En el verano de 1984, la Juventus acababa de proclamarse campeona de Italia. Platini, que poco después levantó la Eurocopa con Francia, alimentaba en el ataque de la Vecchia Sginora a Boniek y Paolo Rossi. Italia, vigente campeona del mundo, repartía piezas de su selección por una Serie A en la que Toninho Cerezo o Falcao lideraban a la Roma, o donde, y quizás este es el mejor ejemplo, Zico mandaba en el plan de un Udinese que acabó en la novena posición de la tabla clasificatoria. El fútbol italiano creció todavía más en los años posteriores, pero en cualquier caso su realidad ya era la de absoluto dominio a nivel mundial.
La llegada de Diego Armando Maradona se produjo en ese contexto, matiz trascendental para situar el arranque de este texto. El Calcio, que en las dos siguientes décadas incorporó (e inventó) cracks de primerísima fila, acababa de presenciar el aterrizaje del personaje, probablemente y si sumamos todos los matices que engloban su figura, más influyente de la historia del balompié, y eso que en aquel momento todavía no se conocía nada de lo que iba a suceder en México 1986. El matrimonio de Maradona con las particularidades de Nápoles fue idílico, y a pesar de la mala imagen que el pelusa había dejado en la final de la Copa del Rey ante el Athletic Club en mayo del 84, fue recibido como una divinidad en el sur de Italia.
Aquel fue un capítulo trascendental en la historia del fútbol italiano, que en el verano de 2018 ha vivido un dejavú. La llegada de Cristiano Ronaldo supone, a nivel mediático, un impacto incluso superior al de la llegada del argentino a Italia. Por un lado, porque el ex del Real Madrid acumula una sala de trofeos contra la que Diego no podía competir en julio de 1984 -ni después, más allá de aquel legendario verano de 1986-, y por otro, porque a diferencia de lo que sucedía a mediados de los ochenta, el fútbol italiano hoy en día es la antítesis de aquella realidad. Ahora mismo es un desierto de cracks a nivel individual, y un conjunto de clubes alejados de la categoría que la masa social de cada uno de ellos exige. Sólo la Juventus de Turín podía soñar con la llegada de un futbolista de la jerarquía del luso, de modo que su incorporación no sólo ha coloreado la realidad de la escuadra turinesa: también ha permitido subir un peldaño la imagen de la marchita Serie A.
La llegada de Cristiano Ronaldo es lógicamente un plus futbolístico tremendo para la Juventus, pero su aterrizaje en el fútbol italiano tiene un impacto mucho más global
La Juventus representa un ‘rara avis’ en el presente del fútbol italiano, situación construida a partir del moggigate y de un difícil proceso entre los años 2009 y 2011 tras su regreso a la Serie A. La llegada a la presidencia de Andrea Agnelli, la inauguración del Juventus Stadium y la apuesta por Antonio Conte como entrenador derivaron en una etapa en la que el cuadro bianconero se despegó de forma indiscutible del resto de sus rivales locales. Un camino que se completó con la llegada de Massimiliano Allegri, quien mantuvo el dominio dentro del fútbol italiano y además inyectó al club un salto de calidad en el panorama europeo, llevándole a dos finales de la Liga de Campeones. La Copa de Europa es el gran objetivo de la Juventus, argumento en el que puede resumirse la apuesta por Cristiano Ronaldo, que ha supuesto un tremendo esfuerzo en lo económico pero absolutamente coherente con respecto al objetivo deseado. El jugador portugués es el gran jerarca de la competición reina, y la Vecchia Signora ha puesto todas las fichas sobre el tapete para que él juegue en sus filas.
Merece por tanto la pena, antes de analizar el acople del crack luso al fútbol de la Juventus, entender la figura de Cristiano Ronaldo y su impacto psicológico en todos y cada uno los que construyen a la Vecchia Signora; desde compañeros, cuerpo técnico, hasta por supuesto aficionados. El ‘7’ bianconero es casi una divinidad. Era el líder del equipo que tres veces consecutivas y trece a lo largo de toda su historia había levantado el trofeo que todo aficionado juventino tiene clavado en el corazón, más después del doloroso descenso a la Serie B. La chilena que el crack portugués logró en Turín en el mes de abril fue la obra que terminó de adornar la sala de su venerado museo, y dibujar la imagen de Cristiano haciendo lo propio vestido de blanco y negro fue un orgasmo en una noche de verano. El portugués es un pinchazo de optimismo.
