Desde hace ya unas temporadas, el Real Betis Balompié transmite la necesidad de agarrarse a algo o alguien que no sólo le reporte seguridad, sino que sobre todo le recuerde su carácter especial como club. Después de la fallida segunda etapa de Pepe Mel, de la insuficiente vuelta de Joaquín Sánchez o de que Gustavo Poyet no estuviera ni cerca de cuajar, la figura de Víctor Sánchez del Amo parecía encajar muy bien con la delicada situación bética. Sobre todo porque, a nivel de plantilla, el Betis es un conjunto bastante particular al que parecen faltarle varias piezas concretas (extremos, mediocentro…) y sobrarle otras tantas (interiores con más recorrido que toque), habiendo a su vez mucho especialista y poco jugador global. Algo que Víctor podría compensar e incluso de lo que se podría beneficiar a partir de la pizarra, su gran arma como técnico.
Y, en cierta medida, así fue. Víctor adaptó el sistema a los recursos de los que disponía a partir de un 5-3-2 que daba las bandas a dos laterales con alma de carrileros, que fijaba un hombre más atrás y que concedía libertad a la mayoría de sus centrocampistas para volar. En este último aspecto, además de la llegada de Rubén Pardo para ejercer de pivote, la gran decisión de Víctor fue contar con Dani Ceballos de una manera muy decidida: dándole tanta libertad como responsabilidad. Así el jovencísimo canterano demostró que futuro le sobra, pero que presente no le falta, sobre todo de cara a ayudar a un Betis con problemas para sacar el balón jugado, para tener secuencias de pases y para sorprender al rival. El Real Betis le necesitaba y Dani Ceballos respondió con talento e inteligencia para convertirse así en el gran protagonista del -discontinuo- repunte futbolístico que vivió el equipo durante los primeros tres meses.
Ceballos ha sido el gran aval de la etapa Víctor. Y viceversa.
Dani Ceballos, como todo su Betis, sobresalió de especial forma ante el Fútbol Club Barcelona de Ney, Leo y Suárez en el Benito Villamarín, en lo que a su vez también fue la puesta en escena más perfecta de la idea de su entrenador. O mejor dicho, de su plan. Porque aunque obviamente no fue su intención, Víctor Sánchez del Amo sólo pudo dotar al Betis de un plan específico que no se concretó en más. Dicho plan pasaba siempre por la presión en primera línea, pero lo llamativo es que esta presión nunca era igual. Según el rival, según sus puntos fuertes y su manera de salir, el Betis organizaba una presión adaptada y ajustada con precisión milimétrica. Por eso ante el Barça buscó ahogar con ahínco todos esos pases que Ter Stegen estaba dando a los laterales, abiertos y alzados, cuando el Barça buscaba sortear la presión de Las Palmas o Eibar. Y le funcionó. Muy bien. Sólo que de manera muy concreta, porque el Betis de Víctor fue un plan, pero no logró ser un equipo.
Cuando un rival acostumbrado a salir en corto visitaba el Villamarín, la respuesta del Betis fue positiva. Los verdiblancos mordían arriba, tenían en Ceballos una figura jerárquica, encontraban en los carriles una forma eficaz de profundizar… Quizás les faltó gol, porque Rubén no ha sido el de años anteriores y Sanabria no ha tenido continuidad, pero juego sí tenían. El problema llegaba cuando había que viajar o cuando se enfrentaban a un equipo de características diferentes, pues entonces el Betis perdía su sitio en el campo, no tenía ningún control sobre el juego y era completamente dominado por el rival. Los encuentros ante Alavés y Leganés, los dos últimos de la etapa Víctor, son paradigmáticos en este sentido. El Betis, partido en dos, no tenía nada a lo que agarrarse. Ni un sistema que le transmitiera seguridad ni un jugador que se alzase sobre el resto.
Foto: CRISTINA QUICLER/AFP/Getty Images
iLoveCholo 19 mayo, 2017
Es una pena que Victor no dé conseguido asentarse en un equipo. Un entrenador, que para mí tiene grandes ideas y que borda el estudio de sus rivales. ¿ Qué problemas le veis como entrenador para que no termine de salirle bien en ningún sitio ?