Jorge Sampaoli no se nota en su Argentina. La falta de tiempo para trabajar ha limitado su influencia y los nervios propios de la presión han atenazado al grupo lo suficiente como para que lo que exista no se muestre sobre el campo, y el resultado es una de las selecciones más rígidas y con menos iniciativa de la élite internacional. Anoche, ante Perú, se trató de un simétrico 4-2-3-1 donde todas las piezas menos el mediapunta Messi se quedaban a piñón fijo en su posición base, sin tomarse libertad alguna y sin asumir responsabilidad extra.
En consecuencia, el fútbol ofensivo argentino resultó muy pobre. No había creatividad, no había desborde, no había sorpresa. No más que la que aportaba un Messi sobremarcado que atraía cada mirada de atención de la defensa peruana. A menudo se afirma que el Messi de Argentina no es tan bueno como el del Barça, y es cierto, pero también lo es que, en algunos aspectos, a Leo le defienden mejor en Sudamérica que en Europa. Amén de su pulida técnica defensiva individual, exhiben razonamientos más simples que, pese a su simplicidad, funcionan. La obsesión del entrenador peruano, Ricardo Gareca, radicaba en que Leo no marcase gol, y así, su diagonal y su chut estuvieron bloqueados siempre. De esta guisa, el destino albiceleste dependía de que Benedetto -el «9»- o alguien de la segunda línea metiese para dentro alguna asistencia del «10», y ahí emergió el inspiradísimo Pedro Gallese para hacerse gigantesco.
El arquero Pedro Gallese dominó emocionalmente el encuentro.
Lo de Gallese no se limitó a estar acertado bajo palos, que lo estuvo y mucho. Su trabajo previo a los tiros fue descomunal, ocupando una cantidad de portería enorme y condicionando el encuentro en la cabeza de sus compañeros y sus rivales. Por su dominio, no había ocasiones de gol donde en teoría sí debía haberlas. Pocas veces se ha transmitido tal seguridad desde un arco midiéndose a Leo Messi.
Aparte de lo acaecido en las proximidades de la meta peruana, se vio un ejercicio defensivo argentino muy caótico. Como siempre, el compromiso de sus jugadores se antojó indiscutible y dieron todo por proteger a Romero, pero desde una precipitación que volvía imposible que Argentina dominase e impusiera sus ritmos en el juego. Cada uno de sus zagueros, inclusive un Mascherano que con la pelota se comportó como un grande, entraban a Farfán, Guerrero y cía, como suele decirse en lengua popular, «al bulto», debilitando su estructura y haciendo que Perú estuviera apenas a dos gestos de calidad de generar peligro en cada uno de sus contragolpes. Por suerte para Sampaoli, nunca los encadenaron. Aunque apuntará Jorge, no sin razón, que para suerte, la de tener a Pedro bajo palos.
Foto: ALEJANDRO PAGNI/AFP/Getty Images
ojeador33 6 octubre, 2017
Ahí esta el problema: en que sea Mascherano el que tenga que comportarse como un grande con la pelota o que venga Messi a campo propio a regatearse a 20.
Respecto al desempeño defensivo argentino, yo no creo que estuviera tan mal. Es más, creo que era el plan, ya que desde el principio se veía a Otamendi y Mascherano dandose unos paseos tremendos por campo contrario; intentando imponerse en lo mental mediante el agobio físico a un rival menor. Además, como bien has dicho, Perú carece de esos dos toques de calidad.