Quiso cambiar la identidad de su fútbol y lo ha conseguido. Se trató de una decisión conflictiva que aún hoy es difícil de valorar, y no será este texto el que le cuelgue el cartel de acierto o error, pero en favor de Luis Enrique debe constatarse que había motivos para tomar el sendero de la transformación. Se comparta o no su postura, de partida no era ninguna locura. Guardiola diseñó un equipo intratable aprovechando una coincidencia casi celestial, la unión de una plantilla excelsa, joven, hambrienta, canterana y catalana, el delantero más decisivo de la modernidad con diferencia y la propia sabiduría del técnico de Santpedor, aplicada en el ya ilustre juego de posición. Dicho proyecto alcanzó la cima en 2009, la superó en 2011 y comenzó su lento declive un año después, tras el cual Pep haría las maletas cediendo su puesto y mando a Tito Vilanova. Las gestiones lideradas por Tito y su sucesor Tata Martino siguieron un mismo patrón. Tenían la gallina de los huevos de oro y, aunque pusiera menos huevos, esperaron que oro siguiese poniendo. Con éxito relativo el primero y el segundo sin ninguno, ambos proyectaron temporadas muy continuistas. Buscaron variados ajustes que oxigenasen la base táctica original, no terminaron de encontrarlos y acabaron compitiendo con el once y el sello de Guardiola, deteriorados, cada vez más, por el paso del tiempo, que envejece y aburre. Al parecer, lo del aburrimiento era lo que más preocupaba a míster Martínez. Quizás porque, en apariencia, tocaba de cerca al que, a fin y al cabo, gana o «pierde» los partidos.
El espíritu competitivo de Leo parece renovado y esa es la ilusión culéTras tres años de tiránico dominio y tres de reflejo admirado, Xavi e Iniesta han cedido su protagonismo. Hoy nadie habla del centro del campo del Barcelona. Nadie elogia a sus miembros, nadie destaca su estilo y nadie estudia ni enseña cómo piensan y ejercen. Apoyándose en los fichajes de Neymar y Suárez, Luis Enrique ha girado el foco y ha apuntado a la delantera. En España se la conoce como «Los tres tenores», y el equipo se ha adaptado para potenciarla. En lugar de priorizar aquellas larguísimas y prefijadas cadenas de pases para posicionarse en campo rival y hacerse con el control del juego, el Barça bendice atacar lo más rápido y directo posible para que sus tres estrellas reciban con espacio por delante y puedan correr y marcar la diferencia. La mayoría de las veces, con jugadas personales de carácter improvisado. El caso es que, coincidiendo con dicha renovación, el ánimo de Messi ha mejorado de manera notoria. Para él ha cambiado casi todo (la intención colectiva, el ritmo ofensivo, su interior titular, su atacante más cercano, ¡incluso su posición!), y tanta novedad podría haber rejuvenecido su desgastada confianza. Messi vuelve a volar sobre el césped y ha recuperado ese estatus que durante cuatro temporadas cerró el debate sobre quién era el mejor. De nuevo, existe una diferencia bastante clara entre lo que hace este señor y lo que hacen los demás. Y precisamente esta circunstancia es la que viste al FC Barcelona de serio candidato a la Copa de Europa. ¿Qué mérito corresponde a Luis Enrique? Como mínimo, uno: haber otorgado cierta credibilidad a la mutación. Lo que se ha apuntado antes. Nadie habla del centro del campo del Camp Nou. Cuando se habla del Barça, todos pensamos en otra clave. Luis Enrique, para bien o para mal, ha sido real.
En un porcentaje enorme, el pase de rosca de Messi sustenta el sistema de juego del FC Barcelona.