Situando en contexto su figura, lo que obviamente dictará sentencia sobre el éxito de la operación será el terreno de juego, y aquí su llegada a Turín está repleta de matices. El primero, más claro y evidente, tiene que ver con la imagen que Massimilliano Allegri tenía del futbolista, a tenor de lo visto en un primer momento, y la que el entrenador italiano ha acabado absorbiendo si tenemos en cuenta lo que hemos visto a posteriori. Su primer partido, un Chievo – Juventus el 18 de agosto, dejó entrever que su nuevo técnico consideraba a Cristiano Ronaldo un finalizador. Su primer once fue meridianamente claro en este sentido: un 4-2-3-1 con Cuadrado y Douglas Costa como extremos a pie natural y Dybala haciendo de segunda punta por detrás del luso, que aunque no aceptó esa función de 9 rematador –se movió generalmente por la zona izquierda del campo obligando a Costa a pisar el carril central-, no terminó de encontrar un espacio en el que maniobrar.
La primera idea de Massimilliano Allegri fue que Cristiano Ronaldo rematase muchos centros laterales; la Juventus subió su promedio de envíos al área, pero el italiano optó por no dejar al luso fijo en el área
Cristiano en su debut transmitió grandeza pero no comodidad, de modo que Massimilliano Allegri se puso manos a la obra para allanarle el camino. A pesar de que había algunos conceptos claros y que el equipo turinés adaptó su modelo de juego desde un principio para potenciar la capacidad de remate de Cristiano Ronaldo –uno de los datos que más llama la atención es la comparación de centros al área de la temporada 2017/2018 en la Serie A, que situó al equipo bianconero en decimocuarto puesto de la tabla con 14,76 centros por partido, y la del presente curso, que le deja en segundo lugar con 20,93 por duelo-, su entrenador ha ido matizando esa primera intención de bombardear el área a centros, y ha ido introduciendo una serie de modificaciones que han significado un relevante cambio de plan A con respecto a lo que habíamos visto en los últimos años, más allá de que Allegri es un entrenador bastante intervencionista y que suele variar el posicionamiento de sus futbolistas con bastante asiduidad.
La Juventus de Turín de las últimas temporadas encontró la forma de potenciar a Paulo Dybala bajo un 4-2-3-1 cada vez más asentado. La pareja de pivotes tenía comportamientos diferentes, con Pjanic como gestor principal del primer pase y un acompañante encargado de cargar el área y compensar la tendencia del argentino a acercarse a la pelota –Matuidi o Khedira-. Para completar, un extremo derecho pinchado en la cal y encargado de regatear –Douglas Costa o Bernardeschi-, un extremo izquierdo que solía ser Mandzukic, encargado de cargar el área y con la obligación de hacer el retorno defensivo hasta la altura del medio campo, y un nueve como Higuaín que se encargaba de gestionar toda la movilidad en vertical y que además, sujetaba y bregaba con los centrales. Una estructura para dar aire a Dybala, tanto para que pudiera recibir con pelota como para que se desentendiera del retorno cuando el equipo la perdía.
Sin embargo, el impacto en el juego de Cristiano Ronaldo es radicalmente opuesto al de Gonzalo Higuaín, así que ese 4-2-3-1 en el que había dos jugadores pinchados en ambas bandas duró apenas un encuentro. Obviamente Allegri iba a buscar que el luso finalizase sus jugadas –de hecho, Cristiano Ronaldo dispara en la Serie A 5,94 veces por encuentro por las 2,99 de Gonzalo Higuaín en la temporada pasada-, pero no bajo su idea primaria. El ex del Real Madrid es un atacante al que no puedes atar en posición de nueve, ya que su tendencia natural va a ser, en plenitud física –tal y como está mostrando en su primer curso en Italia-, pisar los tres carriles de los ataques de su equipo. Una libertad que el técnico juventino no ha tardado en brindarle, lo que ha repercutido en que se pueda decir con contundencia que el plan de juego ya busca potenciar durante los noventa minutos a Cristiano Ronaldo , y no sólo con el objetivo de que acabe jugadas.
