Aeropuerto de Peinador, Vigo, alrededor de la medianoche. Después de un largo día de rumores, Felipe Miñambres sale por la puerta de embarque con una de esas sonrisas que no llenan una habitación, sino que abarrotan un estadio entero. El motivo de su felicidad no tarda en aparecer. Apenas unos metros más atrás, ataviado con una camiseta blanca de James Dean que contrasta rápidamente con el resto de su look, llega Emre Mor, el segundo fichaje más caro de la historia del Real Club Celta de Vigo.
Antes que Emre Mor, el Celta trató de invertir en otros talentosos futbolistas de banda.
Agosto estaba siendo un mes más largo de lo previsto para Felipe Miñambres. Tras no lograr cerrar el fichaje de Hirving Lozano cuando apenas faltaban unos flecos, el largo tira y afloja posterior por Sam Larsson amenazaba con frustrar el principal objetivo que parecía haberse impuesto el club: compensar con un jugador talentoso la pérdida de calidad ofensiva que había sufrido el equipo con las sucesivas marchas de Augusto, Krohn-Dehli, Nolito u Orellana. Porque Jozabed Sánchez, Maxi Gómez o Stanislav Lobotka pintan bastante bien, cierto, pero no parecen suficiente para obtener ese salto competitivo que, pese a los magníficos resultados, ya demandó el equipo con Eduardo Berizzo durante la temporada pasada. Se necesitaba algo más. Y para Miñambres ese extra debía darlo un jugador de banda.
Lo que seguramente no contemplaba el director deportivo del Celta ni en sus mejores previsiones es que este extremo -con alma de mediapunta- sería Emre Mor. El joven jugador turco, para hacernos una idea, es uno de esas perlas que las mejores secretarías técnicas del Continente se disputan incluso cuando el gran público no les conoce por una razón muy simple: en el mejor de los casos firman una estrella mundial a un precio muy reducido, pero es que en el peor de los escenarios este futbolista no pierde valor. Es una apuesta más o menos segura dentro de lo incierto del fútbol. Sin ir más lejos, tras un año en el que no ha jugado ni 700 minutos, el Dortmund ha obtenido una plusvalía cercana al 25%.
Lo sorprendente, en todo caso, es que la oportunidad que supone fichar a Emre Mor con 20 años recién cumplidos la vaya a tratar de aprovechar un club de las posibilidades económicas del Celta. Sea como fuere, así ha sido y de ahí la sonrisa de un Miñambres que sabe de primera mano lo que ha fichado.
Emre Mor es rápido, creativo, desequilibrante y muy habilidoso. Un jugador condicionante.
Emre Mor es un jugador, por encima de todo, imaginativo. Tremendamente creativo. Incluso mágico. Ve jugadas, realiza regates e intenta pases que muy pocos futbolistas tienen en su repertorio. Todo con su zurda, eso sí, la cual domina completamente para realizar cualquier tipo de gesto técnico. Y todo con una eminente intención agresiva, que es la cualidad que mejor describe la esencia de su fútbol.
Porque el objetivo principal de Emre Mor es desmemembrar el sistema defensivo rival hasta girarlo, desordenarlo y, en definitiva, destruirlo. En el futuro veremos cómo desarrolla una pausa que los acontecimientos le van a exigir más pronto que tarde, pero a día de hoy el 80% de las acciones que intenta son verticales, agresivas y riesgosas. Cuando recibe, casi siempre despegado de la cal, busca rápidamente girarse e iniciar la conducción que le lleve a la frontal del área rival. Es, básicamente, el camino de Leo Messi. Pero para que el nombre del argentino no nos confunda, mejor vamos a decir que es «el camino de Alen Halilovic». Emre Mor es más ofensivo, menos centrocampista, pero la ruta que suele emprender es bastante similar. Lo que les diferencia, insistimos, es su vocación. El turco asume más riesgos para intentar una jugada de naturaleza muy compleja. Supone girarse, batir una marca, desbordar a la ayuda y, entonces, a toda velocidad, decidir qué hacer ante la defensa contraria.
El caso es que Emre Mor los tres primeros pasos los realiza con bastante frecuencia. Sus primeros dos metros son velocísimos. Tiene un regate eléctrico que habilita una conducción muy segura. Lleva el balón pegado y, ante la entrada del rival, siempre tiene la opción de decidir qué hacer porque siempre llega antes al balón. Recursos técnicos, en definitiva, no le faltan. Elimina muñecos con una facilidad pasmosa. Y genera un caos inmediato. Sin embargo, como es de esperar en un jugador así, le cuesta saber cuándo y cómo saltar cada balón. Normalmente Emre Mor fuerza en exceso las jugadas. Tiene un gran último pase que a las rupturas cortas de Iago Aspas les va a sentar de maravilla, pero no lo demuestra tanto cómo debería por este problema. Al turco le suele sobrar un regate. A veces incluso dos. Lo cual no sólo lleva a la desesperación a muchos de sus compañeros, sino que sobre todo merma su productividad de cara a portería, que debería ser mayor para un futbolista tan desequilibrante por más que, de momento, la definición frente al portero no parezca uno de sus súper talentos.
Con su llegada, Iago Aspas puede volver al carril central para enfocar mejor su fútbol.
Su desembarco en Vigo llega tras apenas 30 partidos como futbolista profesional, hecho que debe poner en cuarentena parte de lo bueno y explicar parte de lo no tan bueno, pero uno imagina con continuidad y bien rodeado al jugador que destrozó a la República Checa en la pasada Eurocopa y las expectativas se disparan. Aquel día, además, Emre Mor puso de manifiesto su descaro y personalidad. Turquía había iniciado su camino en dicho torneo de la peor manera posible: mal resultado, malas sensaciones y peor ambiente. Y bajo este escenario, con parte del país dudando del compromiso de Arda Turan, apareció en escena un Emre Mor que hizo añicos la resistencia checa a partir de los espacios que le concedió el tanto inicial, el cual, a su vez, llegó tras una jugada personal también muy habitual en él: saliendo por fuera ante la sorpresa del rival. Fue, sin duda, su primera gran exhibición.
Las posibilidades que ofrece su llegada son, por tanto, prácticamente ilimitadas. En lo individual el Celta gana un futbolista capaz de condicionar primero y destrozar después los planteamientos rivales, algo que necesitaba imperiosamente para descargar de responsabilidad a su estrella. En lo colectivo, su presencia en la banda derecha activa una serie de combinaciones de lo más variado. Desde jugar en 4-3-3 con Aspas arriba y Pione Sisto en izquierda hasta la posibilidad del 4-2-3-1 con Iago tras Maxi Gómez, pues a priori no hay opción mala, sino buenas o mejores. Y, por último, en lo institucional el Celta habilita con este fichaje la posibilidad de que se sucedan una serie de cosas que ningún otro futbolista a su alcance podría terminar provocando. Porque Mor, ante todo, es eso: una oportunidad.
Foto: Mike Hewitt/Getty Images
Juan Plaza 30 agosto, 2017
Espectacular futbolista. Driblador nato pero también prestidigitador del pase. También está por cuajar, ojo. En todo caso no entiendo como lo ha soltado el Dortmund