A pesar de que el cambio estilístico resulta evidente, su implantación no se ha apoyado en ningún sistema de juego fijo. Los vaivenes tácticos han estado a la orden del día y se ha visto un poco de todo y mucho de ninguna cosa, así que para iniciar el análisis táctico recurriremos a la mayor constante de sus mejores momentos: el pase enroscado de Messi. En los dos años anteriores se repitió una jugada muy concreta que traumatizó a cientos de culés, el centro al área de Dani Alves; una acción imprecisa y tosca que parecía un capricho del lateral pero que ni Tito, ni Roura ni el Tata se esforzaron en eliminar. Y no lo hicieron porque no les convenía. El centro de Dani era el mecanismo defensivo, defensivo, más eficaz que tenía el Barcelona. Si se recuerda bien, una de sus teóricas paradojas consistía en que a veces Alves colgaba el balón cuando en zona de remate apenas tenía un solo compañero estorbado por cinco zagueros. Entre comillas, eso al equipo «le daba igual». Le causaba indiferencia porque la ventaja residía en que su 4-3-3 natural le daba, casi siempre, superioridad numérica en la frontal del área para cazar los rechazos. Acabando los ataques de este modo, la pérdida de balón le comprometía mucho menos que fallando un pase corto o un regate en el carril central -por lo tanto le salían menos al contraataque- y, además, aspiraba a capturar una segunda jugada que le permitiese ofender desde arriba a un rival ya hundido en su área por la acción del despeje. La contraprestación, nada desdeñable, estribaba, en efecto, en que los centros de Alves no eran rematados casi nunca. La acción de ataque más repetida del Barça… creaba poquísimo peligro. Uno de los hallazgos más productivos de Luis Enrique radica en haber sustituido el centro de Alves por el pase enroscado de Messi al segundo palo. El pase de Ronaldinho a Giuly en el Barça de Rijkaard, pero al revés; con Neymar o Alba de destinatarios. Defensivamente, las ventajas resultan idénticas a las descritas en favor de Alves; y en ataque no hay color. La acción genera goles como churros. El éxito defensivo-ofensivo del pase es tan elevado que todo lo que deriva del mismo compone lo más cercano que tiene Luis Enrique a un sistema de juego estable. Por eso se da tantísimas veces, prácticamente sin parar, como si el argentino fuese una catapulta versada. La constante táctica del Barça es la rosca de Messi. La rosca de Messi es la estructura.
Enero nos trajo al Barça más potente de cuantos ha dibujado Luis Enrique. Lo hizo con extremos fijos.
Messi y Neymar en las bandas lideraron al mejor Barça del cursoQuizás para favorecer que Leo pudiese dar su pase el mayor número de veces posible, Luis Enrique terminó confinando su parcela en la misma banda derecha. Desde dicha posición no solo aumentó la cadencia y la precisión de sus envíos, sino que se re-descubrió como un regateador imparable. Al recibir el balón en una zona donde las ayudas escasean si la comparamos con el centro, Messi sorteaba a su marcador con facilidad, provocaba coberturas a destiempo, desordenaba el sistema contrario y lo aceleraba todo. Ya lo decía Guardiola, «Cuando un muñeco supera a un muñeco, ¡listo!». Esto sucedió en enero, justo el mes que usó Neymar para desplegar su fútbol más brutal. El brasileño, abierto en la izquierda como Messi en la derecha, también se iba casi siempre de su marca y precipitaba los ataques con la superioridad numérica hecha. La fórmula era tan simple que costaba creerse su fiabilidad, pero lo cierto era que el Barça imprimía un ritmo ofensivo que en el Camp Nou no se había visto en años. Los regates de Messi y Neymar abiertos en banda depararon una ofensiva casi incontrolable. Si bien Atlético y Villarreal la sufrieron en sus carnes, Riazor presenció la actuación más contundente de la pareja. A Coruña dio cobijo a un Barcelona fantástico.
Dani Alves fue la tela de seguridad del Barça más fiable en defensaEl sistema de los extremos abiertos tuvo una tercera pieza clave, Dani Alves. Que Messi fijase su posición por delante de él para recibir el balón allí modificó el comportamiento táctico del lateral brasileño. Ya no se veía forzado a subir siempre y ocupar la banda entera. Su nuevo rol se basó en desempeñarse, más o menos, como falso interior derecho. O sea, se paró en una zona más retrasada y a su vez más centrada. Desde la misma, Alves cumplió con tres cometidos. Para empezar, se erigió como pieza fundamental de la salida de balón. El Barça apenas usaba a sus centrocampistas para iniciar el juego, su mapa de pases dibujaba una «U», los dos laterales eran quienes hacían cruzar la divisoria, y Alves era el nexo con Messi. No contento con ello, también fue su principal apoyo. Dani se sale asociándose en corto y, con Rakitic rompiendo hacia al área constantemente, se presentó como el frontón que Messi utilizaba cuando quería tirar una pared. En última instancia, pero no por ello menos relevante, ocupando ese espacio propio de un interior derecho, protegiendo la espalda del gran motor del fútbol del equipo, Alves destacó sobremanera como corrector en la transición defensiva –defendiendo contraataques-. Fijándolo ahí atrás, el Barça ganó un hombre más por detrás de la pelota que, encima, era muy, muy bueno. Tanto por intensidad como por talento. Podría decirse que, en este aspecto, Alves fue el escudero de Busquets. Aunque su aporte fue tan eficaz y, sobre todo, tan protagonista que incluso podría esgrimirse que Busquets fue el escudero de Alves.
