Saúl Ñíguez es un rara avis del fútbol actual. No hay duda de que es un centrocampista, no hay duda de que llegando puede ganar partidos y no hay duda de que convive con fotografías que lo han señalado como único en aparecer y erigirse en momentos de gran trascendencia. Pero en su relación con el juego es difícil encontrarle una ubicación, tanto espacial como táctica. No hay una posición concreta que lo acoja, ni una rutina clara de movimientos, sobre todo porque las circunstancias le han obligado a una presumible polivalencia que no han orientado ni encarrilado una evolución definida. Eso seguramente le ha restado algo de presencia y continuidad para una posición tan relacionada con la participación como la de centrocampista.
El Atlético no ha encontrado una evolución concreta en Saúl, al menos posicionalmente
Y es que entre los cajones en los que se ubican los futbolistas y sus tipologías, ha tenido espacio, especialmente valorado, aquel jugador que tiene posición de partida pero no misión específica. Las posiciones son vistas desde un prisma de posibilidades, modificándose la mentalidad con la que el jugador, el entrenador y el aficionado entienden el molde de una demarcación. Así, los delanteros, los laterales o los porteros hacen cada vez más cosas, en más zonas del campo, con una responsabilidad mayor. En dichas consideraciones, Saúl Ñíguez parece haber ido en dirección opuesta, pues puede jugar en varias posiciones pero en todas se relaciona de manera muy similar. Y esta temporada, jugando la práctica totalidad de partidos en la base de la jugada, apartado de la banda, tampoco ha parecido del todo cómodo. Suelto.
El particular contexto competitivo que afrontó el Atlético obligó a Simeone a realzar y hacer crecer piezas concretas que necesitaban de un rol dentro de un sistema que, en parte, ellos construirían. Correa ocupó definitivamente y con rango de titular la banda derecha y Thomas pasó a ser elemento titular o de rotación con plenos derechos y cantidad de minutos. En ese singular viaje por encontrar fichajes donde no los podía haber, Simeone pensó que, dado el contexto, debía de darle a Saúl un puesto en el mediocentro o como su acompañante, desligándole de una de las dos bandas. Y eso, en el momento actual, ha sido algo más difícil para él.
Saúl Ñíguez no ha podido llegar a puerta como gusta. Su misión ha sido otra diferente
La zona del mediocentro requiere de una toma de decisiones muy particular. Así lo explicaba el propio Ñíguez en una entrevista para el diario ‘El País’. En ella, Saúl argumentaba que necesita de una mayor concentración para ejercer con naturalidad la posición de mediocentro puro, una que requiere de otros tiempos. Pero además, el Atlético ha cambiado algunos comportamientos colectivos que no le han ofrecido el protagonismo que Saúl, un jugador instintivo en tres cuartos de campo, podría desarrollar. Como mediocentro, Saúl está en fase de constante aprendizaje, no sólo táctico sino también técnico, pues su control no es tan obediente y su pase no es tan capaz para encontrar a cualquier compañero en cualquier circunstancia. Pero como acompañante, en el 4-4-2 más reconocible, no hay tanta oportunidad para saltar de posición y llegar al área.
Por cómo pueda interpretar el Olympique de Marsella el encuentro, por las características que lo definen como equipo y por cómo Simeone puede entender la alineación, con Gabi junto a Thomas, Saúl Ñíguez podría ocupar de nuevo el costado derecho del ataque rojiblanco, como así se configuró el Atlético ante el Getafe. Porque las finales discurren por el terreno emocional como ningún otro escenario y Saúl Ñíguez atesora el gran valor de, en ausencia de otras cuestiones como una posición reconocible, o un orden aún no adquirido como mediocentro, un instinto descomunal para iluminar la escena. Saúl no es una demarcación, un lugar o una jugada. Como futbolista, Saúl es un momento.
AdrianBlanco_ 16 mayo, 2018
Parece, como dice Arroyo, bastante probable que Saúl vuelva esta noche a la banda derecha. Pero creo que, por las particularidades de este OM, Saúl va a tener que volver multiplicarse una vez más para cumplir con las (presumibles) exigencias del contexto: en fase de salida, sumar un apoyo y superar así el doble pivote marsellés y, desde el costado, ganar amplitud y echar un cable ante las subidas de Ocampos. Y puede hacerlo.