Allegri ha variado su plan A, asumiendo que en su once tipo deben estar siempre Cristiano Ronaldo, Mandzukic y Dybala, pero que el luso no puede ejercer de delantero centro
La medida más estable –salvo contadas excepciones- ha sido ver un medio campo con tres futbolistas que permanecen mucho tiempo por detrás de la línea de la pelota. Ya era un comportamiento habitual en Miralem Pjanic, el mediocentro del equipo, que está siendo acompañado por dos interiores que, con sus diferencias, tienen un denominador común: capacidad para recorrer largas distancias tanto para romper dirección portería cuando el equipo asienta la posesión arriba, como para –y esto es lo más importante para comprender la adaptación de Cristiano Ronaldo- hacer esfuerzos largos para regresar y cerrar no sólo el carril central, sino también las bandas. Matuidi, Khedira, Emre Can y Bentancur cumplen con esas características, de modo que Cristiano Ronaldo puede desentenderse de la defensa del sector izquierdo e ir a tocar la pelota tanto al carril central como al perfil derecho.
Este es un pilar importante para entender la evolución del sistema de juego de la Juventus de Turín. Si hasta la temporada pasada sólo uno de los puntas tenía continuidad real en las circulaciones del equipo –Paulo Dybala-, ahora se ha sumado Cristiano Ronaldo, que no es sólo un futbolista que vaya a medio campo y descargue, sino que ejerce una influencia tremenda en el ritmo de los ataques de la Juventus. Por jerarquía y movilidad, el ‘7’ de la Juve ha obligado a imprimir una marcha más a las construcciones ofensivas de la Vecchia Signora, lo que ha repercutido mucho en la forma de generar ventajas en campo rival. Hay que decir que esa velocidad superior no ha repercutido en más caos –de hecho, con Cristiano Ronaldo la Juventus pierde casi diez balones menos por encuentro; 87,48 de este curso por 95,45 de este-, pero sí en más disparos -17,17 por 13,95-, un doble matiz importantísimo que se abordará posteriormente, a la hora de hablar de la búsqueda de la ansiada Copa de Europa.
La presencia de Cristiano Ronaldo y el hecho de que sus movimientos abarquen todo el ancho del campo rival provoca que en muchas ocasiones se fuerce el envío sobre su figura, razón importante para valorar ese aumento en la verticalidad de los ataques –donde también ha tenido peso el regreso de un Bonucci que lee de maravilla lanzar a un jugador alejado después de recuperar el cuero-, y donde también es importante detenerse de cara a valorar la relación que está surgiendo entre el portugués y Paulo Dybala, que ha perdido la condición de gran crack del equipo y que también ha reducido la facilidad que tenía para encontrar remates limpios a portería, como dejan claro los 3 goles que lleva hasta el momento en la Serie A en comparación a los 22 que consiguió alcanzar el pasado curso.
El nuevo papel que está jugando Paulo Dyabala en la Juventus de Turín es clave para elevar la competitividad del equipo en la Copa de Europa, aunque el argentino juegue más lejos de la portería rival
Paulo Dybala está dejando grandes partidos –el de Old Trafford es un muy buen ejemplo-, pero también la sensación de que tiene que adaptar su movilidad a la exigencia del luso. El argentino, cómodo acercándose a la pelota en un ritmo de construcciones más bajos, ha visto cómo ahora debe ejercer de apoyo por detrás del cuero cuando el equipo ya ha profundizado, y con la pelota asentada en campo rival está bajando 15 o 20 metros su altura ante la insistencia de Cristiano Ronaldo de participar también en pasillos interiores. No cabe duda de que son dos jugadores absolutamente compatibles, pero Dybala debe aún encontrar armonía en el día a día con un jugador que está arrasando con todo lo establecido anteriormente.
Llegados a este punto y matizando que no estamos viendo al Paulo Dybala más agresivo en el último tercio, hay que decir que la conexión entre ambos es lo que puede darle a la Juventus un salto de calidad fundamental en la búsqueda de la ansiada Liga de Campeones. Porque al margen del toque ganador que Cristiano Ronaldo puede ofrecer en el área rival, el cuadro bianconero ha ganado un escalón de control, denominador común en el Real Madrid que ha vencido durante tres años consecutivos la orejona. El equipo blanco fue capaz de dominar situaciones de máxima tensión con Ramos, Marcelo, Kroos, Modric, Benzema y el propio Cristiano Ronaldo, porque la Copa de Europa exige reducir al mínimo las pérdidas en los momentos más complicados, y la llegada de Cristiano Ronaldo puede derivar en que la Juventus logre hacerlo con más naturalidad. Bonucci en el primer escalón, Pjanic en el segundo, el ‘nuevo’ Paulo Dybala en el tercero y el propio Cristiano Ronaldo en el cuarto. El luso despeja la incógnita y da un panorama diferente para afrontar los momentos más calientes de la Liga de Campeones.
