«Los hombres han olvidado esta verdad, pero tú no debes olvidarla: eres responsable, para siempre, de lo que has domesticado». El fútbol siempre ha sido una constante metáfora de la vida de los hombres, y es tan sumamente grande que en él se encuentran todas las artes, también todas, absolutamente todas las emociones, de uno u otro modo. Esta frase que inicia el texto aparece en una de las novelas más famosas de la historia de la literatura y es, por extensión y semejanza, uno de los malditos recuerdos que Leo Messi lleva consigo, memorizado, desde hace varias temporadas, cuando su equipo, el Fútbol Club Barcelona, juega un partido de gran trascendencia, ante un gran rival, y mira al argentino como su único refugio, el amo que lo domesticó, en el que confluyen todas las necesidades y carencias que suele transmitir el equipo cuando llegan noches así. Y al Camp Nou arribó el Real Madrid, en un ‘Clásico’ que reforzó la figura de Zidane, aún más la de Hazard, y en el que el Barça siguió alejándose del lugar que le corresponde por haberlo habitado durante tanto tiempo: el dominio del juego.
No hay partido en la Liga española más emocional que un Barcelona-Real Madrid y es precisamente con el planteamiento con el que se consigue buena parte del escenario ideado por los dos cuerpos técnicos en su previa. Si el juego de uno u otro equipo tiene dudas y las transmite, lo lógico es que esas queden expuestas cuando el rival las ataca fehacientemente y con precisión, pues hay mucha calidad sobre el terreno para desnivelar la balanza. El ‘Clásico’ echó andar cuando alrededor del minuto ocho del encuentro, el Real Madrid enlazó una posesión larga y acto seguido dobló su apuesta con una presión alta, colocando a todas sus piezas en campo contrario, originando una continuidad ofensiva entre la presión, la recuperación y la elaboración que le otorgó el dominio de toda la primera mitad, en absoluta exclusiva, para mayor impacto de una correlación de fuerzas y posicionamiento teórico que nuevamente quedaron relegados, principalmente durante los primeros 45 minutos.
El Madrid dominó ampliamente la primera mitad desde la presión y la posesión
La noche comenzó habiéndose conocido que el extremo derecho del Real Madrid sería Bale y que Isco daría cabida nuevamente al rombo móvil y flexible como formación táctica, mientras Valverde sorprendía dejando a Busquets en el banquillo y habilitando un centro del campo más reactivo, con Rakitic en el pivote, Semedo en el lateral y Sergi Roberto en el interior derecho. Y a esa ‘llamada’ acudió Zidane para prolongar su sistema de esta temporada, en el que en ausencia de Hazard encuentra en Kroos y Valverde elementos determinantes en la presión y a Isco como extra de control ante la exigua capacidad defensiva del Barça en campo propio, una fase del juego para la que se prepara pero sin la firmeza necesaria para poder doblegar esfuerzos en las tres líneas defensivas del 4-4-2 ni en la precisión y calidad individual necesarias para salir de presión y revertir el dominio en su favor. Así, minuto a minuto el Madrid movía la pelota, conseguía un saque de esquina y recuperaba la pelota con enorme facilidad. La sensación es que el Barça estaba sufriendo y que tarde o temprano, por estructura o por piezas, iba a perder la pelota. Más pronto que tarde.
Eso en el fondo. En la forma, el Madrid se hizo con el mando principalmente con el triángulo Benzema-Isco-Mendy. En ese juego de contrapesos y cambios de asignación constante, la movilidad del malagueño, el talento del francés para servir de balancín con el que equilibrar el campo o sobrecargarlo a conciencia para crear espacio en banda contraria, y las incorporaciones del lateral francés para terminar de colorear las ideas, permitieron a los blancos meter a sus interiores muy arriba. Kroos, el izquierdo para recoger lo amasado y devolverlo hacia la derecha, donde el segundo, Fede Valverde, se plantó libre de atención para armar la pierna varias veces y desnudar la basculación culé. Lo que no lograron los de Zidane fue mezclar la forma con la que crear ocasiones pues echó en falta alguna diagonal más individual, la de Eden Hazard, para terminar de intimidar y no dibujar demasiados centros laterales donde el Barça es uno de los mejores equipos del mundo defendiéndolos, mediante Piqué.