Con el regate de Messi inspirando al grupo, el Barça movió muy, muy bien el balón en algunos partidos.
La suma de los dos párrafos anteriores (súper ritmo ofensivo + mejora en transición defensiva) germinó en un Barcelona que intimidaba al más pintado. Atacaba muchísimo, rapidísimo y recuperaba bastante arriba. ¿Que en realidad el sistema pecaba de monótono pese a su rapidez? Sí, pero tampoco hay que pasarse de exquisito. A efectos prácticos, aun simples, había que tenerlos muy bien puestos para plantarse delante de semejantes fenómenos y no disolverse como un azucarillo. Porque además, Messi y Neymar enchufaron al resto. Y Ter Stegen, Bravo, Alba, Piqué, Busquets, Iniesta, Xavi, Rafinha y compañía son lo que son, la élite a nivel técnico, e hinchados de moral, comenzaron a trazar circulaciones impactantes, abrumadoras. Luis Enrique no había programado juegos de posición identificables, el Barça no disponía de una estructura que le permitiese mecanizar secuencias de pases fluidos y progresivos, pero el talento asociativo de su plantilla compensaba el déficit táctico a poco que el oponente no estuviera perfecto. Sobre todo Alves, Busquets e Iniesta pintaban triángulos por iniciativa propia que evocaban, no en el análisis pero sí en la lírica, al equipo de Guardiola. Ni que decir tiene que ese Barça aparentó una grandeza muy singular. Cuando alcanzó ese nivel, sus rivales se vieron ínfimos. Perdieron confianza. Y el fútbol es un estado de ánimo. Lo es. Sin duda.
Aunque falle, Busquets se ha demostrado clave para el BarcelonaY aquí hay que ponderar la importancia de Sergio Busquets. Si uno apunta en una hoja todas las transiciones defensivas defectuosas del Barça durante este corto periodo virtuoso suyo, aproximadamente un 75% tuvieron como corresponsable directo al mediocentro de Badia. Casi siempre, uno de sus fallidos intentos de anticipación en campo contrario daba origen al escape del adversario y al inicio del contraataque peligroso. En horas de inspiración grupal, la posesión era muy buena, desordenaba al contrario, eso le daba tiempo a Busquets y éste llegaba puntual al cruce; pero a poco que la musa adelgazaba, se podía notar la mayor: detrás de aquellos pases bonitos no había el mimo o la dedicación que una vez sí hubo. Los rivales tenían algún problema para robar el balón, pero en ningún momento perdían el orden. Entonces, el tema se complicaba, Busquets tenía menos tiempo para reaccionar y el atacante, a veces, se le adelantaba y se la liaba. Sí, en cierta medida, Busquets era el clavo ardiendo de los otros. Una debilidad que Mascherano, su suplente, convertía en fortaleza cuando ocupaba su demarcación, pues lejos de cometer errores, incluso ofrecía aciertos de mérito mayestático. El Jefecito, como pivote, es un monstruo defensivo que por poco no ganó un Mundial. Pues bien, pese a todo esto, Sergio era imprescindible para Luis Enrique con todas las de la Ley. San Mamés o el Etihad Stadium sirvieron pistas al respecto, pero ha sido su periodo de ausencia lo que lo ha confirmado: sin Busquets de mediocentro, el oponente se intimida la mitad. El Barça se quita el frac, viste el mono de trabajo y no asusta tanto. Se aprecia menos a sí mismo y su contrario, mucho más. ¿Que analíticamente mejora en defensa? Probablemente sí, pero da igual. El fútbol es un estado de ánimo. Aunque tenga más respuestas, sin Busquets le atacan más veces, con más hombres y con más confianza, porque parece más pequeño. El equilibrio del Barça de Luis Enrique debe ser entendido como un farol en una partida de póker. No es real, pero… a ver quién es el valiente que se atreve a ir hasta el final. Pues sin Busquets en contra, casi ningún equipo se retira de la mano. Por eso, aunque el Barça pueda tener mejores cartas teóricas con El Jefe, en la práctica, la ganadora es Busi. ¿Cómo no va a encantarnos este deporte?
Uno de los puntos que no permite lanzar las campanas al vuelo con el Barça es su respuesta defensiva.
