La Roma de Eusebio Di Francesco ha sufrido una involución con respecto a la temporada pasada. El cuadro capitalino, técnicamente superior al Oporto de Sérgio Conceiçao, sufrió mucho más de lo previsto para controlar un partido que llegó a ir ganando por dos a cero a falta de un cuarto de hora. Con su 4-3-3 más habitual, con De Rossi a caballo entre los dos centrales y la pareja de interiores, con Zaniolo y El Shaarawy muy abiertos y Dzeko como hombre más adelantado, jugando por todos y en muchos sitios al mismo tiempo, la Roma dejó bastantes cosas a deber en su gestión -táctica y emocional- tanto del esférico como del escenario. Ante un Oporto bien ordenado en un 4-4-2, Di Francesco optó por una rigidez posicional excesivamente reduccionista con la potestad del esférico.
Edin Dzeko fue la gran diferencia entre los dos equipos
En lo táctico, no es una cuestión de que la Roma no haya seguido creciendo, sino de que el equipo ha dejado de hacer cosas que la temporada pasada tenía muy automatizadas. Ante una presión mucho más escalonada que asfixiante, con Fernando Andrade y Tiquinho Soares arriba, más pendientes del pase de Manolas y Fazio que de intimidarlos a los dos directamente, la Roma no supo hacer valer su superioridad numérica -con De Rossi, que se situaba muy cerca de la línea defensiva- en la salida de balón en ningún momento. Sin un segundo apoyo cercano, ni vertical -por parte de uno de los dos interiores- ni horizontal -sobre todo de Kolarov, que la temporada pasada era quien muchas veces salía con el balón controlado desde atrás-, el cuadro de Eusebio Di Francesco fue incapaz de asentar un dominio a través de la posesión. De hecho, como su rival apretaba primero con los dos puntas y después con los volantes, quienes trataban de bloquear la recepción interior de Cristante-Pellegrini, la Roma se vio obligada a recurrir a la salida exterior, que empezaba en el lateral aunque nunca se sabía a ciencia cierta dónde o con quién terminaba, o al envío sobre Dzeko.
Y esta última, lógicamente, fue la solución más recurrente, porque también era la más segura. O, al menos, la que menos cosas comprometía dentro de la estructura. El delantero bosnio volvió a demostrar por qué la temporada pasada fue el ‘9’ más dominante de la Champions. Recibiendo casi siempre de espaldas y muy pocos metros por delante de la divisoria, Dzeko volvió a tirar de inventiva para imponerse a Danilo Pereira, que era quien más cerca estaba siempre de sus primeros toques, y superar las exigentes vigilancias defensivas de Militao, Pepe y Felipe. Ahora bien, por aquello de mantener muy compacta la estructura todo el tiempo, la rigidez táctica que vistió a la Roma le hizo un flaco favor a su delantero centro. Con Zaniolo -desde la derecha- y El Shaarawy -izquierda- completamente pinchados en los dos extremos, sin apenas capacidad para aparecer por dentro a pesar de estar jugando ambos a pie cambiado, el propio dibujo dejó una vez más muy solo a Dzeko después de controlar. Por eso mismo tiene tanto mérito lo que hace.
Zaniolo no estuvo muy participativo, pero fue muy determinante
Esa tesitura fue la que aprovechó el Oporto para tener el balón durante largas fases del partido. Con Danilo situado entre centrales en el momento de iniciación, la inexistente presión de la Roma -que corría a ordenarse en bloque bajo tras pérdida- permitió a los de Conceiçao avanzar por medio de Héctor Herrera, que situaba como interior izquierdo, y de Otavio, que con balón era interior derecho y sin él hacía de volante en situación defensiva. Así las cosas, la otra clave táctica del Oporto residió en el movimiento de Brahimi, teórico volante izquierdo, que se metía por dentro para limpiarle la banda a Telles, que quedaba emparejado (1×1) con Florenzi en el campo de la Roma. Una disposición que cambió por completo tras la lesión de Brahimi y el 2-0, con lo que el Oporto pasó a un 4-2-3-1 con Hernani y Adrián López por fuera, y con André Pereira por detrás de Soares. Así es como el equipo portugués acabó el partido después de asegurarse de que la eliminatoria estuviera muy abierta para la vuelta, y de haber sido testigo de uno de esos fenómenos que ocurren cada muchos años. Responde al nombre de Nicolò Zaniolo.
David de la Peña 13 febrero, 2019
Espectacular lo de Edin Dzeko. A su enorme presencia en el área se suma ese dominio del juego de espaldas que cada vez crece más y que tanto le da a la Roma. Y me sorprendió Zaniolo en banda. Creo que es un jugador que, por complexión y motor, no encaja mucho con lo que Di Francesco suele pedir de sus extremos, pero su buena lectura y sorbe todo, su calidad técnica, le hicieron jugar muy bien incluso en una noche de Champions.