La salida de balón del Barça volvió a mostrarse como su gran talón de aquiles
Ante presión, el Barça, por otro lado, quedo huérfano de liderazgo ante la ya de por sí dificultad que encuentra para sacar la pelota. Si en Milan Valverde fotocopió al Inter para salir con tres y desahogar mentalmente a sus zagueros, ante el Madrid la falta de movimientos y previsión del sistema fue tan clara que Ter Stegen, iniciando la salida, se saltaba continuamente al centro del campo por no ver clara ni la primera línea de pase que se le ofrecería ni la posterior progresión del juego en caso de que ésta apareciera. Ese el Barça va a perder la pelota fue una constante que se revirtió en la segunda mitad. Esos 15 minutos de parón anularon cierto efecto, dando descanso mental a los de Valverde, lo que comenzó a notarse paulatinamente en la segunda mitad. Se observó que el Madrid bajó líneas y que el Barça ganó tranquilidad cuando, ante bloque medio, la inclusión de Rakitic entre centrales dio al Barcelona más tiempo para pensar y metros para maniobrar.
Poco a poco, el partido se fue rompiendo. El ‘Txingurri’ dio entrada a Vidal mientras el equipo leía e interpretaba que el Madrid se estaba comenzado a abrir y a dudar. La presión blanca no llegaba y sus tramos de dominio fueron mucho más intermitentes. Ahí el Barça pasó más tiempo en campo contrario pero no le fue suficiente para dominar, y eso que tuvo, como suele ocurrir cuando escapa y sobrevive de dominios ajenos, la más clara del encuentro en las botas de un Messi que por un segundo pasó de lo divino a lo humano. Los dos entrenadores dieron por asumido el ritmo al que se estaba jugando y ninguno quiso atajarlo con otro punto de control. Rodrygo y Fati compartieron motivo y misión pero no apareció ninguna diferencia. Seis tiros a puerta entre los dos equipos explican el presente del ‘Clásico’ español. Cada uno con sus males de juego, remate o eficacia.
Xisco_Rincon 19 diciembre, 2019
Mi impresión tras revisar el partido es que el partido estuvo más cerca del Barcelona que del Madrid, simplemente lo que ocurre es que año tras año a Messi y a Piqué les cuesta un poco más. Este es el típico partido que el año pasado el Barça ganaba 2-0 porque Messi enchufa la suya y Alba-Suarez otra. De hecho las ocasiones más claras son del Barça. El problema del Barça, que Messi y Piqué son un año más mayores, y este Barça es un poquito peor que el Barça 2018-2019. Sinceramente, Piqué lleva dos o tres partidos salvando al Barça, antes fue Messi, pero cada año acaban muy quemados… y este año volverá a pasar siendo un año mayores. Tiene un problema el Barça grave, y es que yo creo que este chicle Piqué -Messi (Busquets ya no cuenta) se está estirando demasiado, y personalmente creo que tiene mucha suerte con las lesiones, mucha. Que con lo que juegan estos dos jugadores apenas tengan lesiones me parece casi un milagro.
El Madrid? domina más, es cierto, pero no tiene gol. Tanto ayer como el domingo le falta el jugador diferencial. Teniendo a Hazard por la izquierda… es obvio, falta la derecha. Bale ya no es Bale, y Rodrigo no llega, es joven, pero ahora mismo no vale. El Madrid necesita a Hazard, y a otro en la derecha que TENGA GOL que Hazard no lo tiene. El Madrid si quiere dar el paso que le falta (ha mejorado la defensa y el centro del campo), necesita a Hazard y a ese alguien en derecha… De momento no existe, y yo creo que Zidane ahora mismo está prácticamente en el techo de estos jugadores, espero que Hazard lo eleve, pero seguirá faltando un punto. No se si Bale o Rodrigo subiran ese punto, pero ahora mismo no es así.