Cambiando de tema pero haciendo uso de lo recién expuesto, llegamos a un punto ineludible: la carencia de un plan defensivo sostenible. Para salvaguardar un resultado corto a favor, el Barça suele depender de que el rival, atemorizado, no intente atacarle, y si bien en Liga eso ocurre con frecuencia, en la Champions no se da la misma circunstancia. Normalmente, cuando un equipo va perdiendo y se siente eliminado, se lía la manta a la cabeza, se va arriba con convicción y encierra a quien tenga por delante. Incluso el City de Pellegrini, que goza de grandes jugadores pero carece de solera y alma, logró arrinconarle y dañarle en serio desde que se lo propuso hasta que Clichy salió expulsado. Valorando las pocas pruebas acumuladas, los de Luis Enrique no parecen saber cómo actuar en estas situaciones. A veces intentan saltárselas, pero les sale regular. En efecto, de la mano de Guardiola esquivaban estas fases gracias a su excepcional don para esconder la pelota, pero desde entonces han perdido al hombre clave de la misma -el mejor Xavi- y kilos y kilos de calidad táctica. El posicionamiento y el movimiento de las piezas compromete la seguridad de la posesión. Siguen siendo, con el Bayern, quienes mejor la protegen, pero quedan lejos de la infalibilidad que requiere un recurso tan valiente. Por lo demás, si el plan se asienta sobre un repliegue retrasado, se nota que sus piezas, a excepción de Piqué, están poco preparadas para resistir. Asimismo, ninguno de los tres delanteros trabaja en campo propio -Luis Enrique los deja arriba para lanzar contras-, lo cual expone a sus compañeros a una inferioridad numérica en banda algo espinosa. En definitiva, cuando la imaginación se desata y vislumbra a Xavi levantando la Copa, surge la siguiente pregunta: ¿cómo sobrevivió el Barça al acoso de aquel equipazo? A día de hoy, sólo podemos ponderar como respuestas rigurosas «Gracias a ter Stegen» o «Gracias a Piqué». En lo colectivo no se detecta un mecanismo de supervivencia. Aunque huelga apuntar que también existe la vía directa: golear. Y si alguien tiene potencial y estilo para ganar por muchos, ese es el Barça.
En el último mes, el Barcelona parece haber perdido sus mejores mecanismos. ¿Los recuperará?
No obstante, más que la debilidad de su defensa organizada, lo que preocupa en el Barcelona es el bajón que ha pegado desde la derrota contra el Málaga. Tras aquel 0-1, Luis Enrique parece haber perdido fe en el sistema de los extremos, ha otorgado a Messi un rol más centrado -y retrasado-, ha vuelto a dar la banda entera al lateral derecho y ha extraviado determinados mecanismos que le aportaban nivel. El equipo, ahora mismo, juega peor que hace mes y medio. El tiempo desvelará si se debe a que sus últimos rivales no le han motivado lo suficiente o si hay algo más detrás. En lado positivo se debe manifestar que Ivan Rakitic y Luis Suárez han aprovechado esta indefinición para crecer y realizar su mejor fútbol. Individualmente, lucen como nunca. Y en el apartado táctico, lo del uruguayo está sobresaliendo. Liberados Messi y Neymar de los costados, sus caídas a banda compensan el sistema aportando la amplitud. El goleador está enchufado.
Por último cabe resaltar algunos valores competitivos de este Barcelona que pueden marcar la diferencia. Sirva como ejemplo su inesperado poderío en el balón parado. En defensa ha encadenado 19 jornadas sin recibir un gol de córner, cuestión en la que Luis Suárez, que debutó precisamente cuando se encajó aquel tanto, ha tenido una participación preponderante. La defensa del primer palo que desarrolla el charrúa define la seguridad aérea culé. En el otro lado del campo, su estrategia ofensiva cada día resulta más peligrosa. Luis Enrique ha convertido en virtud desequilibrante lo que hasta su llegada suponía una limitación enorme. Dicho esto, el extra más diferencial que manejará el Barça en su camino hacia los títulos será la fresca mezcla entre la experiencia de su vestuario y el nuevo estilo directo, el que se basa en sus delanteros y hace que no se hable de su centro del campo. Cuando llega la hora de la verdad y el árbitro pita el inicio del partido, manejar los nervios es tarea de gigantes. Y el Camp Nou dispone del trío de puntas que más va a condicionar el ánimo del oponente. Aprender a emplearlo como arma mental sería interesantísimo. Decisivo.
Jefatura 18 marzo, 2015
No recuerdo el último partido grande sin Busquets. Buena prueba para Mascherano hoy y el domingo, necesitará más que su habitual carácter para salir airoso.