El fútbol de Borja Iglesias representa una de las grandes sensaciones del curso 2018/2019. El de Compostela, traspasado por el Celta de Vigo tras su cesión en el Real Zaragoza, personifica, junto a Iago Aspas, la principal amenaza nacional en Primera División. Situado como único punta en el esquema de Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’, Iglesias simboliza la razón de ser del equipo catalán. Sus movimientos, siempre enfocados a la dirección y a la altura del esférico, atesoran una malicia que, ya sean más cerca o más lejos del área rival, se han convertido en uno de los mejores avales para que este RCD Espanyol esté constantemente adaptando la forma sin renunciar a su fondo. Una flexibilidad táctica, clave en el hecho de que el conjunto sea una de las grandes revelaciones del torneo, en la que Iglesias, como principal punta de lanza, encarna una función fundamental dentro de la propuesta: su juego le está permitiendo al Espanyol abrazar diferentes alturas.
El desmarque de Iglesias es productivo: potencia+velocidad
Este Espanyol ya ha esbozado planteamientos muy distintos durante estos tres primeros meses de competición; aunque todos ellos están relacionados con las dos premisas básicas de todo libreto contemporáneo: la posesión y los espacios. Jugar como local, delante de los suyos, no está siendo condición sine qua non para que el Espanyol, el 11º equipo con más balón de toda Primera, asuma la iniciativa a través de la misma. Ante Athletic (41-59%) o Eibar (46-54%), sin ir más lejos, en dos de sus tres últimos partidos jugados en Cornellà, el equipo local menos goleado de la competición no necesitó tener el balón más tiempo que sus rivales para llevarse la victoria. Una plasticidad posicional, en función del rival y el escenario, desde la cual la pizarra blanquiazul ha encontrado en Iglesias su principal referencia ofensiva para transitar con velocidad, descargar el juego, y, sobre todo, quizás lo más importante: encontrar los resultados que están afianzando la propuesta como una de las más atractivas de la competición vigente.
El RCD Espanyol y Borja Iglesias se están entendiendo muy bien
Escudado en su portentosa envergadura, la cual roza el metro-noventa, Iglesias mezcla calidad y explosividad en sus primeros toques. Su giro, como exhibió la temporada pasada en Segunda, es tan rápido como productivo lejos del área rival. En el uno para uno, dada su fortaleza física, resulta súper complicado quitarle la pelota. Y no menos meterle la puntera para cortarle el paso. Un cúmulo de destrezas lejos de la portería contraria con las que el RCD Espanyol, cada vez más habituado a dividir la posesión en todos sus encuentros, está adoptando planteamientos de lo más diferentes según el contexto. Recibiendo el juego muchas veces de espaldas (a la portería rival), Iglesias está gestionando muy bien los primeros apoyos, así como las devoluciones, desde las cuales el equipo, situado en un escalón intermedio, está ganando tiempo y espacio para salir al ataque. Una contribución a la que Rubi le ha conseguido encontrar sentido; más allá del valor de Iglesias en su condición más reconocible como delantero referencia: el remate en área pequeña.
Pero no solo de sus apoyos o de su voracidad rematadora vive el fútbol de Iglesias. El ‘Panda’, como se le conoce popularmente, tiene un instinto ultra desarrollado a la hora de detectar las zonas libres. Amparado por su fuerte arranque en la carrera, sus desmarques se han convertido en uno de los eslabones más importantes dentro del plan construido por Rubi. Hacia fuera, para llegar con ventaja a los pasillos de Sergio García y/o Leo Baptistao, o por dentro, para coger a su rival desde el carril central, Iglesias maneja un campo de acción bastante amplio en su afán por acercar al equipo al rectángulo rival. El proceso inverso, justamente, que pretendía el conjunto en los primeros compases de la temporada: en una tesitura que, como ya analizamos en su día, tan solo contaba con el centro lateral como la vía principal para llegar al ‘7’. Un paisaje que ha cambiado por completo en cuanto este, más a gusto dentro del ecosistema, ha hallado su papel. Atacando por delante, ya sea al espacio que dirige hacia la portería o al que conecta con los dos interiores y los dos volantes, la autosuficiencia de Iglesias ha ampliado un horizonte en el que el equipo, ya aclimatado a construir su identidad desde el balón y los espacios, está atesorando todo tipo de recursos para controlar y agredir sin necesidad de tener el balón ni vivir muy arriba.
AdrianBlanco_ 21 noviembre, 2018
Al hilo del texto, me planteaba ayer @Agrora7 por Twitter que a él le gustaría ver a Borja Iglesias en un 4-2-3-1, por aquello de "aprovechar espacios que abre al caer y recepcionar". ¿Cómo lo veis? ¿Os convence?