Las cesiones de Marcos Llorente, Víctor Camarasa, Deyverson Silva y Theo Hernández se acabaron. El contrato de Kiko Femenía finalizó también. Zouhair Feddal y Edgar Méndez fueron vendidos. Y, por último, Mauricio Pellegrino decidió rechazar la oferta de renovación.
El problema de todas estas bajas para el Deportivo Alavés no es sólo el presumible descenso de calidad en la mayoría de sus líneas, sino sobre todo la necesidad de reformular una identidad que hace apenas doce meses había casado de manera maravillosa. Aquel equipo, que Mendizorroza no olvidará pero del que ya hay que hablar en pasado, también venía de vivir un verano de muchos cambios pese al ascenso. Sin embargo, una vez pisó el césped del Calderón, el Alavés comenzó a transmitir la sensación de bloque veterano, experimentado y, sobre todo, muy bien avenido. Como si hubiera crecido junto. Pero no. No lo había hecho. Y que la idea de Pellegrino hubiera calado tan rápido, que la defensa funcionara tan bien desde el primer día y que, encima, luego con balón fluyera tan fácil con Llorente como director de operaciones… No era normal.
Durante toda la temporada 16/17, el Alavés se distinguió por saber entrelazar con total naturalidad su defensa posicional con su veloz contragolpe. Daba igual que el equipo de Pellegrino defendiera muy atrás, acumulando mucho hombre en el área, porque a partir de la dirección de Marcos Llorente se articulaba muy rápido tanto la salida en corto (con Theo y Femenía) como en largo (con Deyverson en punta), a partir de la cual luego ya se desplegaba la velocidad de Edgar, Camarasa o el propio Theo. Pero, ¿qué hubiera pasado si el conjunto babazorro no hubiera contado con varias de estas armas?
El perfil de los atacantes ahora es distinto.
Sin Marcos Llorente esta conexión entre las diferentes fases del juego se debilita consecuentemente, pero Álvaro Medrán es un muy buen futbolista con el balón, tanto gestionando como lanzando o llegando, con lo que puede canalizar la ofensiva del equipo de Zubeldía. No es lo mismo, ni en la forma ni en el fondo, pero al lado de Dani Torres, Tomás Pina o Manu García puede funcionar muy bien. El problema que más puede penalizar al Alavés es la pérdida de velocidad, potencia y fuerza en su parte de arriba. Enzo Zidane, Munir El Haddadi y Bojan Krkić, incluso el propio Burgui, necesitan jugar más cerca de la portería de lo que lo hacían Edgar, Deyverson o Camarasa el año pasado. El caso de Munir, por ejemplo, es paradigmático. Al canterano culé se le presume velocidad, potencia y determinación con espacios, pero en realidad no es así. No puede imponerse. Se le ve demasiado exigido físicamente. Y lo mejor de su fútbol, por tanto, se diluye antes de llegar a su zona preferida.
Y esto es un problema. Sobre todo de cara a mantener la base de su éxito el curso pasado: el funcionamiento defensivo. Porque sin velocidad, el Alavés no podrá defender tan atrás. Y si no defiende tan atrás, quizás deja de defender tan bien. Con lo que, a fin de cuentas, el Alavés de Zubeldía deberá ser diferente al de Pellegrino para tratar de volver a articular de forma coherente a sus talentos.
Dani 7 septiembre, 2017
Un Alavés de control de la posesión?
Sea como sea les veo claros candidatos al descenso.