Con los proyectos de Chelsea y Arsenal muy lejos aún –como es lógico- de ser lo que sus dos entrenadores quieren, Sarri y Emery se citaron ayer en Stamford Bridge para llevar a cabo una especie de prueba de lo más singular: ver cuál de los dos conjuntos está menos engrasado a nivel defensivo; especialmente por fuera, que es desde donde se gestaron la amplia mayoría de ocasiones, y tres de los cinco tantos del 3-2 definitivo. Llamativo, cuanto menos, fue el caso del Arsenal, que tras ir perdiendo por dos a cero, y tras encajar uno de esos tantos tras un centro desde el costado que Pedro remató –en su segunda diana en estas dos primeras jornadas- en área pequeña, se entregó al ataque lateral de los Bellerín, Monreal, Mkhitaryan e Iwobi para darle la vuelta a un primera parte que, por momentos, reunía todas las papeletas para finalizar en una goleada.
El Chelsea atacó constantemente la espalda de la defensa
El Chelsea, a partir del arquetípico 4-3-3 que organiza su técnico, propuso de inicio alguno de los conceptos más representativos del librillo del napolitano: le imprimió velocidad a su circulación, corrió para recuperar tras cada pérdida y aprovechando las facilidades que le concedió el Arsenal, sobre todo a partir de su altura defensiva, buscó acribillar la espalda de Mustafi y Sokratis con envíos largos, muy profundos, a los desmarques de sus principales piezas ofensivas. Un vendaval de ocasiones, posesión y control, en definitiva, que el Chelsea logró alargar durante los primeros veinte minutos de partido. Hasta el 2-0, por ponerle un contexto a dicho tramo del encuentro, a partir del cual Sarri decidió ordenar su bloque más abajo, en un 5-4-1 con Morata en punta y Willian-Pedro a los lados, en el que lo único que se mantuvo intacto con respecto al plan de base fue su intención de plantarse delante de Cech a través de desmarques rápidos, muy agresivos, a la espalda de los laterales y los centrales de la defensa de un Arsenal muy débil en dicha faceta.
El Arsenal consiguió empatar gracias a su ataque por fuera
La realización inglesa captó una de las imágenes del partido en el banquillo del Arsenal. Tras el segundo del Chelsea, obra de Morata, en un balón largo al espacio, la toma televisiva se detuvo en las explicaciones de Emery a uno de sus ayudantes, en las que se desgañitaba señalando dos zonas muy concretas del rectángulo de Stamford Bridge: la línea de fondo, por izquierda y por derecha, del área defendida por Kepa. Y dicho plan, por el que Emery se desesperaba como si fuera la enésima vez que lo explicaba, fue el que llevó al Arsenal del 2-0 al 2-2 en cuestión de cinco minutos. Con Bellerín (por derecha) y Monreal (izquierda) conduciendo hasta línea de fondo, el método consistía en que Mkhitaryan e Iwobi, los dos volantes dentro del 4-2-3-1, trazasen una batería de diagonales dentro-fuera por delante del balón, con tal de agitar y arrastrar las marcas del Chelsea a muy pocos metros de su portería. Una superioridad 2×1 muy notable, del lateral+volante del Arsenal ante Alonso-Azpilicueta, que la otra pareja que no llegase hasta línea de fondo se encargaba de rematar, previo pase atrás, en la frontal del área. Una estrategia que, de 4 ó 5 intentos, acabó con dos por encima del larguero y dos, una de Mkhitaryan, otra de Iwobi, dentro.
Jorginho se hizo amo y señor del mediocampo de Stamford Bridge
El partido de Jorginho denotó una jerarquía tremenda en cuanto a sus prestaciones. Si bien es cierto que los dos goles del Arsenal se materializaron en la frontal, una zona en la que el Chelsea llegó a encajar una cantidad de remates considerable, el italiano completó, posiblemente, su mejor actuación –entre la pretemporada, la Community Shield y estas dos primeras jornadas- desde que aterrizó en Londres. Su posicionamiento en salida de balón, ideándoselas para recibir siempre de cara, la ejecución de sus envíos, buscando conectar con los interiores –sobre todo con Barkley, que se movió mucho en horizontal-, y la efusividad de sus órdenes, en un lenguaje gestual de lo más autoritario; Jorginho fue, como ya hacía en el Napoli, la extensión de Maurizio Sarri en el campo. A través de sus envíos, y de la interpretación que hace del juego, el colectivo fue poco a poco creciendo con el paso de los minutos. Kanté, que volvió a ser el interior derecho, acabó cargando el área por delante de Kovacic, que entró en el interior opuesto, y del propio Jorginho. Y al final, como empieza a ser cada vez más común en muchos equipos, el movimiento del extremo (Hazard) hacia dentro, aclaró la zona de remate al lateral (Marcos Alonso) en el tercer y último gol de la tarde.
Andrés Madrid 19 agosto, 2018
Perder siempre es negativo. Y el Arsenal lleva 2 seguidas.