bale hacia la izquierda. Y, tras el ingreso de Jesé donde Benzema, puso a Ronaldo de “9” y al canario en la derecha. Es decir, los tres atacantes del Madrid ocupaban los espacios donde más les cuesta influir en los resultados y sobre su rival.
Aun así, eran Bale, Ronaldo y Jesé contra un sistema defensivo de nivel discreto. Tres futbolistas de tanta calidad, con independencia de sus casillas de partida, deben infligir daño si el plan común guarda unaNaldo, Dante y Benaglio agradecieron mucho lo de Bale en la izquierda intención interesante. Pero no era el caso. Al revés. Cuando la pelota llegaba a Bale, nadie estaba cerca de él, y su única solución radicaba en desbordar a Vieirinha. Y, en efecto, lo hacía, contrastando su superioridad individual. Pero, luego de ello, ¿qué? En el área estaba Ronaldo solo y como menos le conviene, fijando la atención de dos centrales y un portero que van bien por arriba; mientras que Kroos y Modric no habían llegado a la frontal para captar posibles rebotes porque son mucho más lentos que Bale. De Marcelo, uno de los recursos más gráciles a la hora de abrir repliegues ajenos, ni hablemos. Tampoco se le daba tiempo para sumarse. El Madrid, un colectivo de soluciones variadísimas, había reducido el total de su arsenal a que Cristiano, quieto, vigilado y en frío, superase por arriba a Naldo, Dante y Benaglio.
Sergio Ramos, Pepe y Danilo no tenían desventaja numérica; ellos solos creaban los desequilibrios.
Como los rechazos eran propiedad del Wolfsburgo por incomparecencia blanca, sus salidas a la contra cada vez se hicieron más constantes. Ahora bien, una vez se escapaba, se presentaba una superioridad numérica evidente y favorable al Madrid en cuanto a defensas contra delanteros. Normalmente, un lateral, Casemiro y los centrales se enfrentaban, de partida, a un conductor y un acompañante. Un fuego que cualquier equipo de bomberos apaga sin dificultad. Pero, a excepción de Casemiro, lo del Madrid fue propio de un pirómano. Danilo, Pepe y Ramos, de modo literal en muchas ocasiones, se caían al suelo a la menor finta de Draxler o Schürrle, dejando vía libre a los héroes de Hecking. No es la primera vez que Danilo lo hace, y Ramos, en su estado actual, parece condenado a ello, pero en Pepe sí sorprendió. Hablamos de un marcador que, apenas días antes, había robado pelotas limpias en banda a Neymar JR y Luis Suárez. Quizá su rendimiento se explicase del mismo modo que la decisión tomada por Benzema de jugar lesionado en vez de dar relevo a un compañero. Fuera como fuese, el Wolfsburgo era mucho más dañino que el Real.
El único halo de luz para el equipo de Zidane se divisó tras la entrada de Isco al campo. Al malagueño no ofreció otra cosa que su mínimo (carácter y presencia), pero el centro del campo se vio más equilibrado. Él tendía más -o más rápido- a la mediapunta, ello retrasó las posiciones de los interiores Guilavogui y Arnold y, así, cedió terreno a Kroos para que dirigiera los ataques. El inconveniente seguía localizado en el reparto de espacios entre los delanteros. Durante cinco minutos, Bale se acostó sobre el lado derecho, finalizó dos jugadas y generó inercia de positivismo, pero, muy pronto, regresó a la izquierda y el Madrid se quedó en un equipo de cierto dominio territorial sin herramientas con las que ofender. Hasta el cambio de James por Kroos. Tras el mismo, también perdió su dominio territorial.
@Luismadrid1985 7 abril, 2016
Buenos dias,
Para mi Bale es tan bueno que puede crear peligro desde cualquier sitio, pero como bien se dice en el texto, la izquierda encierra al galés a una única jugada que suele hacer bastante bien pero que genera una infrautilizacion excesiva del jugador. Si a eso le sumamos que a Draxler le quitaron un problema al desaparecer Bale de la zona, creo que la decisión de Zidane fue erronea. De todas formas, aun así, tanto CR como Benzema tuvieron dos remates claros a centros de Bale.
Obviamente esto es fútbol, pero un Madrid normalito tiene que remontar en el Bernabeu. ¿Razones? Dante, Naldo y el Bernabeu. El Madrid de Zidane aún no se puede basar en su juego