Además de esto y de sus goles, el portugués aporta en otro contexto vital en la competición reina: representa una mayor amenaza en situaciones de posesión dividida, escenarios que prácticamente todo campeón de la Champions League debe superar en algún momento del camino. Sería injusto pasar por alto la gran mejoría de Gonzalo Higuaín como apoyo alto para lanzar contragolpes –en los últimos años dejó muy buenos encuentros, como por ejemplo el de White Hart Lane de la pasada Liga de Campeones-, pero la finura de Cristiano Ronaldo para orientar las carreras de sus compañeros roza la excelencia. Cuando la Juventus necesite correr, el 7 ya no ofrecerá las piernas que asombraron al mundo en el Real Madrid de Jose Mourinho, pero sí cerebro para dirigir las operaciones, un recurso clave en las noches más exigentes de la competición reina.
Mario Mandzukic resulta un socio fundamental para Cristiano Ronaldo, aunque el croata no aguante el ritmo asociativo que demanda del ex del Real Madrid
En el camino de Cristiano Ronaldo en Turín por encontrar un escenario idílico, el exmadridista está encontrando varios socios, y uno trascendental está siendo Mario Mandzukic, a pesar de que al croata quizás le falte calidad top –habrá que medirlo en los días de máxima dificultad- para seguir el ritmo que Cristiano demanda en el área y sus alrededores. Pero, y tomando como referencia el gran socio que ha tenido en su carrera, Karim Benzema, que obviamente sí contaba con esa finura para devolver siempre la pelota al lugar, espacio y dirección demandado con precisión milimétrica, Mandzukic representa una figura con algunos paralelismos que, además, suma en situaciones diferentes y de las que Cristiano también está disfrutando.
Mandzukic ofrece un trabajo sobre los centrales en situaciones de ataque posicional que permite a Cristiano Ronaldo limpiar mucho sus remates, tanto llegando de segunda línea como cuando queda fijo y se dispone a buscar el centro lateral, y por otro lado el croata ofrece un escenario posible de jugar con tres delanteros de formación sin que la Juventus deje descolgados de forma constante a tres hombres. Su capacidad de trabajo y su tremendo retorno permite a Allegri contar con un as en la manga; el croata es, por un lado, un delantero extra a la hora de cargar el área, y por otro, un centrocampista más si la exigencia demanda que la Juve defienda en un 4-4-2. Su falta de tacto en según que situaciones se ve claramente compensada a nivel de sistema.
Así pues, la apuesta de la Juventus no sólo es a nivel económico, sino mucho más profunda, y Massimilliano Allegri, acabe llevando o no esa ansiada Liga de Campeones a las vitrinas bianconeri, ha mostrado valentía e ingenio para afrontar la nueva situación. Obviamente, adaptarse a Cristiano Ronaldo es algo que debes hacer, porque cae por su propio peso dada la magnitud del jugador, pero la modificación del esqueleto táctico en el que el entrenador había trabajado en los últimos años conlleva un proceso ineludible, y haber conseguido que la Juventus transmita ser un equipo muy bien hecho habiendo existido tan poco margen desde la llegada del luso habla no sólo muy bien de la tremenda categoría del futbolista, sino también de la buena mano de su entrenador. La victoria en el fútbol es una meta muy difícil de conseguir, pero el matrimonio de Cristiano Ronaldo con la Juventus permite que los pasos que se están dando sean mucho más firmes.
Jay Monty 19 febrero, 2019
En primer lugar, enhorabuena por el articulazo. Da gusto teneros día tras día para poder aprender un poquito de fútbol.
Entendiendo los puntos fuertes de esta Juve, con un poderío aéreo brutal, tanto a balón parado como en juego y el dominio de la semiluna del área por Dybala. Me gustaría preguntaros por los puntos débiles que le veis a esta Juventus. ¿Quizás circulación lenta de balon? Se ha enfrentado esta Juve a alguna defensa muy presionante?
Gracias por todo lo que aportais!!