Perú volverá a soñar

La Perú de Ricardo Gareca se ha convertido, por derecho propio, en uno de esas selecciones duras y necesarias, que sirven para medir cómo de bueno es un candidato al título. No puede decirse que ante la Uruguay de Tabárez, a la que dejó por el camino en la tanda de penaltis, los peruanos salieran del mapa y arrodillaran a la ‘celeste’ pero su capacidad de adaptación mental ante la falta de algunos recursos colectivos le ha concedido la oportunidad de soñar, como ya ocurriera hace ahora cuatro años, en Santiago de Chile. Cuatro años después será también el conjunto chileno quien se pondrá en el camino en la antesala de la final pero toca analizar qué pasó para que Perú pueda soñar con la final de Maracaná.

La primera mitad fue acorde a lo esperado: poco acierto en el pase, mucha disputa y pocas ocasiones

Como ocurre siempre que Uruguay mira de frente, toca reconocer qué palos hay que tocar y cuáles no. Gareca, viejo, zorro y listo, mantuvo constantemente la compostura durante toda la primera mitad, conformando una cita de mucho envío largo, disputas, choques, poco acierto y altas dosis de intensidad y concentración. Si bien todo fue bastante igualado en lo formal, con los dos equipos arriesgando muy poco entre la propuesta, el césped y el ritmo, sí que le tocó a Perú ser un poco más elaborado con balón, aunque después esto no significara un cambio de dominador. El triángulo Flores, Yotún, Trauco encontró algunas combinaciones más avanzadas, lateralizadas, desde las que juntarse para presionar en campo contrario pero después Uruguay ajustaba en número y rigor cuando la pelota quería meterse en zona de remate. Un gran José María Giménez acudió al duelo con el durísimo Guerrero para alejar a Perú de la ilusión.

Uruguay contragolpeó con peligro al final del primer acto

Uruguay no buscaba nada excesivamente diferente a lo acostumbrado. El ‘Maestro’ ubicó a Nandez junto a Valverde y Bentancur para sumar mucha actividad defensiva dentro y poder soltarse después en una transición que sí se activó mediado el primer acto. Es sabido que los laterales no le ofrecen a Uruguay salida ni superioridad cuando tiene la pelota, por sistema y por técnica, así que las buenas decisiones de Luis Suárez y la llegada de sus centrocampistas pillaron en inferioridad a una Perú que ya no estaba tan junta y que se había desplegado para intentar ver cómo respondía la medular charrúa cuando Tapia y Cueva conectaban pases más veloces. Fue en la segunda mitad cuando Tabárez quiso desafiar mentalmente a su rival.

Los cambios de Tabárez forzaron la resistencia de Perú, sin premio

El eterno seleccionador uruguayo mandó al campo a Torreira, modificando muchas cosas. Primero, la intención, subiendo 20 metros la altura de sus centrales, entregando el eje horizontal a Lucas para que se moviera junto al balón en apoyo de las bandas y soltó a Bentancur y De Arrascaeta para multiplicar las amenazas sobre el bloque peruano. Abriendo el campo con los laterales y con una referencia más en el área, se redujo el ida y vuelta y Uruguay se plantó más arriba. La resistencia de Perú rozó el descalabro con varias acciones que el VAR negó. Para todo lo demás quedó Zambrano, más que notable como referencia defensiva y una tanda de penaltis que sonrió a Gareca después de no poder tirar a puerta.